Permitir acceso.
Un juego perdido. Una leyenda urbana.
Pero cuando Franco - o Leo, para los amigos - logra iniciarlo, las reglas cambian.
Cada nivel exige más: micrófono, cámara, control.
Y cuanto más real se vuelve el juego...
más difícil es salir.
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Capítulo 7: Secretos.
Capítulo 7: Secretos
Me acosté en la cama con la notebook sobre las piernas, encendí la copia del juego y, sin pensarlo mucho, empecé a jugar. Esta vez, los NPC tenían otro aire. No daban misiones, pero sus palabras eran distintas. Un viejo del pueblo murmuraba:
—Todas las noches, en la zona este, se escucha un aullido…
Otra mujer comentaba:
—Se me perdió una gallina y la encontré desplumada cerca de las colinas, por donde sale el sol.
Las pistas empezaban a brotar, sutiles, como susurros entre la pixelada realidad del juego.
Al llegar a la casita de la vieja del pueblo, ella me miró con seriedad y me dijo:
—Antes de salir, necesitás la bendición de los dioses.
Me entregó una lanza que llevaba la pulsera del nivel anterior. Me advirtió que debía ir solo, porque el lobo tenía un oído tan fino que si éramos muchos, se escaparía. Ya había sucedido muchas veces.
—Tenés que ir por arriba —me aclaró, señalando hacia el sol.
Mientras terminaba de escucharla, la puerta se abrió y Lucas apareció.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con una sonrisa y un tono que remarcaba sospecha.
Guardé, cerré la partida y respondí:
—¿Nada?
—¿Vamos a jugar entonces? —me preguntó.
Sin decirle nada de la copia, acepté.
Disimulé como un actor digno de un Óscar, como si jamás en mi vida me hubiera cruzado con esos píxeles.
Y con sutileza, le hice ver el camino que tenía que seguir.
Subimos por el sendero hacia arriba, él con la intuición de que ahí encontraríamos algo, y yo con la certeza de lo que había.
Pasamos por la vieja. Me hice el sorprendido ante la pulsera del nivel anterior.
Una parte de mí se alegraba de tener a mi hermano jugando en la palma de mi mano. Pero la otra parte… se sentía un poco fría.
Al llegar a una colina, nos topamos con una escena que nos heló la sangre: una montaña de cadáveres, manchones de sangre que rompían la resolución pixelada, pero no por eso eran menos perturbadores.
Lucas juraba que esa sangre era un JPG.
Y allí estaba él, el lobo. Indestructible.
Lucas miró la pantalla y dijo:
—Pero no lo podemos ni tocar —comentó con confusión—. Al menos al Merluso ése del primer nivel le podíamos pegar para sacarnos las ganas, mínimo.
Revisé los archivos y encontré algo interesante.
—No tiene hitbox ni colisión. No podemos atacarlo —le dije a Lucas, mientras miraba el explorador.
Intenté modificar archivos, cambiar parámetros… pero nada funcionó.
Probamos mil formas. Morimos una y otra vez.
Agotados, buscamos en Reddit. La respuesta parecía sacada de otro mundo: activar el micrófono.
Al hacerlo, apareció un pilar rojo que subía con la intensidad de nuestra voz. Cuando gritábamos, el lobo se paralizaba.
Lucas gritó, y el lobo cayó al suelo. Pudimos atacarlo.
Repetimos la escena entre risas, hasta que mamá entró y preguntó qué pasaba.
Le contamos, entre risas, y seguimos hasta derrotar al lobo.
Luego, en Reddit, nos dimos cuenta de que no hacía falta gritar. Solo con subir la ganancia del micrófono alcanzaba.
Nos reímos de nuestra inocencia.
Esa noche, me quedé despierto.
Abrí la copia y, con solo soplar, llené la barra.
Pasé el nivel en secreto.
Empecé a explorar el siguiente nivel, consciente de que estaba solo en eso.
Mientras el sueño se hacía esquivo, olvidé la alarma para ir a la facultad.