El Precio De La Lealtad

El sonido de la maleta rodando por el suelo de madera era lo único que se escuchaba en la casa. Esteban, con el rostro tenso y los labios apretados, arrastraba su equipaje hacia la puerta mientras Valeria lo observaba de brazos cruzados.

No había más palabras que decir. No había más excusas que escuchar.

Esteban le dirigió una última mirada, como si esperara algún tipo de reacción en ella, pero Valeria se mantuvo firme. No iba a rogarle. No iba a pedirle explicaciones.

—Cuídate, Valeria… murmuró él antes de salir.

Ella no respondió. Solo se quedó en la entrada, viéndolo desaparecer en la noche.

Que se fuera.

Que se largara con su amante.

Esteban se dirigió al edificio donde había comprado un departamento para Camila. Un lugar lujoso, alejado del bullicio de la ciudad, donde había construido una doble vida.

Mientras él llegaba a su refugio con Camila, Valeria cerró la puerta de su casa y apoyó la espalda contra ella.

No iba a llorar.

No otra vez.

Se dirigió al espejo de la sala y se miró fijamente. Tenía los ojos enrojecidos y el rostro marcado por la traición, pero no se veía derrotada.

—Eres fuerte, Valeria. Eres una sobreviviente.

Toda su vida había sido una lucha. Desde pequeña, la vida le arrebató la oportunidad de crecer con una familia. Era huérfana, y todo lo que tenía lo había conseguido con esfuerzo, con sacrificios. Nada le había sido regalado.

Y no iba a dejar que un hombre la destruyera.

Respiró hondo y se obligó a sonreír, aunque fuera para sí misma.

—No más lágrimas se prometió. Voy a salir adelante.

La mañana siguiente, el sol entró por las ventanas de la casa, pero el calor no aliviaba el frío que Valeria sentía en su interior.

Había pasado la noche sin dormir, planeando su próximo paso. No iba a dejar que su dolor la consumiera. Si alguien iba a salir perdiendo, no sería ella.

Estaba revisando unos documentos de su trabajo en su computadora cuando el timbre sonó.

Frunció el ceño. No esperaba a nadie.

Se levantó y caminó hasta la puerta. Cuando la abrió, su corazón se encogió de inmediato.

Camila estaba allí, con el rostro demacrado y los ojos hinchados. Había llorado.

Valeria sintió una oleada de rabia recorrerle el cuerpo.

—¿Qué demonios haces aquí? espetó con frialdad.

Camila tragó saliva y bajó la mirada, como si estuviera avergonzada.

—Valeria… por favor, déjame hablar contigo.

—¿Para qué? ¿Para decirme que fue un error? Ya escuché eso de Esteban.

Camila negó con la cabeza, y su labio inferior tembló.

—No… yo… cerró los ojos por un segundo y los abrió de nuevo, mirándola directamente. Estoy enamorada de Esteban. Siempre lo he estado.

El mundo de Valeria pareció detenerse.

Sintió que le arrancaban el aire de los pulmones.

Camila no le estaba pidiendo perdón. Camila le estaba confesando su amor por el hombre que la había traicionado.

—¿Qué…? susurró, sin poder creerlo.

—Desde que lo conociste, desde que empezaste a salir con él… Yo ya lo amaba.

La furia de Valeria se desató en un instante.

—¡¿Entonces por qué fuiste mi amiga?! gritó. ¡¿Por qué fingiste que te importaba?!

Las lágrimas rodaron por el rostro de Camila.

—Porque te quiero… pero también lo amo a él.

Esa respuesta la golpeó aún más fuerte.

Camila la quería, pero no lo suficiente como para no traicionarla.

No lo suficiente como para no acostarse con su pareja.

—¿Y qué quieres que haga con esta confesión, Camila? Valeria se cruzó de brazos, mirándola con desprecio. ¿Que te felicite? ¿Que te diga que lo disfrutes?

—No… yo… Camila sollozó. Solo quiero que me perdones.

Valeria sintió una carcajada ácida escaparse de su boca.

—¿Perdonarte? susurró, antes de soltar otra risa sarcástica. Camila, lo que hiciste no tiene perdón.

Camila dejó escapar un gemido ahogado y se cubrió el rostro con las manos.

—No quería que fuera así…

—¿No querías que fuera así? Valeria la imitó con burla. Déjame adivinar. ¿Querías seguir acostándote con él a mis espaldas? ¿Esperabas que nunca me diera cuenta?

Camila la miró con desesperación.

—No es así, Valeria…

Pero ella ya no estaba escuchando.

No le importaban las excusas.

—Vete ordenó con voz firme. No quiero verte nunca más.

Camila abrió la boca, pero Valeria cerró la puerta en su cara sin darle oportunidad de decir otra palabra.

El golpe de la puerta resonó en la casa.

El pecho de Valeria subía y bajaba con agitación. Su supuesta mejor amiga había estado enamorada de Esteban desde el principio.

Había sido una hipócrita todo este tiempo.

La traición le dolió, pero más que nada, le dio fuerzas.

No iba a ser la mujer destruida por una infidelidad.

Valeria estaba decidida a vengarse. Más de Esteban, porque como su pareja, le debía lealtad. Camila era su amiga, pero había aprendido que los amigos podían ir y venir. No le importaba vengarse de esa traidora, porque como decía su vecina, "quien engaña una vez, lo volverá a hacer."