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Encanto Mercenario

Encanto Mercenario

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Colegial dulce amor / Equilibrio De Poder / Secretos de la alta sociedad / Amor-odio / Romance
Popularitas:798
Nilai: 5
nombre de autor: AmericanWidow

Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.

​Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.

​La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.

​En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.

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Capítulo 21: Los Lazos Inesperados

...Un Respiro en la Tormenta...

La tarde cayó suavemente sobre el campo, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Después de un día cargado de nuevas realidades y la promesa de un futuro incierto, Eujin decidió que su pequeño grupo de exiliados merecía un respiro, un momento de normalidad. Invitó a Rein, Yuna, Dae Kim y Han a un restaurante local para disfrutar de gimbap casero y unas cervezas frescas.

—Merecemos un descanso —dijo Eujin, con una sonrisa que Rein encontró increíblemente atractiva.

El Señor Chae Ji Won, sin embargo, declinó la invitación con un brillo inusual en sus ojos. Había encontrado un nuevo pasatiempo, o quizás una nueva conexión.

—No, gracias, jóvenes. El Abuelo Min y yo tenemos planes más importantes. Estamos enfrascados en una partida de janggi y luego veremos el partido de béisbol con un poco de soju. He descubierto que es una bebida fascinante y que el béisbol tiene su encanto.

Rein sonrió, aliviada de ver a su padre encontrar consuelo y alegría en la sencillez del campo.

Así, el grupo de cinco se dirigió al restaurante de Joon Sou-min, el mismo Joon que ahora era socio de Rein en un proyecto de expansión que, por el momento, estaba en pausa forzosa. El lugar de Joon era acogedor, ruidoso y lleno del aroma a comida casera y kimchi fresco.

Rein y Yuna estaban en "modo amor", todavía conmovidas por las historias de la Abuela Min sobre su relación con el Abuelo. Rein, con una ternura inusual para la CEO de acero, no soltaba la mano de Eujin. Lo miraba con un cariño profundo, sus ojos oscuros revelando un amor que no necesitaba palabras.

Yuna, observando la química entre ellos, se prometió a sí misma en silencio que encontraría a alguien especial, alguien que la hiciera sentir esa misma calidez, esa misma paz.

La vida de soltera en la élite de Seúl, con sus amantes superficiales y sus constantes juegos de poder, de repente le pareció increíblemente vacía.

Dae Kim, sin embargo, era un cuadro de depresión contenida. Se sentó en una esquina, su mirada perdida en el vacío, anhelando una noche de copas con alguna modelo exótica en un restaurante absurdamente costoso de Gangnam. El gimbap y la cerveza en un lugar ruidoso no eran su idea de "relajación". El trabajo pesado y la sencillez de la granja lo irritaban. Se sentía como un pez fuera del agua, despojado de su estatus y su ambiente natural.

Han Kyeong-Hwan, por su parte, estaba absorto en su teléfono, sus dedos volando sobre la pantalla mientras intentaba conseguir algunos componentes de hardware y software específicos para su trabajo de desencriptado. Incluso en medio del bullicio del restaurante, su mente estaba en el laberinto del código.

Joon, el dueño del restaurante, se acercó a la mesa con una sonrisa cálida, llevando más gimbap.

—¡Bienvenidos! ¡Es un placer tenerlos aquí! ¡Rein! ¡Eujin! ¡Y a todos sus amigos!

Joon, un hombre de corazón amable y manos talentosas, notó la mirada de Yuna. Comenzó a hablar con ella, explicando los platos, la frescura de los ingredientes. Yuna, una crítica gastronómica exigente, estaba genuinamente impresionada con lo delicioso de su menú. El kimchi, el bibimbap, el bulgogi, todo era exquisito, preparado con amor y experiencia. Había una chispa innegable entre ellos, una curiosidad mutua que iba más allá de la comida.

Mientras Rein, Eujin, Han y Joon (que se había unido a ellos en una partida rápida) jugaban al billar, Dae Kim se sentía cada vez más marginado, su frustración palpable. Estaba todavía solo en la esquina, viendo a sus amigos disfrutar.

Fue entonces cuando una voz poco conocida para él, sarcástica y con un matiz de exasperación, lo sacó de su letargo.

—Vaya, vaya. Así que tenemos a un senador deprimido aquí. ¿Qué hace sentado ahí pareciendo un aguafiestas en medio de tanta... alegría rústica? ¿No pudo encontrar una mesa lo suficientemente cara para usted?

Dae se giró para ver a Seo-Yeon Lim, la amiga de Eujin, sentada a su lado, con una expresión de burla contenida. Llevaba su uniforme de supermercado, pero su inteligencia y su lengua afilada eran tan evidentes como siempre.

—Amiga de Min Song —dijo Dae, sin inmutarse del todo—. ¿No deberías estar clasificando latas en el supermercado?

—Y tú, ¿no deberías estar en Seúl, dando discursos vacíos a viejos aburridos? —respondió ella, con una sonrisa mordaz—. Pero aquí estás, con tu ceño fruncido. ¿Qué te pasa? ¿La vida en el campo no es tan glamurosa como pensabas?

Tuvieron una charla sarcástica, llena de pullas y comentarios punzantes, pero extrañamente, Dae encontró la conversación agradable. Seo-Yeon no lo adulaba, no le pedía favores, no le sonreía por obligación. Lo trataba como a un igual, o incluso con un ligero desdén divertido. Era refrescante. Él, uno de los hombres más guapos y poderosos de Seúl, estaba siendo criticado por una tendera de un pueblo. Y le gustaba.

...La Despedida de Yuna y el Refugio de la Cascada...

Al día siguiente, el sol de la mañana iluminó la despedida de Yuna. En la puerta de la granja, Rein la abrazó con fuerza.

—Promete que nos mantendrás al tanto de todo lo que pase en Seúl. Y que volverás pronto.

—Lo haré —dijo Yuna, con una sonrisa pícara—. Quedé encantada con la comida de Joon. Ese hombre tiene un talento.

Eujin sonrió, viendo la chispa en los ojos de Yuna.

—Cuídate mucho, Yuna. Y gracias por todo.

Después de que Yuna partiera, Eujin miró a Rein, la necesidad de un momento de intimidad, lejos de la casa llena de gente y las preocupaciones inminentes, era palpable.

—Quiero escaparme contigo un rato —dijo Eujin, su voz suave, una invitación que Rein no pudo resistir—. Hay un lugar. Uno de mis favoritos en el pueblo. Te quiero mostrar mi secreto.

Rein asintió, su corazón acelerado. Subieron a la pick-up de Eujin, dejando atrás la granja y las responsabilidades. El viento del mar les despeinaba el cabello mientras Eujin conducía por caminos de tierra, adentrándose en el corazón verde del campo.

Después de un rato, Eujin detuvo el vehículo. Caminaron a través de un denso follaje, el sonido del agua creciendo con cada paso. De repente, el bosque se abrió para revelar una visión de cuento de hadas: una cascada cristalina que caía en una poza de agua turquesa, rodeada de rocas cubiertas de musgo y flores silvestres. Casi nadie la conocía; era un refugio secreto de Eujin.

Rein jadeó, sus ojos brillando con asombro.

—Eujin... es hermoso. Parece sacado de una pintura.

—Este es mi lugar de paz —dijo Eujin, tomando su mano y llevándola a la orilla de la poza—. Donde venía a pensar, a desconectar, a extrañarte. Antes de reencontrarnos.

Se miraron, el amor que los unía era tan poderoso como la cascada. El aislamiento, la belleza del lugar, la intimidad del momento, todo conspiró. Eujin tomó el rostro de Rein entre sus manos, sus pulgares acariciando sus mejillas.

—Te amo, Rein Ji Won. Más de lo que las palabras pueden expresar.

—Y yo a ti, Eujin Min Song. Mi corazón está a donde quiera que estés tú.

Sus labios se unieron en un beso profundo, un beso que prometía sanación y olvido. La ropa comenzó a ser un estorbo. El sol, filtrándose entre las hojas, los iluminaba. Se desnudaron, sus cuerpos se encontraron con la urgencia de quienes habían esperado demasiado, de quienes habían sufrido demasiado.

Terminaron uniendo sus cuerpos y sus almas junto a la cascada, el sonido del agua ahogando sus gemidos, la naturaleza siendo testigo de su amor. El agua, el aire fresco, el contacto de sus pieles... era la culminación perfecta de su escape. El mundo exterior, con sus intrigas y sus enemigos, dejó de existir por un momento. Solo existían ellos dos, unidos en un acto de amor puro y liberador.

...El Abuelo Min, el Padre y la Tendera Sarcástica...

Mientras Rein y Eujin se perdían en su paraíso secreto, en la granja, el Señor Chae Ji Won y Dae Kim vivían sus propias realidades.

El Señor Chae, inesperadamente, estaba feliz. El Abuelo Min lo había adoptado bajo su ala, enseñándole los secretos del cultivo y la vida rural. Esa tarde, el abuelo le prometió una lección especial.

—Hoy, Señor Chae, le enseñaré el arte sagrado de hacer kimchi —dijo el Abuelo Min, con una sonrisa orgullosa—. Usaremos la receta familiar.

El Señor Chae, el magnate que había negociado acuerdos multimillonarios, se encontró emocionado ante la perspectiva.

—¡Me encantaría, Abuelo Min! Gracias.

Mientras lavaban y cortaban col, el Señor Chae sintió una conexión que nunca había tenido con su propio padre, un hombre distante y centrado en los negocios. El Abuelo Min lo trataba con una calidez paternal, una sabiduría sencilla que Chae nunca había experimentado. Se sentía como si estuviera aprendiendo con un padre que nunca tuvo, llenando un vacío en su alma.

Dae Kim, sin embargo, no encontraba consuelo en la granja. El trabajo manual lo aburría, la sencillez de la vida rural lo exasperaba. Decidió caminar por los alrededores, su mente llena de pensamientos sobre su campaña arruinada y la traición de su padre.

Sus pasos lo llevaron, casi sin querer, al supermercado Lim. Cuando entró, el sonido de la campanilla y el olor a arroz y ramen lo envolvieron. Y allí estaba ella, Seo-Yeon Lim, reorganizando una estantería de fideos instantáneos.

—Vaya, vaya. ¿No es el ilustre Senador Kim, buscando caviar en el Lim? —dijo Seo-Yeon, con una sonrisa burlona al verlo.

Dae suspiró.

—Seo-Yeon. ¿Es que no hay paz para el Senador en desgracia? Solo quería comprar un snack.

—Claro, seguro. ¿Qué estás haciendo aquí? Pareces un vagabundo perdido en el campo.

—Mi vida es un desastre, gracias por preguntar. Y estoy... de vacaciones.

Seo-Yeon lo observó, una pizca de curiosidad en su mirada.

—Pues estás haciendo un pésimo trabajo en tus vacaciones. Pareces un fantasma. ¿Quieres un ramen? El mío es el mejor del pueblo.

Dae Kim, sorprendido por la oferta, asintió. Se sentaron en una pequeña mesa al fondo de la tienda. El ramen de Seo-Yeon era, de hecho, delicioso, un consuelo inesperado.

Mientras comían, hablaron. Dae, inusualmente abierto, le contó sobre la traición de su padre, la injusticia de las acusaciones, la soledad que sentía. Seo-Yeon, con su franqueza característica, no lo compadeció, pero lo escuchó. Y a cambio, le habló de su propia vida, de su tienda, de su cariño por Eujin, de su desconfianza hacia los ricos de Seúl.

—Eres un niño mimado, Dae Kim —dijo Seo-Yeon, al final de su comida—. Pero no eres tan malo como pensé. Solo necesitas que te quiten tu oro por un rato.

Dae se rió, una risa genuina que no había sentido en días.

—Y tú eres una tendera sarcástica. Pero eres honesta. Eso es raro.

La conversación con Seo-Yeon, tan diferente de las charlas vacías de Seúl, fue otro bálsamo inesperado. En medio de la tormenta que los había arrancado de su vida, el pueblo no solo les ofrecía un refugio, sino también la oportunidad de encontrar nuevas conexiones, nuevas verdades y, quizás, una nueva forma de ser.

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