Ella es Karen, quien de manera misteriosa ocupa el cuerpo de Samanta, una emperatriz que está destinada a morir.
Ahora que un alma diferente ocupa ese cuerpo, las cosas no serán tan simples para aquellos que le hicieron daño a Samanta.
Esta alma nueva quiere venganza
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Acusación
En el comedor
Cuándo fue la hora de la cena las doncellas pasaron a servir y como cada noche, la cena fue servida según los gustos de cada uno.
Se sentía un ambiente pesado, pero aun así, Samanta estaba tranquila y totalmente confiada con la situación.
Ya que su amiga y compinche, de seguro ya tiene todo controlado.
Solo se alegra de lo que se viene, pues en la noche de hoy, cae alguno de sus enemigos, cualquiera que caiga, para ella estará bien.
Con tranquilidad, ella se dedicó a comer sus alimentos, y estaba atenta a todo.
Todo parecía ir bien, y por esa razón Samanta se apuró en comer más de prisa, ya que lo que se viene, evitará que ella disfrute de su comida.
Cuando ella estaba terminando de cenar, el emperador de un momento a otro se empezó a sentir mal, y tosió con fuerza, y sangre salió de su boca.
Todos allí estaban asustados, y más cuando el emperador cayó de su silla.
Rápidamente, todos dejaron de comer y la madre emperatriz llamó a los guardias y estos enseguida llegaron.
—Rápido, que alguien vaya por el doctor real — dice está apurada, mientras lloraba de angustia.
Uno de los guardias fue a buscar compañeros, y estos llevaron al emperador a su habitación, quien estaba más pálido que un fantasma.
El palacio estaba en un caos, y más cuando el doctor llegó, y determinó, que el emperador había sido envenenado. Las concubinas no saben qué pasó, pero van a aprovechar la situación.
Todos se asustaron, y la emperatriz madre muy enojada mandó a buscar a los guardias, y con estos, los empleados que sirvieron la cena.
Ella misma investigó lo que sucedió, y los empleados no supieron qué decir, pues ninguno es tan valiente como para poner su vida en peligro.
Ahí fue donde comenzó el drama.
Tímidamente, una doncella se acerca a la madre emperatriz, y cae de rodillas llorando.
—Madre emperatriz, unos minutos antes de que todos estén en el comedor, vi como la emperatriz echó algo a la comida del emperador, tengo miedo, ayúdeme— dice la doncella temblando como una hoja.
La madre emperatriz al escuchar eso, fue hasta Samanta y le dio dos bofetadas, las cuales la hicieron caer. Ella nada más apretaba los puños con enojo y jura que esa afrenta no terminará bien para esa mujer.
—Tú... ¿Cómo te atreves a hacerle daño a mi hijo? Eres una malagradecida, ni siquiera eres la mujer oficial del emperador, y mira lo que haces— dice la mujer para luego intentar nuevamente pegarme a Samanta, quien cuando vio venir otro golpe, lo detuvo en el aire.
—Madre emperatriz, espero que recuerde bien su posición en este palacio, sin pruebas, no puede acusar a un noble, ¿quién sabe si lo que dice esta sirvienta es real, qué pruebas tiene de sus palabras?— dice ella y le aprieta la mano con fuerza a la madre emperatriz, quien trato de alejar la mano porque le estaba doliendo el agarre.
Uno de los guardias ayudó a Samanta a ponerse de pie, y ella dejó ir la mano de aquella mujer.
—Hermana cómo pudiste hacerle eso a su majestad, no tienes corazón— dice Selma con tristeza fingida y Ruth habla.
—Si mi doncella dice que vio a la emperatriz hacer eso, es porque así es— dice Ruth con malicia.
—Tú tampoco tienes pruebas de eso, si tan seguras estás, muestras las pruebas y si es así, que me hagan un juicio por traición a la corona, de no ser yo la culpable, esa doncella debe de perder la lengua antes de morir, y la madre emperatriz debe de recibir 20 azotes en plena plaza pública— dice Samanta sin emociones y antes de que la madre emperatriz diga algo, Ruth decide aceptar.
—Que así sea— dice la mujer y la madre emperatriz no muy segura acepta, y ella misma en compañía de los guardias, mando a que revisen la habitación de Samanta.
Por la búsqueda, aquella habitación parecía un nido de pájaro, y los guardias buscaron hasta en el baño y el suelo, pero no encontraron nada.
También revisaron a Samanta y tampoco había pruebas de que ella fue quien daño al emperador.
Las concubinas y sus doncellas estaban asustadas, ya que estaban seguras de que el veneno estaba en la habitación de Samanta y ahora no saben a dónde fue a parar, tal parece que aquella mujer estaba preparada de antemano.
—Como ven, la madre emperatriz actuó solo por la palabra de una sirvienta, y fue injusta, yo sugiero, que así como me revisaron mi habitación, lo ideal es que busquen en las habitaciones de todos los que habitan dentro del palacio, incluyendo en la habitación de la servidumbre— expresa Samanta indiferente.
Sin esperar orden de alguien más, los guardias hacen exactamente así, y todo el palacio estaba de cabezas por la búsqueda de evidencia.
Todo el mundo seguía de cerca lo que se hacía en su habitación, para evitar conflictos.
Pasaron exactamente tres horas después, cuando los guardias, al entrar en la habitación de la sirvienta de Ruth, encontraron un frasco oscuro sospechoso, inmediatamente, le mostraron el frasco al doctor, quien determinó, que su contenido, es el mismo veneno que usaron en el emperador.
Los involucrados en el asunto, casi se desmayan y más por lo que dijo Samanta.
—Como pueden ver, la misma sirvienta que me acusó de hacerle daño al emperador, es quien tenía el veneno en sus pertenencias, lo que significa que fue la culpable del envenenamiento de su majestad— dice la joven emperatriz y le ordenó a los guardias llevar a la sirvienta al calabozo, para el día siguiente enjuiciarla.
Ruth abogaba por su doncella, pero nadie le hacía caso.
La madre emperatriz, estaba más pálida que un fantasma, ya que en el día de mañana, le espera una vergüenza demasiado grande, y todo por llevarse de sus emociones.
De saber que lo que dijo aquella sirvienta no era real, no se habría prestado para semejante cosa tan terrible.
La mujer estaba en sus pensamientos, y Samanta la sacó de ellos.
—Madre emperatriz, espero que mañana esté preparada para pagar por su falta de respeto, no dejaré pasar por algo lo que me hizo, tenga eso en cuenta—
Expresa Samanta con una mirada afilada, para luego de eso ordenarle a la servidumbre, organizar todo nuevamente.