¿Qué harías si el personaje que creaste se materializa en tu habitación? bueno eso mismo le paso a nuestra querida Arianna... quien aun no sé explica como es que eso sucedió.
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capítulo 7
Luego de que Arianna saliera de la oficina el día para Víctor fue cuesta abajo. Entre contratos y trabajo acumulado se la paso todo el día de mal humor.
Al llegar a la mansión Lauren, Víctor subió las escaleras de la mansión con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Todo el día había sido un desastre, y para colmo, su hermana había actuado de forma tan errática que no le quedaba otra que confrontarla. Arianna no solía mentirle, pero tampoco era de las que contaban toda la verdad, y esa combinación le ponía los nervios de punta.
Cuando llegó frente a la puerta de su habitación, escuchó una carcajada. Luego otra. Y otra más. El televisor estaba a todo volumen con lo que parecía ser un capítulo de Game of Thrones. Frunció el ceño con más fuerza. Su hermana reía… y no estaba sola.
Sin pensarlo dos veces, abrió la puerta de golpe.
—¡Arianna! ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Quién es este tipo?
La escena que encontró lo descolocó completamente. Arianna estaba sentada en el sofá con un bol de palomitas entre las piernas, riendo como si no existiera el mundo. A su lado, un joven alto, de cabello revuelto y mandíbula cincelada, llevaba puesta nada más y nada menos que una camiseta suya, y sus pantalones deportivos favoritos.
Arianna abrió los ojos como platos al verlo entrar de forma tan brusca. Él jamás entraba sin tocar. Jamás.
—¡Víctor! ¿Qué estás haciendo? —preguntó, incorporándose, con una mezcla de sorpresa y nerviosismo.
Antes de que ella pudiera añadir una palabra más, el joven se levantó con porte elegante, y lo observó de arriba abajo con gesto de desagrado.
—Lady Arianna… ¿quién es este plebeyo que osa irrumpir así en sus aposentos?
El tono fue tan solemne, tan fuera de lugar, que a Víctor le costó procesarlo. Parpadeó dos veces, confuso, antes de enfocar su mirada en el chico.
—¿Plebeyo? ¿De qué estás hablando, tipo raro? —gruñó, entrando por completo en la habitación—. ¿Y no te parece que ya es muy tarde para estar en casa ajena usando ropa que no es tuya?
—¡Hermano! —exclamó Arianna, interponiéndose entre ambos—. Caleb… se va a quedar.
—¿Cómo que se va a quedar? —replicó él, girándose hacia ella con incredulidad—. ¿Quién rayos es este tipo, Arianna?
Ella abrió la boca para responder, pero Caleb se adelantó, alzando una mano como si estuviera en medio de una presentación oficial.
—Mi nombre es Caleb Femópolis Tercero, príncipe heredero del Reino de Gandal y legítimo sucesor de la corona…
Arianna, que ya se lo veía venir, se llevó una mano a la frente con resignación y luego intentó disimular una risa. Dio un paso hacia él y con una sonrisa nerviosa, puso su mano sobre su pecho, intentando detenerlo.
—Deja de jugar, cariño —dijo con voz suave, pero con énfasis, como si quisiera que captara el mensaje oculto—. Su nombre es Caleb Femópolis… mi novio.
Víctor enmudeció por un instante. Su rostro pasó del enfado al estupor.
—¿Tu qué…? ¿Desde cuándo tienes novio?
Caleb ladeó la cabeza ligeramente, curioso. "¿Novio?" Esa palabra no existía en su mundo. ¿Era un título nobiliario nuevo?
Arianna respondió sin dudar, aunque por dentro una tormenta de ansiedad le revolvía el estómago.
—Desde hace unos días. No quería decir nada hasta estar segura. Apenas nos estamos conociendo…
—¿Conociendo? —Víctor alzó una ceja—. Hace menos de unas semanas terminaste tu compromiso con Mauricio y ahora apareces con este… individuo vestido con mi ropa, sentado contigo viendo series como si nada.
—Lo sé, lo sé —Arianna levantó las manos—. No quiero discutir. Luego te lo explicaré todo, pero ahora… ¿puedes dejarnos a solas un momento?
Víctor cruzó los brazos, sin quitarle la mirada de encima a Caleb.
—Muy bien, pero cuando tu novio se vaya, tú y yo vamos a tener una conversación seria.
—Claro que sí —respondió Arianna con una sonrisa amable, empujándolo suavemente hacia la puerta.
Cuando finalmente se cerró, Arianna se dejó caer de espaldas sobre el sofá, exhalando con fuerza.
—Dios mío… —murmuró.
—¿Qué significa eso de que soy su “novio”? —preguntó Caleb, con el ceño fruncido.
—Es una forma de decir que estamos… juntos —explicó ella con cautela—. Que hay una relación sentimental entre nosotros.
—¿Eso es un título oficial? ¿Como duque? ¿Marqués?
—No, no —rió Arianna—. Es solo una forma moderna de decir que te gusto… y tú me gustas. O bueno, eso es lo que entienden los demás.
Caleb parecía procesar la información con dificultad. Finalmente, se cruzó de brazos.
—No entiendo por qué no puedo decir la verdad. Soy el príncipe de Gandal. Lo he sido desde que tengo uso de razón. ¿Por qué esconderlo?
Arianna se volvió hacia él, más seria.
—Porque nadie aquí sabe qué es Gandal. Y si vas por ahí diciendo que eres un príncipe de otro mundo, lo más probable es que termines encerrado en una institución mental.
—¿Una institución mental? ¿Qué clase de castillo es ese?
Ella se rió otra vez, aunque esta vez más nerviosa.
—No es un castillo, Caleb. Es… es un lugar donde encierran a la gente que creen que ha perdido la razón.
Él la miró durante unos segundos con un brillo inquieto en los ojos.
—Tu mundo es extraño, Lady Arianna. Todo está envuelto en mentiras. En el mío, un hombre se presenta como lo que es.
—Y el mío tiene cámaras, redes sociales y psiquiatras —respondió con tono irónico—. Créeme, por ahora es mejor mantener tu… verdad, entre nosotros. Al menos hasta que podamos entender cómo llegaste aquí.
Caleb suspiró, resignado. Luego miró la pantalla del televisor y frunció el ceño.
—¿Y esa caja mágica? ¿Por qué esas personas están luchando por un trono? ¿Y por qué hay tanto fuego?
—Eso es Game of Thrones, una serie. No es real.
—¿Y la magia?
—Bueno… hay dragones, sí. Pero es ficción.
—¿Y tú lo ves por diversión?
—Sí. Aunque admito que desde que llegaste, mi definición de ficción está empezando a cambiar.
Caleb se acercó al sofá y se dejó caer junto a ella, aún fascinado por la televisión.
—Este mundo es insólito. Pero si tú estás aquí, no debe ser tan malo.
Arianna lo miró de reojo, con una sonrisa que fue creciendo lentamente.
—Supongo que tendré que enseñarte cómo sobrevivir en este siglo. Y lo primero será conseguirte tu propia ropa.
Caleb asintió con solemnidad.
—Acepto tu entrenamiento, Lady Arianna. Pero solo si al final, puedo recuperar mi título…
Ella sonrió, y sin responder, volvió a mirar la pantalla. Por ahora, eso bastaba.
Gracias por esto...