La Extra Es Una Detective

La ropa de ambos ya se encontraba despojada en el suelo. Los jadeos de Aelin resonaban en la habitación mientras que Magnus la embestía con sus dedos. La chica apretaba las sábanas entre sus manos al sentir cómo el hombre incrementaba la velocidad, haciendo que llegara al clímax.

«Ese cuerpo está muy sensible», pensó para sí misma, ya que con solo el tacto del emperador su cuerpo temblaba como si no hubiera un mañana. Observó cómo Magnus abría sus piernas y se metía entre ellas; sus ojos se desviaron hacia abajo, mirando su miembro. «Solo falta que camine por sí sola», tragó saliva al ver el tamaño; era obvio que este cuerpo nunca había hecho algo así, lo que significaba que sí o sí le iba a doler.

—¿Tiene miedo? —Alzó la vista, mirando el rostro de este. —¿Piensa huir ahora que llegamos a esto?

—Por supuesto que no. —Se dio la vuelta, dejando al emperador debajo suyo, y se subió encima de él. Magnus la jaló hacia abajo, causando que ella cayera sobre su pecho, y sin esperar un segundo la besó. Aelin correspondió a aquel beso, recorriendo su mano por todo el dorso de este.

Frunció el ceño al sentir cómo este la tomó en la cintura, levantándola. Gimió sobre los labios del emperador cuando este entró de un solo golpe en su interior.

—Mierda. —Se separó del beso, mordiendo su labio inferior.

—Dijiste que no tenías miedo.

—No, porque no tenga miedo significa que no va a doler. —Golpeó el pecho de este.

—¿Le duele? — Asintió ante aquella pregunta, para luego sentir cómo este se dio la vuelta, dejándola nuevamente de espalda contra la cama. —Me moveré cuando esté lista. —Movió la cabeza asintiendo, intentando acostumbrarse al tamaño y los placeres de ese cuerpo. Gimió al sentir los labios húmedos del emperador en su cuello y hombre, e cómo este empezaba a jugar con sus senos.

Después de unos largos minutos, finalmente Magnus tuvo la aprobación de Aelin y este comenzó a moverse lentamente; sin embargo, con cada minuto que pasaba iba subiendo la intensidad. Mientras que la chica no podía hacer más que gemir de placer, clavando sus uñas en la espalda de este.

Al día siguiente, Aelin fue la primera en abrir los ojos.

«Al final caíste» pensó para sí misma mientras se levantaba de la cama, procurando no despertar al hombre que dormía a su lado. Se vistió como pudo, ya que sentía que todo su cuerpo le dolía. Después de ponerse los zapatos, abrió la puerta de la habitación y salió en silencio. Lo bueno para ella era que el lugar ya estaba completamente vacío, así que pudo salir más fácilmente de lo que creía. Sin embargo, sabía que no se libraría de la interrogación de su familia, así que trataría de buscar una excusa.

—¿Dónde estabas? —susurró Celia, acercándose a ella.

—Celia.

— Pensé que algo malo te había pasado.

—¿Mamá y papá? —preguntó Aelin, extrañada, ya que al regresar esperaba encontrar a toda su familia reunida, esperándola para una explicación, pero sorprendentemente solo estaba su hermana.

—No te preocupes, logré cubrirte — Aelin no pudo evitar sonreír, aliviada.

—Tendrás que decirme dónde fuiste, sabes que casi me descubren.

—No te preocupes, te lo contaré después —respondió Aelin—. Ahora iré a descansar, tengo sueño.

Celia suspiró al ver cómo su hermana se alejaba caminando de manera extraña.

«Solo espero que nada malo le haya pasado” pensó Celia para sí misma mientras ingresaba a su habitación, que estaba al lado de la de Aelin.

Por otro lado, Magnus apenas comenzaba a abrir los ojos, y su mano empezó a buscar en la cama, pero al no encontrar nada, abrió los ojos y vio el otro lado de la cama completamente vacío. Observó la habitación y se dio cuenta de que todo de la chica había desaparecido.

—¿Se fue? —preguntó, incrédulo.

Esperaba encontrar a la chica a su lado, reclamándola después de lo que había pasado; sin embargo, no esperaba que eso sucediera. Que ella lo abandonara después de lo que había pasado entre ellos.

— A qué está jugandose —preguntó Magnus para sí mismo, confundido.

—Su Majestad. — Miró a su secretario quien había ingresado en la habitación.

—¿No viste a una mujer saliendo de esta habitación esta mañana?

—No, ¿por qué? — Preguntó este confundido

«Supongo que yo mismo tendré que ir por ti» sonrió para sí mismo, mientras su secretario lo miraba de manera extraña.

—Olvidalo. ¿Qué es tan importante para venir hasta aquí?

***

Toda la familia se encontraba desayunando. Sin embargo, Aelin podía sentir los ojos de su hermana de vez en cuando y sabía por qué le estaba mirando. Si fuera en su época, no tendría problema en decírselo, pero en esta época en la que se encontraba ahora, ante cualquier contacto entre un hombre y una mujer, los obligaban a casarse aunque no estuvieran de acuerdo, y ella no deseaba esto. No quería casarse, y menos que fuera por obligación.

Tras el desayuno, ahora se encontraba en su habitación, intentando encontrar un vestido para esa noche.

—Pase —Miró a su hermana entrar en la habitación, quien cerró la puerta detrás de sí.

—Ahora ya me contarás —Aelin suspiró, viéndose acorralada. Sabía que nada podría ayudarla a escapar de esa situación.

—Prométeme que no se lo dirás a nadie.

—¿Tan malo es? —preguntó Celia, confundida y la chica asintió.

—Anoche dormí con alguien — Murmuró, sin pensamiento de decir quién era esa persona.

—¿Qué! —exclamó Celia, sorprendida.

—Shh... Baja la voz —Celia se tapó la boca.

—Estás bromeando, ¿verdad?

—Créeme que ¿no?

—Si mamá y papá saben esto, te meterás en problemas.

—Y por eso te pido que guardes el secreto. ¿Lo harás? — Fue imposible para Celia negarse al ver esos ojos de cachorros.

La noche llegó en un abrir y cerrar de ojos. Toda la familia ya estaba lista para el evento. Al llegar, tanto Aelin como Celia entraron acompañadas de sus padres, mientras que un señor en la puerta les daba la bienvenida. Algunos ojos se posaron sobre ellos, pero lo que más le llamó la atención a la chica fueron esos ojos azules que la miraban fijamente.

Los ojos del emperador.