Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Indiferencia
Mauro
Leo la invitación a la boda de Ming y Valentina cuidadosamente. Por fin se le hizo el milagro al idiota de Ming. Ha pasado toda su vida suspirando por esa mujer y hoy por fin podrá casarse con ella.
Y, además, será padre de gemelos. Puede que se haya demorado en conquistar a Valentina, pero se ha puesto al día rápidamente.
Se casan este sábado y supongo que tendré que tomar una decisión esta noche. De lo contrario, no llegaré a la boda.
Paso mi dedo por el borde de la invitación mientras recuerdo a Mei. Ella querría que estuviera junto a su hijo en el día más importante de su vida.
Ming quiere que esté a su lado.
Toda una vida de sentirme apartado llena mi cabeza con imágenes de los hombres que pensaba que eran mis amigos. Pero nunca lo fueron. Cada uno escogió a su mejor amigo y me dejaron a un lado. Fingí que no me importaba, pero la verdad es que me dolía mirar esos lazos inquebrantables. Deseé ser parte de ese vínculo, pero nunca pude hacerlo.
Me apartaron como mi familia lo hizo.
Era doloroso sentir la indiferencia de mis padres cada puto día desde que nací. Sé que si no hubiese sido por Bianca no hubiese tenido a nadie con quien conversar. Ella se dio cuenta del dolor con el que tenía que vivir a diario y no dudó en tomar mi mano y hacerme sentir que importo.
Bianca fue un ángel en una vida llena de soledad y oscuridad.
Mi padre nunca se dirigió a mí, no hasta que me vio dibujando vestidos en mi croquera, y quizá por eso, a sabiendas de que me ganaría un castigo, siempre dibujaba cuando él me veía, porque buscaba al menos una interacción con ese hombre que llegué a idolatrar.
Pero la vida se encargó de que pudiera verlo sin el frito de un niño, que todavía tenía la esperanza de ganarse el cariño de sus padres.
Y mi madre siempre me apartó de su lado, como si yo no fuera más que una molesta plaga. Viajaba por semanas con tal de no verme y los pocos días al mes que estaba en casa se iba al Club y volvía cuando yo ya estaba en la cama.
Y luego, cuando necesité su apoyo en el momento más vulnerable de mi vida, no solo me dio la espalda, sino que me repudió aún más.
Creí, cuando conocí a Ming y a los demás, que ese momento de ser invisible se acabaría, pero no lo hizo. Ellos formaron sus alianzas y me dejaron fuera.
Y, sí, es verdad que cuando quise matarme aspirando casi trescientos gramos de cocaína y metiéndome un centenar de otras mierdas a mis venas, estuvieron ahí para mí. Pero nunca me preguntaron por qué hacía lo que hacía, lo único que hicieron fue encerrarme y hacerme sentir como si fuera el mayor de los idiotas por intentar tomar mi propia vida. Como si mi dolor no fuera merecedor de tal acto, como si una vida solitaria y destrozada no pudiera competir con el dolor que ellos habían vivido.
Recuerdo la mirada de Renji y de Alek, cuando desperté después que me lavaron el estómago, como si hubiese ocurrido ayer.
–Sé hombre –me dijo Renji–. No tienes idea de la suerte que has tenido.
–Ni idea –agregó Alek–. En esta habitación todos hemos vivido horrores inimaginables a manos de nuestros padres, y seguimos de pie.
–Y sin envenenar nuestra sangre con esa mierda –dijo Conor–. Te vienes conmigo ahora –ordenó y eso fue lo único que se conversó del tema.
Suspiro cuando siento el mismo dolor que sentí ese día. Pensé que ellos eran distintos, pero no lo eran. La única razón por la que ellos mantuvieron esta pseudo amistad es porque necesitaban los puertos que La Cosa Nostra les ofrecía. Los mejores puertos para entrar al mercado de Europa. Y la única razón por la que yo me quedé ahí fue por Mei. Ella me entregó el cariño y la comprensión que nunca tuve de mi madre.
Y por esa misma razón tendré que viajar esta noche.
Ming tiene razón. Mei hubiese querido que estuviera junto a él en el día de su boda.
El celular vibra en mi bolsillo y quisiera lanzarlo lejos cuando leo otro mensaje de mi madre.
Jeff no ha tenido mucha suerte, pero estamos seguro de que esta noche será su noche. Envíame trescientos mil euros.
Tomo mi teléfono para transferirle, pero la puerta de mi oficina se abre y entra Venecia mordiéndose su labio inferior y jugando con sus manos, claramente nerviosa.
–Imagino que el togo ya está en la fábrica –digo mientras evito su mirada.
Suspira antes de dejarse caer en la silla frente a mí. –La cagué y vine a decir que lo siento.
–¿Te diste cuenta?
–Lo hice –susurra mientras mira el escritorio–. Deberías haberme dicho que la tela ya venía lista para ser tratada.
–No tengo por qué darle explicaciones a mis trabajadores de las decisiones que tomo –le recuerdo.
–Lo sé. Lo siento. Me siento una estúpida –dice y puedo ver sus hombros hundidos–. Ahora entiendo lo que dijiste de la experiencia. Los libros no te enseñan como se siente al tacto la piel de togo cuando ya ha pasado por los primeros procesos químicos.
–No, no lo hace –digo y la miro por primera vez desde que llegó. Ha perdido su fuego y ha vuelto a ser la chica que llegó a mi oficina hace un par de días, y no me está gustando nada verla así.
–Ahora entiendo el precio. Es un buen precio si calculas los costos que estás traspasando a los proveedores. –Sus ojos ámbar se clavan en los míos–. Vine aquí para disculparme y para decirte que entiendo que quieras despedirme. Llamé al proveedor, asumí mi error y le pedí disculpas… pero sé que no es suficiente.
Miro a la chica frente a mí y sé que debería despedirla, lo que hizo fue grave y pudo haberme ocasionado un problema legal con mis nuevos proveedores. Por suerte Lorena pudo actuar a tiempo.
Pero también sé que se necesita mucho coraje para reconocer que la cagaste y ella lo está haciendo.
–Gracias por la oportunidad –susurra antes de levantarse.
–Vuelve a trabajar, Venecia –digo, incapaz de dejarla ir.
–Pero…
–Pero nada. Te necesito –digo y mi pecho duele cuando escucho esas palabras–. Lusso te necesita –me corrijo de inmediato. Yo no la necesito, Venecia es solo una trabajadora más–. Necesito toda la ayuda posible para lanzar esta campaña.
–Pero la cagué.
–Lo hiciste. Ahora, sacúdete, y sigue trabajando. Todos cometemos errores.
Bianca interrumpe nuestra conversación. –Claude está afuera –habla a través del interfono.
–Déjalo pasar.
Claude entra con su aspaviento habitual y sonríe cuando ve a Venecia.
–¿Lista para el sábado? –le pregunta y Venecia asiente.
–¿Sábado? –interrogo.
–Algunos iremos a tomarnos una copa al bar nuevo –dice Claude mientras Venecia sale de la oficina–. El informe del costo de los minerales.
Asiento y deja la carpeta en la mesa.
Cuando Claude se gira para irse sus ojos van directo al trasero de Venecia, que está afuera hablando con Bianca.
–Cuidado –le advierto.
–¿Señor?
–Solo ten cuidado –digo antes de hacerle un gesto con mi mano para que se vaya.
En cuanto estoy solo llamo a Nikki.
–Al fin me llamas… –empieza a decir.
–Necesitaré el Jet esta noche y quiero que vigiles a Venecia mientras no estoy en la ciudad.
–¿Venecia? ¿Quién mierda es Venecia? –pregunta, pero corto antes de levantarme.
Tendré que correr si quiero estar de vuelta a tiempo para ir al dichoso bar. Puede que vaya a la boda de Ming, por Mei, pero no dejaré a Venecia a manos de Claude.
Ella es mi responsabilidad y tengo que protegerla.
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