Novela en emisión! No está terminada... No se impacienten.
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Cap 7
Había hecho lo correcto al irme. Solo le dije que me iría a Europa con mis padres y no insistió más.
—¿Qué tienes, Bebé? — Nos sentamos para esperar a que nos llamen para abordar y le había dejado de prestar atención a todo, hasta a ellos que hablaban de no sé qué cosa. — ¿Otra vez estas triste? ¿Qué estas dejando aquí que te pone así, un novio quizás?
Lo había mirado y sus ojos estaban fijos en mí, curioso, y no sabía si contarle todo lo que dejaba atrás, lo que quería hacer y lo que me había propuesto. Solo negué con la cabeza.
—No, no tengo novio, ni tendré. —Mi voz había sonado un tanto nostálgica, triste. — Lo que deje atrás no está aquí, lo deje en New York y si soy sincera, tampoco deje nada ahí. Mis padres están con mi hermano en Europa y llevan meses sin venir. Tampoco es que tengan ganas de dejar a su hijo ejemplar para venir a ver a su desastrosa hija de vez en cuando.
Se me había formado un nudo en la garganta, no les había contado que retomaría mis estudios, tampoco sabían dónde estaba ni a donde iba, mucho menos con quienes estaba. Una vez por semana me llegaba una notificación del banco avisándome de que me habían depositado mucho, mucho dinero y eso era todo. Nunca un “¿Estas bien?” “¿Quieres venir?” Ni un “Te extrañamos.” Solo dinero, que no gastaba y creo que con lo que tenía acumulado podía vivir hasta el fin de mis días cómodamente. Jasper puso su mano en mi rodilla y me dio un suave apretón.
— ¿Tus padres saben a dónde estás ahora? ¿Saben que iras a la universidad?
Volví a negar.
—No, no saben. Me puedo morir mañana y no se enterarían de nada. — Fue inevitable, decir todo eso solo despertó el resentimiento que con fiestas y distracciones empujaba muy en el fondo de mí ser. — Tampoco es que se harían mucho problema, porque el mundo de mis padres gira en torno a Owen.
Ethan también escuchaba lo que decía y note algo que no quería de ninguno de los dos.
Lástima.
—Me dan ganas de meterte en una cajita de cristal para mantenerte a salvo y que nadie te haga daño, bebé. —Dio Jasper sonriéndome al darse cuenta de que había notado su lastima por la vida de mierda que tenía y mis lindos padres ausentes.
—No hagan eso, no necesito su lastima. —Me había molestado con los hermanos. —Tampoco necesito de una caja de cristal porque hace cinco años me dejaron a mi suerte y sigo viva.
No continuaron con los que seguramente querían profundizar de mi patética vida porque fuimos llamados a abordar.
¿Saben que era lo más extraño? Que no me sentía incomoda con ellos, no los veía como a dos completos extraños que viajábamos en el mismo avión de pura casualidad, tampoco me sentí en peligro al aceptar vivir en su casa porque había decidido confiar en esos hermanos mucho mayores que yo y que podrían ser los míos. Y mientras me sentaba en mi asiento, pensé en Owen, en lo mucho que me hubiera gustado hablar con el sobre universidades y las posibles carreras que podía considerar, pero para mi hermano también fui una jodida molestia que no me quería ni de cerca.
Tres horas después estábamos en Boston y tampoco sentí extraño subirme a una camioneta con ellos, esa vez la conducía otro tipo y se dirigía a los hermanos como “Señores Blackwood”, sonreí porque antes solo había escuchado ese apellido una sola vez y ahora era la segunda vez que lo oía.
Jasper me miraba cada tanto con cierta picardía y claro que no dejaba de sentirme como caperucita, pero quería jugar solo por entretenimiento.
El apartamento era un maldito pent-house en la cima de un edificio súper alto con el apellido de los hermanos. Claro, si tenían un chofer y una camioneta de alta gama obvio no vivirían en un departamento relativamente grande como para albergar esta pobre diabla.
Así es, las apariencias engañan. Todo lucia muy masculino y costoso, muy del gusto de mi hermano…
Tenía que dejar de pensar en ese imbécil de una vez por todas. No más hermano, no más padres, no más amigos no más vieja vida y personas que solo me dañaban.
—Bienvenida a casa, bebé. — Dijo Jasper ni bien entramos. — Siéntete libre de explorar.
El mayor dejó su mano en mi espalda baja y me animó a dar los primeros pasos. Le sonreí mientras Ethan venía detrás de nosotros con el chofer cargando el equipaje.
—Yo tengo que irme y no creo que regrese hasta mañana, Jas, tú enséñale dónde dormirá. — Le pidió a su hermano, solo se cambió de chaqueta y con un casco en mano se fue así como llegó.
El chofer también se había ido sin decir una palabra.
—Gracias, Jasper. Es muy lindo esto que hacen por mí. Prometo molestar lo menos posible.
—No, bebé, a mí molesta lo más que puedas, por favor. — Sonrió y quitó su mano de mi espalda. — Ven, te enseño dónde queda tu habitación.
Caminé a su lado. La cocina era inmensa, la sala también, y me alegré de ver una PlayStation y un buen sistema de audio. Tenían una terraza y un gimnasio ¡con piscina! Después nos dirigimos a las habitaciones.
—Bueno, esto que te voy a mostrar me encanta.
Mientras él se reía, yo ocultaba una sonrisita idiota.
— ¿Y por qué te encanta? — Pude adivinar por qué, pero quería que él me lo dijera.
—Esta es tu habitación y la de enfrente es la mía. La del fondo es la de Ethan, pero como es muy reservado, mejor no invadas ese espacio. — Señaló la otra puerta. — Ese es el baño, pero también tienes uno dentro de tu habitación; ese solo lo usan las visitas.
Diosas y dioses del pecado y la tentación, dormiría a escasos pasos de Jasper.
—Bien, lo tendré en cuenta y no iré a su habitación.
—Pero estás cordialmente invitada a ir a la mía cada vez que quieras, Cassandra. — Ya estaba extrañando sus insinuaciones. — Entra y dime qué más quieres, te lo daremos.
Gracias por leer.