Sabía que acercarme a Leonel era un error.
Encantador y carismático, pero también arrogante e irreverente. Un boxeador con una carrera prometedora, pero con una reputación aún más peligrosa. Sus ataques de ira son legendarios, sus excesos, incontrolables. No debería quererlo. No debería desearlo. Porque bajo su sonrisa de ángel se esconde un demonio capaz de destrozar a cualquiera en cuestión de minutos. Y sé que, si me quedo a su lado, terminaré rota.
Pero también sé que no puedo –no quiero– alejarme de él.
Leonel va a destruirme… Y, aun así, estoy dispuesta a arder en su infierno.
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Capítulo 8 | Leonel
No la he buscado.
No he intentado abordarla. Ni siquiera la he mirado. Al menos no demasiado. No lo suficiente como para que lo note.
No sé porqué me importa tanto. No sé porqué me siento tan miserable.
La he visto más veces de las que me gustaría, y quiero golpear a todo aquel idiota que se le acerca. No sé qué está mal conmigo. No sé porqué soy de ésta forma. Jamás me había sentido avergonzado de mi naturaleza violenta. Jamás había querido ser diferente. Jamás había querido tanto ser otra persona para así, poder acercarme a ella.
— ¿Vas a ir a la fiesta de bienvenida de ésta noche? —la voz de Alex, uno de mis amigos, me saca de mis cavilaciones.
Mastico un bocado de emparedado que me he echado a la boca. No tengo ganas de ir a esa estúpida fiesta, pero una parte de mí, la idiota e impulsiva, me dice que vaya. Que una fiesta, alcohol y sexo es lo que necesito para sentirme como nuevo.
Me encojo de hombros y digo—: Si. Supongo que sí. ¿Irá alguien interesante?
—Tengo entendido que Jodie Harley terminó con Robert Graham, entonces estará despechada y lista para cualquier imbécil que le pida que se quite las bragas —dice Will, otro de mis idiotas amigos.
Hago una mueca de desprecio. Jodie no es mi tipo de chica. Lo era hace un año. Lo era hace unos meses. Lo era hace unas semanas... ¿Qué está pasando conmigo?
—Lucia también estará ahí —dice Charles con su mueca aburrida de siempre.
Hace unas semanas estaba decidido a meterla en mi cama. Hace unas semanas estaba tan obsesionado con ella... ¿Por qué, en el infierno, tenía que aparecer Lucia Hale en mi camino?, todo estaba perfectamente sin ella.
Mi mirada viaja por la estancia y la encuentro. Está sonriéndole a Cleo. Tengo entendido que Colton y ella siguen viéndose. Lucia pasado dos semanas desde el incidente del boliche y aún no he tenido el valor de acercarme. Me aterra tanto que me rechace...
— ¿Me estás escuchando, hermano? —mi ceño se frunce y miro a Alex.
— Lo siento —sacudo la cabeza—. ¿Qué decías?
—Decía que he escuchado que estará aquella chica con la que estás obsesionado. Lucia Hale.
Mi corazón da un vuelco dentro de mi caja torácica sólo con escuchar su nombre. — ¿Irá con alguien? —Alex tiene toda mi atención ahora. Necesito saber si irá con alguien.
—Creo que irá con su amiga, Cleo, de cuarto semestre. No estoy seguro, realmente.
Yo asiento intentando lucir despreocupado, pero estoy ansioso. Estoy ansioso y eufórico. Lucia estará ahí. ¡Lucia estará en esa jodida fiesta!, hermosa como siempre, sonriente, amable, dulce... Tengo que impedir que los idiotas se le acerquen. No puedo permitir que alguien quiera aprovecharse de ella. No puedo permitir que pongan sus manos sobre ella. Al menos, nadie que no sea yo.
— ¿Y si mejor nos vamos a algún bar? —sugiere Charles.
Yo lo miro fijamente y alzo las cejas con superioridad. —De ninguna jodida manera. Yo voy a ir a esa fiesta.
— ¿Te gusta, cierto? —una sonrisa idiota se desliza por el rostro de Will y aprieto los puños.
¿Qué caso tiene mentir? —Sí. Me gusta —respondo lacónicamente.
— No —dice y entrecierra los ojos—. Me refiero a que, realmente te gusta. Ella realmente te gusta. Te gusta del modo en el que te gustaba Alexandra.
Mi mandíbula se aprieta con sólo escuchar la mención de su nombre. Lucia no me gusta de la misma forma en la que Alexandra me gustaba. Alexandra siempre fue una chica vulnerable, indefensa, delicada... A Alex, siempre quise protegerla.
Lucia es todo lo contrario. Es la chica que cruzó el país entero para estudiar en la universidad que deseaba. Es la chica que viaja con un bate de béisbol por protección. Es la chica que no necesita que la enseñen a jugar bolos. Es la chica que no me teme, a pesar de que le he contado quién soy y qué soy.
—No me gusta de esa forma —respondo con hermetismo.
— ¿Ah, no?, ¿entonces no te importa si la invito a salir? —Charles se burla y alza una ceja.
Sé que está bromeando pero no puedo evitar tener ganas de plantar mi puño en su cara. —No te atrevas a acercarte a ella —siseo.
Mis tres amigos se ecLucia a reír y me siento furioso y avergonzado. Tomo mi charola y me levanto de la mesa. He tenido suficiente de ellos por ésta mañana.
Paso la tarde entrenando el doble de fuerte. No quiero tener energías para levantar un puño durante la noche. No quiero arruinar más las cosas. No quiero alejarla más de mí.
— ¿Siempre golpeas como si quisieras matar al saco? —la voz de Colton hace que pierda el ritmo de mis puñetazos.
Me tomo mi tiempo para golpear un par de veces más antes de hablar—: ¿No tienes algo mejor que hacer?, ¿Entrenar, por ejemplo?
—Iré a casa temprano. Cleo me ha invitado a la fiesta de bienvenida de la universidad donde estudia.
Me detengo en seco y lo miro. — ¿Sabes si Lucia irá con alguien? —pregunto y le ruego al cielo que su respuesta sea un no. Duda un momento y mis entrañas se revuelven. No sé que voy a hacer si su respuesta es un sí.
—No lo sé —dice finalmente—. Cleo no me ha dicho nada acerca de ella. No hemos tocado el tema del boliche, si eso te hace sentir más tranquilo.
Cierro mis ojos y tomo una inspiración profunda. Necesito tranquilizarme. Necesito estar sereno. Necesito mantenerme lo más relajado posible. No puedo permitirme perder los estribos una vez más.
— ¿Irás? —pregunta tras un silencio tenso.
—Si —golpeo el saco con energías renovadas.
—Entonces, te veré allá —dice pero yo no respondo. Sigo golpeando con fuerza.
“No lo arruines, Alvarez. No te atrevas a arruinarlo. No lo hagas.” Me regaño mentalmente.
~*~
Está lloviendo cuando llego al lugar. La música electrónica retumba en toda la casa Gamma.
Las mejores fiestas de bienvenida son hechas por la casa Gamma. Suelen lucirse con el alcohol y la ambientación que llevan.
Las luces de colores parpadean rápidamente y me toma unos segundos acostumbrarme a ellas. La gente camina, apretujada, en todo el lugar. Algunas parejas se besan en los rincones oscuros. Otras se tocan con descaro. Me pregunto cuánto tendré que beber para conseguir a una chica y besarla en un rincón.
Una chica me mira y me sonríe; yo le sonrío de vuelta. Hago mi camino hasta la cocina y tomo una cerveza de una de las neveras y comienzo a beber tragos largos y grandes.
— ¡Leonel! —la voz femenina me hace girarme sobre mis talones y, de pronto, me encuentro mirando a Margaret, enfundada en un vestido negro diminuto.
Es casi tan alta como yo. Su piel pálida está manchada por pecas y su cabello castaño rojizo, cae liso sobre su espalda. El vestido le queda tan corto que, si se agachara un poco, podría darle una excelente vista de su trasero a todo el que estuviera detrás de ella.
Camina hacia mí y envuelve un brazo en mi cuello. Mi mano libre se desliza alrededor de su cintura y sonrío inocentemente.
—Hola —ronronea y su nariz roza la mía.
—Estás caliente ésta noche —digo, porque es cierto.
Cualquiera que tuviese ojos podría ver lo guapa que es. Un beso es depositado en la comisura de mi boca y dejo que susurre en mi oído—: Tú me pones caliente.
Intento sonreír, pero estoy seguro de que luce más como una mueca, que como una sonrisa real. ¿Qué demonios está pasando conmigo?, solían encantarme estas cosas...
— ¿Bailamos? —digo y ella ríe contra mi oreja.
—De acuerdo —dice y tira de mi brazo hasta la improvisada pista de baile.
Comienza a menearse al ritmo de la música y siento cómo pega su cuerpo al mío deliberadamente. Puedo sentir su trasero justo entre mis piernas, pero no hay ningún tipo de reacción.
Envuelvo mis brazos en su cintura y pego su espalda a mi abdomen, desesperado por sentir algo. Cualquier cosa. Lo que sea.
Hundo mi cabeza en su cuello e inhalo su aroma, pero no encuentro nada que me haga perder la cabeza. Estoy frustrado, desesperado... ¿Qué me está sucediendo?
La canción termina y Lucia se aparta de mí y se gira para mirarme. Su sonrisa es sugerente y quiero, desesperadamente, corresponderle, pero no puedo. No puedo sonreírle. No puedo seguir haciendo esto.
— ¿Vamos a un lugar más callado? —pregunta, pero me aparto un poco.
—Debo encontrar a unos amigos —digo y me siento un imbécil—, ¿más tarde, quizás?
Noto un destello de coraje y dolor en su mirada, pero dice—: Como quieras.
La veo escabullirse en la multitud y suspiro con pesadez. Me siento miserable. Siento como si hubiese hecho algo terrible, y al mismo tiempo no he hecho ni la mitad de las cosas que solía hacer en éste tipo de fiestas.
Me abro paso hasta la cocina una vez más y tomo otra cerveza.
Mi mirada recorre la estancia y sé que estoy buscándola. Sé que no debo buscarla. Sé que me pidió que me alejara, pero no puedo. No puedo simplemente, verla alejarse de mí y quedarme de brazos cruzados... Estoy a punto de rendirme, cuando la veo. Está ahí, sonriéndole a un imbécil de mi semestre.
Mi sangre hierve dentro de mis venas y aprieto la mandíbula. Intento calmarme pero fallo. Estoy caminando en su dirección. Mis puños se abren y se cierran con fuerza y creo que voy a partirme la mandíbula en dos. Estoy furioso. Estoy desesperado. Quiero golpearlo.
Me paro detrás del chico y toco su hombro con una delicadeza que me asusta. Sé lo que le sigue a éste tipo de calma.
Él se gira y me mira con confusión. — ¿Se te perdió algo? —dice y sonrío.
No puedo dejar de sonreír, aunque no tengo ganas de hacerlo en lo absoluto. —Lárgate —digo con calma y frunce el ceño.
—Amigo, estoy charlando aquí—dice señalándola.
Lucia me mira y noto el terror en sus facciones. Eso me frena. Frena mi impulso de estrellar mi puño contra el rostro de ése imbécil. No quiero que me tenga miedo.
—Sólo, lárgate —digo, intentando recomponerme.
—Eres un imbécil —dice y se gira para seguir hablando con Lucia.
Hago una mueca de desagrado y niego con la cabeza. Lo estoy intentando. Realmente estoy intentándolo, pero me lo está haciendo difícil. Tiro de su hombro con brusquedad y acerco mi cuerpo al de él. Mi cara está casi pegada a la suya, de forma intimidatoria. Él es un par de centímetros más alto que yo, pero aún así, noto cómo se encoge, amedrentado por mi actitud amenazante... O quizás es por la fama que bien me he ganado en el campus.
—Leonel —la voz de Lucia se abre paso entre la música y el barullo de la fiesta, pero yo no despego la mirada del tipo que tengo enfrente.
—Te lo voy a repetir—digo con calma—. Aléjate de ella.
—Leonel, detente... —suplica Lucia.
—Te lo voy a repetir, yo también —dice con valentía—. Estoy charlando aquí y si hay alguien que debe pedirme que me vaya, es ella.
Una sonrisa carente de humor me asalta. La ira cruda y poderosa comienza a tomar posesión de mi cuerpo. Aprieto los puños y me preparo para lo que viene. Lo intenté. De verdad lo intenté.
— ¡Leonel, no! —dice Lucia, pero yo ya estoy listo para atestar el primer golpe.
El tipo frente a mí, es tirado hacia atrás por la fuerza minúscula de Lucia, pero se libera de su agarre con brusquedad, haciendo que la ira dentro de mi cuerpo aumente considerablemente.
—Eres un maldito fanfarrón, ¿no es así? —una sonrisa con aire burlón se apodera de la boca del imbécil y niego con la cabeza. Está pidiéndome a gritos que rompa su cara—, no vas a golpearme. Eres una maldita nen...
Mi puño conecta con su mandíbula antes de que pueda terminar la frase, y un jadeo colectivo inunda la estancia. El tipo se tambalea hacia atrás y se lleva la mano a la cara, sólo para comprobar que no le he roto la quijada.
— ¡Leonel! —grita una voz conocida, pero no me importa. Esto es personal. Él imbécil ha cruzado la línea. Me provocó.
— ¡Eres un hijo de puta! —espeta y tira un puñetazo en mi dirección. Yo esquivo su golpe lento y torpe, antes de conectar mi puño contra su nariz, la cual, cruje bajo mi puño. Estoy seguro de que se la he roto. Él grita de dolor y conecto mi rodilla contra su estómago, sofocándolo por completo.
Alguien tira de mí hacia atrás, y me giro sobre mis talones para conectar mi puño contra quien sea que esté intentando detenerme. Siento un estallido de dolor en la parte trasera de mi cabeza y me tambaleo hacia adelante, desorientado.
Un golpe es atestado en mi rostro y los ojos se me llenan de lágrimas al sentir el estallido de mi nariz. Mi visión se nubla por completo cuando un puño conecta contra mi estómago, en un gancho mal colocado. Un gancho que no me sofoca, pero que hace que me doble un poco.
Apenas puedo escuchar los gritos. Necesito concentrarme. Necesito enfocarme...
Me toma unos instantes registrar que son tres los tipos que están rodeándome. Seguro son amigos del imbécil que se metió conmigo. Arremeto mi puño contra uno de ellos y utilizo el mismo impulso para tirar mi codo hacia atrás, y balancearme para golpear al segundo.
Un rostro familiar aparece en mi campo de visión, esquivando mi puño con rapidez. Me toma un momento darme cuenta de que se trata de Colton.
Sus manos se posan en mis hombros, empujándome lejos de la pelea, pero yo no estoy listo para irme. No le he dado a aquel imbécil su merecido. Necesito...
—Déjalo ir, Leonel. Déjalo ir —dice Colton entre dientes.
Yo gruño en respuesta, liberándome de su agarre. Dirigiéndome hacia el imbécil que está poniéndose de pie. Colton me toma por el torso, tirando de mí hacia atrás, pero yo no cedo mi lucha por liberarme.
— ¡Detente! —una voz familiar, grita a mi lado—, ¡Leonel, por favor, detente!
Me libero de Colton una vez más, pero unos dedos temblorosos se apoderan de mi muñeca, deteniéndome con fuerza. Mi mirada se vuelca hacia la persona que está sosteniéndome, y veo a Lucia, mirándome con desesperación y angustia. Sus ojos están llenos de lágrimas no derramadas.
—Detente —dice en un débil susurro—. Leonel, por favor, detente.
Mi mandíbula se tensa por completo y cierro los ojos. —Sal conmigo —pido lastimosamente, volviéndome hacia ella, quien asiente sin siquiera pensarlo—. Sal conmigo —repito, dando un paso en su dirección.
Ella desliza su mano por mi muñeca y aprieta mis dedos con su mano temblorosa. —P-Por favor, vámonos de aquí —pide con la voz entrecortada y tira de mí con fuerza.
No tiene que pedirlo dos veces antes de que comience a caminar, siguiendo su camino, absorbiendo el contacto de su mano envolviendo en mis dedos.