Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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La Cena de la Discordia
Capítulo 6
El primer día como matrimonio oficial había sido agotador, pero la cena con los inversores fue el verdadero desafío. Gabriel estaba acostumbrado a manejar situaciones tensas y complicadas, pero Elena era un elemento impredecible que no encajaba en su cuidadoso esquema.
La cena transcurrió en uno de los restaurantes más exclusivos de Manhattan, donde todo parecía calculado hasta el último detalle. Gabriel, vestido impecablemente con su traje negro, irradiaba autoridad y control. A su lado, Elena destacaba por razones muy diferentes. Su vestido rojo no solo atraía miradas, sino que su actitud relajada contrastaba con la rigidez del resto de los asistentes.
“Señora Moretti, un gusto conocerla,” dijo uno de los inversores, un hombre mayor de cabello plateado.
Elena le sonrió con naturalidad. “Elena está bien. Eso de ‘señora Moretti’ todavía suena raro.”
Hubo un murmullo incómodo alrededor de la mesa, pero Elena no pareció notarlo. Gabriel, por su parte, ocultó su irritación detrás de una sonrisa controlada.
“Elena es una mujer muy auténtica,” intervino Gabriel, intentando suavizar la situación.
“Gracias, Gabriel,” respondió ella con una mirada de falsa inocencia. “Me encanta cómo intentas traducir ‘no tiene filtro’ en algo elegante.”
El comentario arrancó una risa breve de algunos asistentes, pero Gabriel la fulminó con la mirada.
Mientras avanzaba la cena, Gabriel se esforzó por mantener la conversación enfocada en los negocios, pero Elena parecía tener otros planes.
“¿Y cómo se conocieron?” preguntó una de las esposas de los inversores, mirando a Elena con curiosidad.
“Ah, bueno,” comenzó Elena con una sonrisa traviesa, “Gabriel prácticamente me atropelló con su coche.”
“¡¿Qué?!” exclamaron varios al unísono, con las cejas levantadas.
Gabriel dejó su copa de vino con un leve golpe en la mesa. “Fue un malentendido,” aclaró rápidamente. “Y estoy seguro de que Elena está exagerando.”
“¿Exagerando? Claro que no,” continuó ella, disfrutando del momento. “Tuve que saltar hacia un lado para evitar que el ‘rey de los negocios’ me convirtiera en un caso para la sala de emergencias. Pero bueno, creo que eso fue lo que inició esta… hermosa relación.”
Elena usó un tono dramático que hizo reír a varios, pero Gabriel estaba a punto de perder la paciencia.
“Lo importante es que aquí estamos,” interrumpió Gabriel, desviando la atención de nuevo hacia los inversores.
De regreso al ático, la tensión en el auto era palpable. Gabriel permaneció en silencio, su mandíbula apretada, mientras Elena miraba por la ventana, satisfecha consigo misma.
“¿Qué querías lograr con todo eso?” preguntó Gabriel finalmente, sin apartar la vista del camino.
“¿De qué hablas?” respondió ella, fingiendo ingenuidad.
“No necesitas hacer de todo una broma, Elena. Esta cena era importante.”
“¿Importante para quién? Porque, honestamente, parecía más una reunión de robots hablando de números.”
Gabriel respiró hondo, intentando calmarse. “Ese es mi mundo. Si no puedes respetarlo, este arreglo será más complicado de lo que pensé.”
Elena se giró hacia él, su tono más serio. “No me malinterpretes. Respeto lo que haces, pero eso no significa que tenga que ser alguien que no soy. Si querías a una muñeca que siguiera tus reglas, buscaste a la persona equivocada.”
Gabriel apretó el volante con más fuerza de lo necesario, pero no respondió. Sabía que discutir con Elena era como intentar apagar un incendio con gasolina.
Cuando llegaron al ático, ambos entraron en silencio. Gabriel se dirigió directamente a su oficina, mientras Elena se sentó en el sofá, exhausta pero todavía con energía suficiente para reflexionar.
Sabía que había hecho enojar a Gabriel, pero también sentía que él necesitaba un poco de caos en su vida estructurada. Además, no podía ignorar la chispa que había visto en sus ojos cuando ella se burlaba de él.
“Quizás no sea tan inmune como quiere aparentar,” murmuró para sí misma, sonriendo.
Por su parte, Gabriel estaba en su oficina, revisando unos documentos, pero su mente seguía en la cena. Aunque le molestaba admitirlo, Elena había conseguido algo que pocos lograban: mantener a los inversores entretenidos.
“Es un desastre,” pensó, dejando caer los papeles sobre su escritorio. “Pero un desastre interesante.”
El primer evento juntos había sido un reto, pero ambos sabían que esta guerra de voluntades apenas comenzaba.
