En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 7: Un nuevo hogar
El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas rotas, proyectando sombras inquietantes en el interior del refugio temporal. Ayanokouji Kiyotaka, siempre meticuloso, revisaba el inventario de suministros con Saya y Alice. Sabía que el refugio actual no sería seguro por mucho tiempo y que necesitaban un lugar más permanente para establecerse.
—Necesitamos encontrar un lugar que podamos fortificar mejor —dijo Ayanokouji, su voz calma pero decisiva—. Una casa grande, con muros altos y suficiente espacio para todos.
Takashi, siempre dispuesto a la acción, asintió con determinación. —Podemos dividirnos y explorar las áreas residenciales cercanas. Hay muchas casas grandes en la periferia de la ciudad.
Shizuka, con su naturaleza cuidadosa, añadió—: También necesitamos asegurarnos de que haya recursos cerca. No podemos quedarnos sin comida ni agua.
El plan fue rápidamente formulado. Ayanokouji, Takashi, Rei y Saeko formarían el equipo de exploración, mientras que Saya, Kohta, Alice y Shizuka se quedarían en el refugio temporal, protegiendo a los más vulnerables y preparando todo para una posible mudanza.
El equipo de exploración se movió con cautela por las calles, sus sentidos agudizados ante cualquier amenaza. Los ecos de los zombies resonaban a lo lejos, pero el grupo avanzaba con determinación, sabiendo que su supervivencia dependía de encontrar un lugar seguro.
—Allí —dijo Saeko, señalando una casa grande y aparentemente intacta al final de la calle—. Esa podría ser una buena opción.
La casa era un edificio de dos pisos con un alto muro perimetral y un portón de hierro forjado. Parecía haber resistido el caos inicial mejor que las demás estructuras a su alrededor.
—Vamos a revisar el perímetro primero —indicó Ayanokouji, liderando el avance con su habitual calma estratégica.
El grupo rodeó la propiedad, asegurándose de que no hubiera zombies escondidos. Encontraron la puerta trasera del jardín abierta y se adentraron con precaución. Takashi y Rei revisaron la planta baja mientras Saeko y Ayanokouji subían las escaleras para inspeccionar el segundo piso.
—Parece despejado —dijo Takashi, relajando un poco el agarre en su bate de béisbol—. Y hay suficiente espacio para todos.
Ayanokouji asintió, observando la robustez de las paredes y la disposición de las habitaciones. —Podemos fortificar las ventanas y usar el muro perimetral para nuestra ventaja. También hay suficiente terreno para cultivar algo de comida.
Saeko, siempre pragmática, añadió—: Necesitamos asegurarnos de que el suministro de agua funcione y de que haya suficiente almacenamiento para nuestros suministros.
Con el plan en mente, el grupo regresó al refugio temporal para informar a los demás. La noticia fue recibida con alivio y esperanza. Todos se prepararon rápidamente para la mudanza, empaquetando lo esencial y asegurándose de que el traslado se hiciera de manera ordenada y rápida.
Al llegar a la casa, el grupo se dividió en tareas específicas. Kohta y Takashi comenzaron a fortificar las ventanas y puertas, mientras Saya y Shizuka inventariaban los suministros y los almacenaban de manera eficiente. Alice, con su energía juvenil, ayudaba donde era necesario, su mirada siempre alerta.
Ayanokouji supervisaba todo, asegurándose de que cada detalle fuera atendido. Sabía que el éxito de su nuevo refugio dependía de una ejecución precisa y coordinada.
La noche cayó, pero esta vez, dentro de la casa fortificada, el grupo sintió una rara sensación de seguridad. Las barricadas estaban en su lugar, las ventanas aseguradas, y el generador de emergencia que Kohta había reparado proporcionaba una tenue luz en la oscuridad.
—Hemos hecho un buen trabajo hoy —dijo Takashi, mirando a su alrededor con una mezcla de cansancio y satisfacción.
—Este lugar puede ser nuestro hogar —añadió Rei, sonriendo levemente por primera vez en días.
Ayanokouji miró a sus compañeros, su expresión seria pero con un brillo de determinación en sus ojos. —No será fácil, pero juntos podemos hacer de esta casa una verdadera fortaleza. Mañana comenzaremos a planificar nuestras expediciones y a establecer una rutina de defensa.
Mientras la luna brillaba sobre la ciudad desolada, el grupo se preparaba para descansar, sabiendo que el verdadero desafío apenas comenzaba. En un mundo devastado por el caos, habían encontrado no solo un refugio, sino también un rayo de esperanza y unidad.
