Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 6: Un Paso Hacia lo Desconocido
Nia despertó al amanecer con la sensación de que algo había cambiado en ella. Aún no sabía si era por las palabras de Ethan o por la intensidad con la que había vivido cada instante de la noche anterior, pero el día parecía tener una capa de incertidumbre, como si todo a su alrededor hubiera adquirido un nuevo significado. Mientras se preparaba para el ensayo, sus pensamientos se entrelazaban, llevando su mente de vuelta a su conversación con él. Sus palabras seguían retumbando en su cabeza: "Tienes una fuerza que se esconde detrás de tu vulnerabilidad..."
El ensayo de esa mañana fue un desafío. A pesar de la rutina conocida de los movimientos, algo en ella no estaba en su lugar. Cada paso, cada giro parecía tener menos fluidez. Miraba al espejo y no se reconocía del todo. Era como si el reflejo de la bailarina frente a ella no estuviera completo, como si faltara algo, una chispa, una verdad que no lograba encontrar.
Alma se acercó en medio de la pausa y le dio una mirada que no necesitaba explicación.
—Te lo dije, ¿no? El destino se encarga de ponerte en el camino las pruebas más complicadas —dijo con una sonrisa traviesa, como si todo esto fuera un juego del que Nia no fuera consciente.
Nia suspiró y frotó su frente, intentando despejar la niebla que nublaba su mente.
—No sé, Alma. No sé si esto es algo que deba seguir. No estoy preparada para complicarme la vida con alguien como él.
Alma la miró fijamente, como si viera algo que Nia no era capaz de ver en sí misma.
—A veces, las mejores cosas llegan cuando menos las esperamos. Tal vez lo que temes no es lo que crees.
Pero las palabras de Alma no hicieron nada para calmar la tormenta que Nia sentía en su interior. La danza había sido siempre su refugio, su terreno firme, su única certeza. Y ahora, esa certeza estaba siendo puesta a prueba por un hombre que había aparecido de la nada, con su mundo brillante, opulento, y con unos ojos que parecían penetrar más allá de lo que Nia quería mostrar.
Al día siguiente
El sol ya se había escondido tras las nubes cuando Nia salió del teatro. Como siempre, el cansancio la envolvía, pero hoy era diferente. El peso de las decisiones que debía tomar, de las preguntas que no se atrevía a hacer, la acompañaba cada paso. Cuando llegó a la calle, lo vio. Ethan estaba allí, de pie frente a su coche, observándola como si nada hubiera cambiado, como si no hubiera pasado un solo día desde su encuentro anterior.
Él sonrió al verla y, por un momento, Nia se sintió desarmada. Su mirada, tan segura, tan intensa, la descolocaba.
—¿Ya no me vas a esquivar, Nia? —preguntó con una ligera sonrisa, como si lo estuviera disfrutando.
Nia respiró hondo, haciendo una pausa antes de responder.
—No te estoy esquivando. Simplemente no sé si lo que me ofreces es lo que quiero.
Ethan la observó, su mirada tan profunda que pareció llegar hasta su alma.
—Lo que te ofrezco no es algo que puedas decidir ahora. Lo que te ofrezco es una oportunidad. Y sé que tú sabes lo que significa. No se trata solo de mí, Nia. Se trata de ti, de lo que realmente deseas, de lo que eres capaz de alcanzar.
Nia dio un paso atrás, sin poder evitarlo.
—Ethan, no sabes nada sobre lo que soy capaz de hacer. Y no necesito que alguien como tú me diga lo que debo hacer con mi vida.
Pero en el fondo, algo en esas palabras la golpeó con fuerza. ¿Realmente sabía lo que quería? Se había sumergido tanto en el mundo de la danza, en su propio refugio, que había dejado de cuestionarse qué más había fuera de él. Lo único que había conocido era el escenario, el movimiento, la lucha por ser mejor. Pero ahora, Ethan la desafiaba a mirar más allá. A mirar a sí misma de una manera diferente.
—Quizá sea el momento de que lo descubras —dijo él suavemente, y sus palabras calaron hondo, más de lo que Nia estaba dispuesta a admitir.
La cena siguiente
Esa noche, Ethan la invitó nuevamente. Esta vez, sin excusas ni titubeos, Nia aceptó. No sabía si era por curiosidad o por la sensación de que, de alguna manera, había algo que debía descubrir. Algo que le pertenecía y que solo él parecía ser capaz de mostrarle.
El restaurante elegido por Ethan era aún más exclusivo que el anterior. La atmósfera era sofisticada, pero lo que realmente captó la atención de Nia fue la manera en que él parecía estar completamente presente, como si su única preocupación fuera ella. Durante la cena, las palabras fluyeron más libres que antes. Se hablaban con naturalidad, como si ya se conocieran de toda la vida, y sin embargo, había una tensión palpable entre ellos, algo que vibraba en el aire.
Ethan habló de sus negocios, pero de una forma diferente, más humana, más cercana. Describió cómo había tenido que construir su imperio, enfrentarse a cada desafío con determinación, pero siempre con la mirada puesta en algo más grande que él. Nia lo escuchaba, pero cada palabra era un recordatorio de la distancia que los separaba. Su mundo y el de él eran tan distintos, tan inalcanzables, y sin embargo, había algo en su manera de mirar, en la forma en que hablaba de sus pasiones, que la fascinaba.
—¿Y tú? —preguntó finalmente, dejando caer la última barrera entre ellos— ¿Qué es lo que realmente te mueve, Nia?
La pregunta la tomó por sorpresa. Ella, que siempre había tenido respuestas claras sobre su vida, sobre su danza, se vio atrapada en una red de dudas.
—No lo sé... Supongo que siempre pensé que la danza era lo único que podía darme algo real. Algo que no me dejara... vacía.
Ethan la observó en silencio, su mirada tan profunda que parecía estar descifrándola.
—La danza es mucho más que eso. Es un lenguaje. Pero hay más en ti, Nia. Hay algo que va más allá del escenario, de los movimientos. Algo que aún no has descubierto, pero que yo sí veo.
Nia no respondió. Las palabras de Ethan eran como una promesa, pero también un desafío.
El final de la noche
Al llegar a su departamento, Nia se despidió de Ethan con un simple "gracias" y una mirada que no podía ocultar la inquietud que sentía. Mientras entraba a su casa, sus pensamientos giraban a una velocidad que no podía controlar. Ethan Sinclair estaba en su vida, sí, pero ¿cómo iba a encajar él en un mundo que ella había construido sola, con esfuerzo y sacrificio?
Quizás la verdadera pregunta era: ¿quién era ella sin su danza? ¿Estaba lista para descubrir lo que había más allá del reflejo que veía en el espejo del estudio?
La respuesta, aunque incierta, parecía estar más cerca de lo que pensaba. Pero aún necesitaba un paso más hacia lo desconocido.