Juana María, una Dominicana que reencarnó en una de sus novelas favoritas, pero no puede creer que corrió con la mala suerte de reencarnar en la villana de la historia.
—No, no, en la villana no, en la villana nooo ¡Quiero ser la protagonista!
Grita en medio de la sala del banquete.
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Capitulo: 07
AMBER:
—¿Tu que Letia?
Pregunta mi padre dirigiéndole una mirada peligrosa a la bruja.
—Duque... Solo le enseñaba modales a nuestra hija... ¿Verdad que sí Cristal?
Ella mira a la bastarda de su hija y esta asiente varias veces.
—Así es padre, mi madre le estaba enseñando modales a mi hermana, ella se ha comportado muy mal.
Mi padre sonríe, pero de esas sonrisas que dan mucho miedo.
—¿Me está diciendo que la manera de educar a mi hija es haciéndola pasar vergüenza?
—Querido... No sé a qué te refieres...
—Si sabes a lo que me refiero Miranda ¿Tu plan era hacer que mi hermosa hija llegara aquí en el carruaje de la servidumbre? ¡Esto es imperdonable!
Mi hermoso padre alza la voz y la mujer comienza a temblar como una hija.
—Me equivoqué querido... Yo...
—No hacen faltas explicaciones... Tú y tu hija están castigadas, tienen prohibido salir durante un mes y tampoco se le pasará una mesada.
—Querido no... No puedes hacer eso... Mi prestigio...
—Tu prestigio poco me importa.
Dice para darse la vuelta conmigo y caminar hacía el carruaje.
La bruja camina hacia nosotros con la intención de subirse en nuestro carruaje y mi padre la mira.
—¿Qué crees que haces?
—Ir con mi esposo.
Responde como si nada pasara y el duque frunce el ceño.
—Conmigo no vas a venir, largo de mi vista.
Menciona con voz fría y la mujer se aleja mientras yo le sonrío con burla.
Los tres volvemos al carruaje y mi padre mira por la ventana con el ceño fruncido.
—Si vuelve a molestarte me lo cuentes, no quiero que me ocultes nada ¿Entendido Amber?
— Si padre, le contaré todo y no me guardaré nada.
Él asiente y los tres nos vamos en un cómodo y tranquilo silencio hasta llegar a nuestra mansión.
Al salir del carruaje, el duque le hace seña a Letia sin que su hija se dé cuenta y esta lo sigue en silencio hasta su oficina.
Al entrar el duque le señala un sillón para que ella tome asiento y luego él hace frente a ella.
La chica al ver a semejante hombre frente a ella comienza a temblar involuntariamente y el duque frunce el ceño.
—Señorita Letia, no voy a hacerle nada, deje de temblar.
Le dice con rostro serio y las mejillas de Letia se vuelven completamente rojas haciendo que el duque la vea muy adorable.
—Lo siento duque, no es mi intención.
Murmura en un tono de voz muy bajo y el hombre asiente mientras suspira.
—Cuentame Letia ¿Cómo es la relación de mi hija con la duquesa?
Ella mira al duque con duda mientras permanece en silencio.
—Puedes confiar en mí, tienes mi protección Letia.
La chica suspira para luego hablar con un leve temblor en la voz.
—La duquesa trata muy mal a la señorita.
Dice en un hilo de voz y él frunce el ceño sintiéndose molesto por no prestar mayor atención a su querida hija.
—¿Por qué nunca me dijo nada? Ella sabe que es primero ante todo.
Letia toma aire antes de volver a hablar.
—La duquesa y su hija juegan con la mente de la señorita, se hacen pasar por buenas cuándo no lo son... Pero la señorita está cambiando y se está dando cuenta quienes son ellas en realidad.
El duque se coloca en pies, se dirige a una pequeña licorería que tiene y se sirve una copa.
—¿Le gustaría una copa?
Letia duda, pero luego asiente... Una copa no está mal.
Piensa mientras el duque le pasa una copa y ella lo toma de un solo trago para luego toser, al sentir como su garganta es quemada por ese líquido.
Él al ver esa reacción comienza a reír.
—Vaya, usted nunca había tomado, venga le enseñaré.
El duque le enseña a la doncella de su pequeña, a como tomar licor y saborear el líquido sin que sienta como su garganta se quema en el proceso.
AMBER:
Luego de llegar me dirijo a mi habitación hasta esperar que se oscurezca.
Vi a Letia seguir a mi padre, y por más que me canso de esperarla no llega, así que le dejo una carta, para que no se preocupe, me coloco una capa negra y salgo por la ventana.
A escondida me dirijo al establo y preparo un cabello para partir a la mansión de ese archiduque.
Ya lista arranco sin ser vista y recorro los caminos por alrededor de veinte minutos hasta llegar a la mansión del archiduque si es que la memoria de este cuerpo no me falla.
Siento mis nalgas adoloridas, pero aun así trato de caminar como una dama fina y elegante.
Toco la puerta de la solitaria mansión que parece, esas casas embrujadas de las películas que miraba en mis tiempos libres.
La puerta es abierta y observo al guapo hombre frente a mí que me mira con las cejas alzadas.
—Llega diez minutos tarde.
—Lo sé, lo bueno siempre tiene que esperar.
Menciono con una sonrisa perfecta y él entrecierra los ojos.
—Pasa, estamos solos, le he dado la noche y el día de mañana a los sirvientes.
—Mmm, eso es bueno, muy sabio de tu parte lord Leroux.
Digo mientras camino delante de el por una enorme sala.
—Creo que sería mejor si dejamos las formalidades ¿No crees?
Me detengo para girarme y mirarlo con una sonrisa.
—Estoy de acuerdo Vicent.
—De acuerdo ¿Desea tomar o comer algo Amber?
Pregunta y yo niego inmediatamente.
—No es necesario, quiero que entremos a la acción de inmediato.
—¿Está ansiosa?
—Sí, estoy deseosa de ver lo que puede hacer archiduque.
—Usted lo pidió.
Menciona para luego tomarme en sus brazos y cargarme estilo princesa.
Sube unas largas escaleras hasta que llegamos frente a una puerta enorme de color negro.
—Aún está a tiempo de arrepentirse lady Amber.
—¿Acaso me estás viendo con cara de arrepentimiento?
—No.
Dice para luego entrar a la habitación y lanzarme a la cama.
—¿Por dónde comenzamos?
Pregunta mientras me observa con media sonrisa.
—Quítate la ropa y muéstrame la mercancía.
Menciono con voz dulce mientras tomo asiento en la cama y lo miro fijamente.
—¿Me estás ordenando?
—Eso hago ¿Algún problema?
—Sí... Ninguna mujer me ordena en la cama.
Me río en su cara para luego mirarlo fijamente.
—Quítate la ropa Vicent Leroux, quiero ver tu cuerpo.