Bruna es una mujer luchadora que enfrenta un dilema: invertir en su carrera sin descuidar a su hija Melissa, y vive el gran desafío de ser madre soltera.
Daniel Colatto, heredero de la mayor constructora del país, reacio a los niños y al matrimonio, ve su vida marcada al conocer a una persona que cambia sus convicciones y su destino...
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Capítulo 3
Llego a casa feliz de la vida y les cuento las novedades a Carol y Mel.
—Felicidades, amiga, te lo mereces.
—Nos lo merecemos, ¿verdad, mi amor? Ahora podré darte todo lo que te mereces.
—¿Voy a tener todo, todo?
—Oye, mi niña, conseguí un trabajo, no me gané la lotería. Cuando dije que te daría todo lo que mereces, me refería a lo que no puedo darte con el sueldo de limpiadora, como ponerte en una escuela mejor, ropa y zapatos mejores y más juguetes; no significa que vayas a tener todo lo que quieras.
—No es eso, mamá, solo quiero una cosa, ¿puedes dármela?
—Si está a mi alcance, te daré lo que quieras, princesa.
—Quería una familia como la de todas mis amigas, un papá, una abuela y un abuelo.
Mi pecho se aprieta, sé que este momento llegaría algún día. Tengo que explicarle por qué su padre nos abandonó.
—Mi amor, tienes una abuela y un abuelo que viven lejos y mamá nunca ha podido llevarte a verlos, pero lo de un papá… Princesa de la Madrina, eres muy bonita y una princesa demasiado linda para los hombres de hoy en día; ellos no te merecen, por eso no tienes papá. Algún día aparecerá un príncipe tan valiente que se casará con tu madre y entonces tendrás un papá, pero tienes que ser paciente. ¿Le prometes a la Madrina que esperarás con calma?
—Te lo prometo, Madrina, ¿pero será guapo?
—Para merecer casarse con tu madre, guapo es poco, ¡tendrá que ser el mejor!
Mel se va a ver dibujos animados.
—Gracias, amiga, creí que tendría que decirle la verdad.
—Aún es muy pequeña para entender estas cosas. Cuando sea mayor, te sientas y le explicas la situación. Debería existir una ley para castigar a esos desgraciados que abandonan a las mujeres embarazadas y no les dan asistencia, dejando este vacío afectivo en la vida de los niños.
—Hasta el día de hoy, cuando miro a mi hija, me pregunto cómo pude haberme engañado tanto. Eduardo parecía un príncipe azul y me juró amor eterno, pero todo era mentira del desgraciado.
—Olvídalo y sé feliz, amiga. Él no merece ni que pronuncies su nombre. Eres demasiado buena para un desgraciado como él. Yo todavía sufro por mi pérdida, amiga; si no fuera por eso, ahora mismo estaríamos las dos aquí con nuestros hijos y los desgraciados estarían perdidos por el mundo. Por eso amo tanto a Mel, es como si fuera el hijo que perdí sin saber si era niña o niño.
—Basta, amiga, vamos a dejar de llorar. Tenemos motivos para celebrar. A fin de cuentas, ahora tienes delante a Bruna, la arquitecta de Constructoras Colatto.
—¡Y tú eres una suertuda! Daniel Colatto está como un tren.
—Es muy serio y profesional, y tiene un gran defecto: no le gustan los niños y pensó que Mel sería un estorbo en el trabajo, pero al menos comprendió que no puedo trabajar los fines de semana ni después del horario laboral, y mucho menos viajar.
—No se puede negar que ha sido muy generoso al hacerte esa concesión.
—Tenía prisa por contratar a un arquitecto, debe de haber buscado a muchos que no encajaban en el puesto y por eso aceptó mis exigencias.
—Lo importante es que hayas conseguido un trabajo en tu campo. Yo también quería conseguirlo, espero que en el futuro lo haga y podamos comprar una casa más grande que esta minúscula buhardilla.
—Claro que sí, amiga. En cuanto empiece a cobrar mi sueldo, alquilaremos un lugar más grande.
Me fui a dormir temprano porque estaba ansiosa por empezar. Busqué un conjunto serio y formal; no quería llamar la atención, pues ya bastaba con las otras candidatas que estaban prácticamente semidesnudas en la entrevista. Me presentó al equipo y solo hubo una tal Leandra que no me dio buena espina; lo noté por su aire de superioridad y su mirada de desdén hacia mí.
Me entregó algunos contratos con las exigencias de algunos clientes, eran cosas sencillas y ya empecé con los diseños. Tenía muchas ideas que poner en práctica. En mi primer día terminé mi primer diseño; estaba orgullosa, sería la primera vez que le presentaría un trabajo al renombrado Daniel Colatto.
—Con permiso, señor Colatto.
—Adelante, señorita Almeida. Espero que no se demore mucho porque no tengo tiempo que perder, tengo mucho trabajo.
«Qué hombre tan seco», pensé. Pero espero sorprenderlo.
—He terminado el proyecto de los clientes que me encargó y he venido a presentárselo.
—Proceda.
Enciendo el retroproyector y explico detalladamente todos los detalles del plano y todo lo que el cliente pidió. Él solo observa con el lápiz en la boca. A pesar de ser un seco, Carol tenía razón, estaba para comérselo. Pero yo no he venido aquí para babear ni para intentar ligar con Daniel Colatto, sino para demostrar mis habilidades y hacer un buen trabajo, así que respiro hondo y termino la presentación mientras él analiza el proyecto con ese lápiz en la comisura de los labios que lo hace aún más sexy y seductor. Pero no puedo quedarme analizándolo a él, sino esperar su opinión.