Oscuro Amor

—El Sr. Ferragni sabe que estoy especializada en la historia griega. Entonces, si yo fuera turista en un hermoso lugar como New York amaría saber su historia de cada rincón, pero a veces la historia puede aburrir. Así que, algunos querrán saber sobre la tragedia del lugar, sobre la paz que llego a ser un tiempo...sus sacrificios. Por lo que propongo que resaltemos su cultura comparándolo con los mitos de la historia griega. Para atraer a las  personas, contando como Zeus y sus dos hermanos derrotaron a su padre quien quería sacrificar a sus hijos por poder, como Hércules se enamora de una humana o como el sacrificio era respetado en esa época como ofrecimiento hacia los dioses por riqueza, poder o amor. Mi jefe tuvo una idea y quiere llevarla a cabo, él quiere que ustedes muestren cada rincón del museo como una historia.

—Creo que será un muy buen desafío, ¿Qué piensas, Isaac? —el hombre mira al Sr. Ferragni quien suspira y luego asiente con cansancio. El asombro que vi en los ojos de Isaac hace un momento cuando explicaba mi punto había sido una alucinación de mi parte.

—Creo que sí, está bien. Pero para mí sería aburrido, debemos agregarle algo más... ¿Porque seguir resaltando la misma historia siempre, una historia que es algo común en ese lugar?

—Es que no se puede, cada historia tiene su lugar de origen. Es por eso que tenemos turista, ellos quieren saber la historia desde donde comenzó. No podemos cambiar el hecho, sería como mezclar que Aristóteles combatió en la primera guerra mundial o Hitler era norteamericano. —al ver su expresión siento que he  cometido un error, su mirada es oscura y lanza fuego cuando escuchamos como el hombre calvo aplaude.

— Dios, amo a esta mujer. — mis mejillas vuelven a arder, bajo la mirada. — Isaac, ella es genial. Los tenemos en la bolsa. Oh, niña, has esto como tú crees que deba ser y la de tu jefe. Al fin de cuenta, ellos nos están  pagando. — Se acerca y me sonríe antes de darse la vuelta y estar listo para irse. — Oh, solo dime si este te molesta. Odia que le roben la atención.

Un sonoro bufido de Isaac hace que mi espalda se ponga rígida, sonrió con nerviosismo. El dulce fuego que hervía en mi interior ahora solo es una llamarada de orgullo, sabía que esto iba a ser genial. Sería como atraer niños con dulces, como cuando estoy en el museo y relato una de las historias más asombrosas o cuento la historia de un nuevo personaje cuando llega al lugar. Me encantaría dar saltos en el lugar de la felicidad, pero recuerdo que tengo compañía. Aclaro mi garganta y me dirijo donde está mi bolso.

— ¿A dónde crees que vas? — su fría voz hace que me detenga en la mitad del camino hacia la puerta. Me giro desviando totalmente su mirada, clavo la mirada sobre sus hombros mirando por los grandes ventanales que hay detrás de él. — ¿Has hecho lo que te pedí?

Trago saliva.

— Y-Yo debo de ir a organizar una historia, no lo sé... ¿e-está mal eso? — se pasa una mano por su suave y espeso cabello. — Si, la reservación es a las siete, como me dijo. El FarmHouse.

Varios minutos pasan en los que él o yo no decimos nada, no sé si moverme...no sé qué es lo que está pensando. Sus manos se abren y se cierran constantemente, no sé si es un reflejo o como un tic en él. Sería muy bueno saber la historia detrás de eso, pero Carlos tenía razón...algunas historias no son muy buenas para contar.

— Disculpe. — musito con suavidad, casi inaudible. Cuando él no dice nada, no hace ningún gesto me dispongo a moverme. Tengo que preguntar a Rosie donde queda esa pequeña oficina que me han asignado para poder hacer el trabajo. Rosie me lo había dicho ayer antes de comenzar con las reglas del Sr. Ferragni.

Aun había tenido la esperanza de que él diga algo, como un 'Gracias' o no lo sé, ahora sabiendo que no debía de haber ido a buscar su ropa en la tintorería, hacer la larga cola en la cafetería repitiendo una y otra vez como era que le gustaba el café y luego insistir e insistir para la reservación.

— Sita. Johnson. — me detengo abruptamente ya en el pasillo, me giro. Y ahí me doy cuenta del dolor constante casi inaudible en mi tobillo, al subir apresurada el ascensor la aguja de mi tacón se había enganchado en la pequeña rejilla haciendo que me doble el pie. Había dolido en el momento, luego solo llegué a pensar en llegar al piso, olvidándome del dolor. Hago un gesto de molestia, presiento que Ferragni lo ve.

— Tome, será mejor que limpie esa mancha que tiene. — dice mientras me pasa una servilleta y hace un gesto a un costado de mi camisa color rojo sangre, bajo la mirada y maldigo varias veces en mi cabeza. Tenía una mancha justo arriba de mi pecho izquierdo. Y yo había propuesto mi idea con mi ropa manchada de café, soy un genio del desastre. Bravo, Eider. Tomé la servilleta, sin llegar a tocar sus dedos, la mano que tiene libre se abre y se cierra, nuevamente. — Y será mejor que la próxima vez tenga cuidado, no es una niña. Y por cierto esto esta horrible y le dije sin azúcar.

Mi boca cae abierta y mi mandíbula toca el suelo, cuando creí ver su alma esta es una mentira. Pasa por mi lado sin ni siquiera otra palabra más. Desconcertada, estresada y confundida como ayer, tardo unos minutos en caer en la realidad.

La llamarada en mi interior había sido propagada y ahora se extendía por mis extremidades, resople e

intente calmarme.