Trata de una chica universitaria que trabaja para solventar los gastos de su hogar, sus padres se enfermaron pero se enamora de un chico rico ¿Que pasará?
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Capitulo N°7
Aceptar el trabajo en el proyecto de investigación había sido una de las decisiones más importantes de su vida. Ahora tenía un futuro más estable y la oportunidad de crecer profesionalmente sin alejarse de su familia. Sin embargo, antes de comenzar su nueva etapa, aún tenía un compromiso pendiente: finalizar los últimos trabajos de jardinería en la mansión donde había estado trabajando los últimos meses.
Aquella enorme propiedad pertenecía a una anciana adinerada, la señora Eloísa. A pesar de su riqueza, la mujer vivía sola, con solo un par de empleados que cuidaban la casa. Con el tiempo, ella y la anciana habían desarrollado un cariño especial; a veces, mientras podaba los rosales o regaba los lirios, Eloísa se sentaba en su mecedora y le contaba historias de su juventud. Para ella, era un placer escucharla, como si estuviera leyendo una novela en voz alta.
Ese día, el sol brillaba con intensidad, como si anunciara el final de una etapa. Con guantes puestos y su cabello recogido, terminó de podar los arbustos cerca de la fuente central del jardín. Se quedó un momento observando su trabajo: las flores estaban en su máximo esplendor, los senderos despejados, y toda lucía perfecta.
Suspenso. Sería su último día ahí.
—Entonces ¿te vas? —preguntó la anciana desde la terraza, con una leve tristeza en la voz.
Ella ascendió y caminó hacia donde estaba sentada.
—Sí, señora Eloísa. Me ofrecieron un trabajo relacionado con mis estudios, y es una gran oportunidad para mi futuro.
La anciana la vigilaba con detenimiento, como si quisiera grabar su rostro en su memoria.
—Sabes, querida, pocas personas hacen su trabajo con tanta dedicación y cariño. Te extrañaré.
Ella sonrió con melancolía.
—Yo también la extrañaré.
Se inclinó ligeramente y le dio un suave abrazo. Luego, con un último vistazo al jardín que había cuidado con tanto esmero, caminó hacia su área de trabajo para recoger sus herramientas y guardarlas en su bolso.
Mientras terminaba de guardar sus cosas, un auto negro de alta gama cruzó la reja principal de la mansión. No le prestó mucha atención, estaba concentrada en asegurarse de no olvidar nada.
Del vehículo descendió un hombre alto y de puerta elegante. Vestía un traje oscuro, con el cabello perfectamente peinado y una expresión seria, pero sus ojos reflejaban una chispa de curiosidad al notar la silueta de la joven trabajando en el jardín.
Se quedó observándola, intrigada. Había algo en la forma en que el sol iluminaba su rostro y de la manera en que se movía con naturalidad que le resultó hipnótico.
«¿Quién es ella?», pensó.
Antes de que pudiera acercarse, la anciana se levantó con esfuerzo de su silla y abrió los brazos con una sonrisa.
—¡Leonardo! No esperaba verte hoy.
Él se acercó a su abuela con respeto y le dio un beso en la frente.
—Pasé a verte antes de viajar de nuevo.
Sin embargo, mientras hablaban, su mirada seguía regresando a la joven, que aún no se percataba de su presencia.
Finalmente, ella terminó de guardar su equipo, se limpió las manos y tomó su bolso. Al girarse, vio a la anciana con un joven a su lado, mirándola con intensidad.
Sus miradas se cruzaron por un breve instante.
Él le dedicó una sonrisa discreta.
Ella parpadeó, algo confundida, pero luego inclinó la cabeza en señal de respeto.
—Fue un placer cuidar de su jardín, señora Eloísa. Espero que siga observando.
—Siempre serás bienvenida aquí, querida.
Ella ascendió, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.
Leonard la siguió con la mirada hasta que desapareció por el portón.
— ¿Quién era ella? —preguntó sin poder ocultar su curiosidad.
La anciana alienígena con picardía.
—Una joven trabajadora y con un futuro brillante. Pero ya se va a retirar, querido, ¿por qué tanta curiosidad?
Leonard no respondió de inmediato. Solo volvió a mirar el jardín, preguntándose si volvería a verla.