La Reina Sucia

Caminaron tomados de la mano, le mostró toda la parte interna del palacio, eran espacios muy hermosos y lujosos.

Luego fueron al jardín, la princesa quedó impresionada al ver el hermoso rosal azul.

Acarició las rosas con delicadeza y percibió su delicioso olor.

—¡Que hermosas son las rosas, su color y olor, las hace únicas.

—¡Son tan hermosas, y únicas como tú, como tú princesa!—comentó Verchiel.

Él se mantenía de pie, cerca de una fuente, ella lo miró y sonrió, estaba en un estado de relajación del que no quería salir.

Por su parte, Alba por primera vez se sentía libre, feliz, había sonreído más ese día, que cualquier otro día de su vida.

En un descuido se pinchó un dedo y se quejó, haciendo que Verchiel se acercara a ella inmediatamente.

—¡Auch! Me pinché.

—Déjame ver—revisando su dedo—es superficial.

—Si te gustan las rosas, debes amar las espinas, eso decía Esmeralda.

El príncipe sonrió y besó las manos de Alba, estaban muy cerca, se miraron a los ojos y sus corazones latieron agitados, sentían muy fuerte su palpitar.

En la boda, Verchiel no fue capaz de besarla en los labios, él estaba tan impactado que solo pudo besar sus manos, pero en estos momentos deseaba besar sus labios.

Verchiel la acercó más y juntó sus labios con los de ella, sintiendo como su cuerpo se alertaba, sentía algo extraño, algo mágico, algo único que ninguno de los dos había sentido.

Solo fue un roce de labios, un beso pequeño e inocente, pero para ambos fue como si se detuviera el tiempo. El Rey, también se dió cuenta de la inocencia y pureza de Alba, ya que al separarse, vio la cara de terror que tenía, y sus manos estaban sudorosas.

—¿Se encuentra bien mi princesa?

Alba aún estaba en shock, no sabía qué responder, solo parpadeaba—Entiendo que es tu primer beso.

Alba reaccionó y dijo aún mirándolo a los ojos.

—Si, si, disculpe mi actitud, su majestad.

—Está bien princesa, creo que debemos entrar al palacio porque está haciendo mucho frío.

La sujeto de la mano y comenzaron a caminar hacia el palacio, al llegar los guardias le informaron de algunos problemas con otros ladrones, Verchiel frunció el ceño y Alba se preocupó, ella sabía que había mucha gente de su pueblo, que viajaba a escondidas de la Reina para encontrar mejor calidad de vida.

Verchiel llamó a las doncellas y mandó a llevar a la princesa a la habitación para que descansara. Al entrar a la habitación Real, quedó maravillada, tenía pisos de mármol, y su decoración era, de color blanco, dorado y negro, muy sobria pero elegante.

Cómo estaba tan cansada, las doncellas prepararon un baño y la ayudaron con la ropa, ellas vieron las cicatrices en su espalda y piernas, se impresionaron, pero no dijeron nada.

Martha peinó su cabello y la colocaron para dormir.

La princesa aunque estaba preocupada por lo que escucho, sentía mucho sueño estaba muy cansada y se durmió.

Los ladrones fueron llevados al calabozo. Por lo sucedido Verchiel no tendría su noche de bodas, además también había decidido, conocer mejor a la princesa antes de hacerla su mujer.

Verchiel tomó al líder y lo comenzó a interrogar.

—A caso no se enteraron que hay tregua entre reinos, y que ustedes no deben seguir entrando a mi Reino para robar a mi pueblo.

El hombre yacía de rodillas con la cara en el piso, no era digno de mirar a su majestad.

—Estamos desesperados, su majestad, tenemos hambre y nuestras familias están muriendo, la Reina Ofelia es malvada.

—Su Reino es próspero, yo soy testigo de ello.

—Prospero para ella, pero el pueblo sufre y muere de hambre, ayúdenos su majestad, estamos dispuestos a trabajar para usted.

—No perdono una traición o engaño, estarán encarcelados, luego los devolveremos con su Reina.

Esto parecía peor castigo, que lo que él pudiera otorgar y todos comenzaron a llorar y clamar piedad.

—¡Piedad mi Rey, piedad por los niños!, ¡Usted es justo y bueno!—Exclamó una mujer en la multitud.

El Rey miró entre la multitud y vió un grupo de niños muy delgados, y llorando, tuvo compasión por ellos y ordenó.

—Estarán aquí hasta que tomemos una decisión, denles de comer a los niños—terminó de ordenar.

Uno de los niños se acercó e hizo una reverencia, agradeciendo dijo,

—Usted es bueno, bien merecido de haberse casado con Suci.

El Rey frunció el ceño, y bajó a la altura del niño y preguntó.

—¿Quien es suci?

—La princesa sucia, usted se casó con ella, ahora ella es la Reina sucia—exclamó el niño con mucha alegría e inocencia.

Esto causó cierta incomodidad en el Rey y no entendió lo que quiso decir el niño, su madre lo tomo de la mano y se disculpó por él.

El Rey salió de los calabozos y se dirigió a la sala de reuniones, junto con sus más fieles guerreros y consejeros.

—¿Dónde está Uri?—Pregunto Verchiel

—Su majestad sigue en el Reino Blanco, como usted le indicó, está indagando todo sobre ese Reino.

—¿Que haremos con esta gente?—Pregunto un consejero.

—Esperemos a Uri, según la información que traiga, tomaré una decisión.

El Rey creía lo que decían los campesinos, pero necesitaba más pruebas, y saber ¿quién era Suci?, por qué el niño le dijo eso.

La preocupación lo agobió y pasó toda la noche, conversando con su gente para tratar de conseguir una solución a este problema./