Un soldado de un antiguo reino fue sometido a un experimento para transformarlo en un arma de destrucción masiva mediante alteración genética. Algo salió mal y despertó mil años después, en un mundo mágico lleno de bestias de fantasía. Desorientado, encuentra las ruinas de su reino y un nuevo campo de batalla entre civilizaciones desconocidas. Con habilidades sobrehumanas, debe descubrir su propósito en este nuevo y peligroso mundo.
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Capítulo 8: Tesoros Ocultos
El amanecer llegó silencioso sobre la aldea orca, las primeras luces del sol iluminando los restos de la batalla. Zen se despertó con una determinación renovada. Sabía que debía explorar el asentamiento y recolectar todo lo que pudiera ser útil para su viaje. La aldea, ahora desierta y llena de escombros, se convertiría en su hogar temporal y en la base desde la cual planearía sus próximos movimientos.
Zen comenzó su exploración metódicamente, avanzando de una cabaña a otra. Su imponente figura se movía con sorprendente agilidad entre los restos, sus garras levantando los escombros y sus ojos agudos buscando cualquier objeto de valor. La mayoría de las viviendas eran pequeñas y rudimentarias, y a menudo demasiado frágiles para soportar su peso sin derrumbarse. Sin embargo, el botín que encontraba era variado y prometedor: herramientas rústicas, armas orcas y provisiones básicas que podrían serle útiles en los días venideros.
Mientras se movía entre las ruinas, Zen reflexionaba sobre la crudeza de la vida de los orcos. Cada hogar era un recordatorio de su estilo de vida, basado en la fuerza bruta y la supervivencia del más fuerte. Las paredes toscamente construidas y las decoraciones minimalistas mostraban un desprecio por la comodidad y el lujo que él había conocido en su vida pasada. En su mente, intentaba reconciliar su nueva existencia con los recuerdos de su vida humana, donde la civilización y la tecnología reinaban sobre la magia y la fuerza física.
Encontró un refugio adecuado en la casa del difunto líder orco, Grugor. La estructura, aunque simple, era la más grande y robusta del asentamiento. Sus paredes de madera gruesa y techos altos permitían que Zen se moviera sin miedo a derrumbarla con su tamaño. Decidió que este sería su hogar temporal mientras se preparaba para su largo viaje hacia la capital.
La casa de Grugor tenía una atmósfera diferente a las demás. A pesar de la brutalidad del líder orco, su hogar estaba organizado de manera más meticulosa y contenía objetos que reflejaban una cierta ambición más allá de la mera supervivencia. Zen se sintió atraído por esta contradicción, preguntándose qué aspiraciones ocultas podría haber tenido Grugor.
Dentro de la casa de Grugor, Zen descubrió un cofre grande y pesado escondido en una esquina. La madera del cofre estaba gastada por el tiempo, pero seguía intacta. Con un esfuerzo, Zen lo abrió, revelando su contenido. En su interior encontró una variedad de objetos útiles y valiosos: armas orcas, joyas, y lo más importante, un mapa detallado de la zona.
Zen extendió el mapa sobre una mesa improvisada y comenzó a estudiarlo detenidamente. El pergamino mostraba varias ubicaciones importantes en los alrededores. Uno de los puntos más destacados era una aldea humana, situada a unos 30 kilómetros al este. La aldea estaba marcada con símbolos que indicaban recursos y caza, lo que sugería que los orcos habían planeado destruirla y saquear sus riquezas. Este conocimiento transformaba la aldea en un punto estratégico para obtener suministros y posiblemente información sobre la situación actual del mundo.
Además de la aldea humana, el mapa también señalaba una cueva extraña ubicada al norte. La cueva estaba rodeada de símbolos que Zen no reconocía, pero su posición aislada y las marcas inusuales despertaron su curiosidad. Podría ser un lugar interesante para explorar, quizás escondiera secretos o tesoros que los orcos no habían descubierto o comprendido.
Zen se detuvo un momento, sus garras rozando la superficie del mapa. La cueva era intrigante. Podría ser un refugio natural o, tal vez, la entrada a algo más antiguo y poderoso. La posibilidad de descubrir algo más allá de lo que los orcos habían encontrado le daba una razón adicional para explorarla. Además, el aislamiento de la cueva la convertía en un lugar seguro para almacenar provisiones o refugiarse si las cosas se ponían peligrosas.
Mientras continuaba examinando el mapa, Zen encontró otros puntos de interés, como una antigua torre en ruinas al oeste y una serie de lagos al sur. Estos lugares estaban indicados como puntos de saqueo en las rutas que los orcos habían trazado para asaltar a los humanos. Cada uno de estos sitios podría ofrecer algo valioso o útil en su viaje. Decidió que exploraría cada uno en su debido momento, comenzando por la aldea humana, donde podría obtener más información sobre el estado actual del mundo.
Además del mapa, el cofre contenía otros objetos valiosos: monedas de oro, gemas preciosas, y varios documentos que detallaban las rutas de caza y los planes de los orcos para destruir y saquear aldeas humanas. Zen sabía que estas riquezas podrían ser útiles para negociar y asegurarse recursos en el futuro. Observó con atención los documentos, notando los detalles de las rutas y los tiempos estimados para los ataques. Este conocimiento podría ser una ventaja significativa, no solo para evitar posibles peligros, sino también para adelantarse a los movimientos de sus enemigos.
Zen pasó el resto del día organizando su botín y acondicionando la casa del líder orco para convertirla en su base. Usó las herramientas y materiales que encontró para reforzar las paredes y el techo, creando un refugio más seguro y habitable. Cada movimiento, cada decisión, estaba guiada por la necesidad de prepararse para el viaje que le esperaba. Mientras trabajaba, no podía evitar reflexionar sobre la ironía de su situación: una vez humano, ahora usaba las posesiones y la fuerza de sus antiguos enemigos para construir un nuevo camino.
Esa noche, se sentó en la entrada de su nueva casa, observando el cielo estrellado y reflexionando sobre sus descubrimientos. Sabía que el camino hacia la capital sería largo y peligroso, pero ahora tenía un punto de partida claro y una idea de hacia dónde dirigirse. La aldea humana y la cueva extraña eran sus primeros objetivos, y estaba decidido a explorarlos para obtener más recursos y conocimientos.
Zen se permitió un momento de introspección. Los cambios en su vida habían sido drásticos y dolorosos, pero cada paso que daba en esta nueva existencia parecía acercarlo a una comprensión más profunda de sí mismo y de su propósito. La transformación que había sufrido no solo lo había hecho físicamente más fuerte, sino que también le había otorgado una perspectiva única sobre el poder y la supervivencia.
Con un último vistazo al mapa y una mente llena de planes, Zen se preparó para descansar, consciente de que el amanecer traería nuevos desafíos y oportunidades. Mientras el silencio de la noche envolvía la aldea, se permitió un momento de tranquilidad, sabiendo que cada día lo acercaba más a descubrir la verdad sobre su pasado y su lugar en este nuevo y extraño mundo. Los ruidos lejanos del bosque y el crujido ocasional de las llamas en la distancia eran un recordatorio constante de la naturaleza salvaje y peligrosa de su entorno.