Sacha, buscando una lectura emocionante, se topa con "Emperador, ¿por qué mataste a mi hermano?", una novela BL donde el emperador, obsesionado con Leo, lo mata accidentalmente al proteger a su hermana adoptiva.
Al terminar la novela, Sacha se ve transportada al mundo ficticio, convirtiéndose en la hermana adoptiva de Leo. Ahora, con el conocimiento del futuro, debe proteger a su hermano del emperador, un hombre que, aunque lo amaba, lo mató por un error trágico.
Sacha se enfrenta a un dilema: ¿puede cambiar el destino de Leo sin sacrificar su propia felicidad? ¿O se verá atrapada en un romance peligroso con el emperador, un hombre que, a pesar de su amor, es capaz de cometer actos terribles?
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Sombras Reveladas
La noche había caído sobre el campamento, cubriendo el bosque con un velo de misterio. Las hogueras apenas lograban disipar la oscuridad, y el murmullo de las conversaciones entre los soldados y nobles comenzaba a apagarse. Sacha estaba sentada cerca de una de las fogatas, sosteniendo el medallón que Adrien le había entregado. Lo giraba entre sus dedos, con la mirada fija en los grabados. Algo en ellos despertaba una inquietud que no podía ignorar.
"No puede ser solo un adorno... Esto tiene algo más."
Leo, que había permanecido cerca desde el incidente con el atacante, la observó en silencio antes de hablar.
—¿Todo bien? —preguntó con suavidad, su voz rompiendo el silencio entre ellos.
—Sí, solo estoy cansada —respondió, intentando ocultar sus pensamientos.
Pero la verdad era que no podía dejar de pensar en lo que había descubierto. La reunión con el emperador y Adrien había planteado más preguntas que respuestas. Los ataques, los símbolos en las piedras, incluso la extraña energía en el aire... todo parecía conectado de alguna manera.
Más tarde, mientras todos dormían, Sacha decidió investigar. No podía quedarse quieta sabiendo que había algo más detrás de todo lo que estaba ocurriendo. Deslizándose fuera de su tienda, se dirigió hacia el pabellón donde se guardaban los objetos confiscados al atacante.
Dos guardias estaban apostados en la entrada. Fingiendo que había olvidado algo, logró distraerlos lo suficiente como para colarse adentro. Una vez dentro, buscó entre las cajas y bolsas, hasta que encontró algo que le heló la sangre: una piedra negra con grabados similares a los del medallón.
"¿Qué significa esto?"
Un ruido la sobresaltó. Al girarse, vio a Cassian, el fiel lacayo de Adrien Duval, de pie en la entrada. Su rostro estaba iluminado por la tenue luz de una lámpara, y su expresión era inescrutable.
—Es tarde para andar sola, Lady Sacha —dijo, con un tono que pretendía ser cortés, pero que tenía un filo que no pasaba desapercibido.
—Yo... solo estaba buscando respuestas —respondió, tratando de mantener la calma.
Cassian avanzó un paso, sus ojos fijándose en la piedra que ella sostenía.
—Hay cosas que es mejor no saber —murmuró, extendiendo una mano hacia ella.
Sacha retrocedió instintivamente, pero antes de que pudiera reaccionar, Cassian murmuró algo en un idioma desconocido. La piedra comenzó a emitir un leve brillo rojizo, y el aire a su alrededor se volvió denso, como si algo invisible la estuviera rodeando.
—¿Tú...? —intentó decir, pero las palabras se le atascaron en la garganta.
—Curiosidad peligrosa —dijo Cassian, tomando la piedra con calma de sus manos—. Mantén tus manos alejadas de cosas que no comprendes.
Cassian salió del pabellón con la piedra, dejándola sola. Sacha respiró profundamente, tratando de calmarse. Pero en su mente, las piezas comenzaban a encajar.
De regreso en su tienda, tomó el medallón y lo inspeccionó con más atención. Los grabados en el metal coincidían con los símbolos de la piedra negra. Esto no podía ser una coincidencia.
"Esto no es un simple regalo..." pensó, girando el medallón en sus manos. Una hendidura apenas visible se encontraba en el borde. Al presionarla, una energía sutil recorrió su cuerpo, y un sonido apenas perceptible llegó a sus oídos.
El medallón no era un adorno. Era un dispositivo mágico. "¿Ha estado escuchando todas mis conversaciones?"
La idea la llenó de angustia. Adrien no era quien aparentaba ser, y Cassian... probablemente tampoco.
Al día siguiente, una nueva reunión se llevó a cabo en el campamento. El emperador estaba presente, junto con Adrien, Cassian y otros nobles. Sobre la mesa se encontraba un mapa detallado del área, con puntos marcados en rojo.
—Estos son los lugares donde hemos encontrado símbolos —explicó Adrien, señalando los puntos—. Cada uno parece estar relacionado con algún tipo de ritual.
—¿Ritual? —preguntó Leo, frunciendo el ceño.
—No estamos seguros de su propósito, pero las piedras encontradas en esos lugares están imbuidas con magia antigua. Podrían ser parte de algo más grande.
Sacha escuchó atentamente, sin dejar de observar las reacciones de Adrien y Cassian. Había algo en su comportamiento que no encajaba, una especie de complicidad silenciosa que la ponía en alerta.
"Esto no se trata solo de los ataques..." pensó, mientras recordaba las palabras de Cassian.
Las piezas comenzaban a unirse:
Las piedras negras no eran meros objetos decorativos; eran artefactos mágicos con un propósito específico.
El medallón que Adrien le entregó era parte de ese plan, un medio para vigilarla y quizás algo más.
Cassian y Adrien compartían un secreto, uno que podría estar relacionado con los ataques y los símbolos.
Pero, ¿por qué?
Más tarde, esa misma noche, Sacha vio a Cassian reunido con un grupo de hombres cerca del bosque. Desde su posición, apenas podía escuchar fragmentos de su conversación, pero lo poco que captó fue suficiente para confirmarle sus sospechas.
—Los símbolos están casi completos —dijo Cassian, con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre su implicación—. Solo necesitamos una cosa más.
—¿Y qué hay de ella? —preguntó uno de los hombres.
—La observaremos. Cuando sea el momento, lo sabrá.
Sacha contuvo el aliento. No podía quedarse quieta; debía averiguar qué planeaban antes de que fuera demasiado tarde.
Mientras tanto, en la tienda principal, el emperador discutía estrategias con Leo y Adrien, sin sospechar que las verdaderas amenazas estaban más cerca de lo que creían.
Y así, en las sombras, los hilos de la conspiración seguían tejiéndose, llevando a Sacha cada vez más cerca del ojo de la tormenta.