Dulce Venganza

Han pasado varios días, desde esa cena tan agradable. Aunque se sintió cautivado por Luna, seguía con su relación con Michel, ignorando las constantes advertencias de su madre. A pesar de las discusiones cada vez más acaloradas con Eloísa, él se negaba a creer lo que ella le decía sobre Michel.

Una tarde, en la casa familiar, Eloísa y Daniel se enfrentaban en otra de sus habituales confrontaciones.

- Daniel, debes entender que Michel no es la persona para ti. Ella solo está interesada en nuestra fortuna - dijo Eloísa, con un tono de preocupación y exasperación.

-¡Madre, ya basta! Michel me ama. ¿Por qué no puedes aceptarlo? - respondió Daniel, alzando la voz - Siempre has Sido tan crítica con mis decisiones. ¡Déjame vivir mi vida!

Eloísa suspiró, tratando de mantener la calma.

- No es solo una cuestión de decisiones, Daniel. Es una cuestión de proteger lo que hemos construido. No puedo permitir que alguien así se aproveche de ti y de nuestra familia.

- No tienes derecho a decidir con quién debo estar. Soy un adulto, madre. Puedo tomar mis propias decisiones - replicó Daniel, visiblemente molesto.

La tensión en el aire era palpable. Eloísa sabía que insistir solo empeoraría la situación, Pero no podía quedarse callada mientras veía a su hijo caminar hacia lo que ella considera un desastre.

- Lo hago porque te amo, Daniel. Porque quiero lo mejor para ti. - dijo Eloísa, con la voz quebrada.

- Entonces demuéstralo respetando mis elecciones - contesto Daniel antes de salir de la habitación, dejando a Eloísa sola y angustiada.

Eloísa se recostó en su cama, el cansancio evidente en sus ojos. Aunque siempre había sido una mujer fuerte y decidida, ahora enfrentaba una batalla silenciosa contra una enfermedad que se había arraigado en su cuerpo. No quería a Luna o Daniel, Pero la sombra de su condición le pesaba día a día.

Decidida a proteger lo que había construido, y que no permitiría que esa arribista de Michel destruya y despilfarre todo el trabajo de año y la fortuna Ferrer.

Decidía a proteger lo que había construido, Eloísa tomo una decisión crucial. Llamo a su abogado de confianza, el señor Márquez, para que viniera a su casa esa misma tarde.

- Señora Eloísa, ¿cómo se encuentra hoy? - pregunto el señor Márquez al llegar, con una mezcla de formalidad y preocupación genuina.

- He tenido días mejores Márquez - respondió Eloísa, esbozando una sonrisa débil - Pero hay algo importante que necesito discutir contigo.

Se acomodaron en el despacho de Eloísa, una habitación decorada con elegancia y repleta de recuerdos de una vida dedicada al trabajo y la familia.

- Quiero cambiar mi testamento - anuncio Eloísa, con voz firme - He tomado una decisión que aseguraba que el Grupo Ferrer y su fortuna queden en buenas manos.

El señor Márquez la miró con curiosidad y atención, sacando su libreta para tomar notas.

- Daniel solo podrá tener acceso a la fortuna Ferrer si se casa con Luna - continuo, Eloísa - De lo contrario, todo pasará a ser propiedad de ella. Confío en Luna, y sé que bajo su guía, el legado de nuestra familia estará a salvo. Y el matrimonio no debe durar menos de 3 años. Ya después de este tiempo se podrán divorciar y dividir en partes iguales todo.

- ¿Está segura de esto, señora Eloísa? Es una decisión muy inusual - comentó el abogado, aunque sin cuestionar la autoridad de su clienta.

- Totalmente segura, Márquez. No puedo permitir que el esfuerzo de mi vida caiga en manos equivocadas. Luna es inteligente, honesta y tiene un buen corazón. Sé que cuidara del Grupo Ferrer como si fuera yo.

El abogado asintió y comenzó a redactar el nuevo testamento. Eloísa lo observaba con una mezcla de determinación y serenidad, sabiendo que estaba haciendo lo correcto.

Eloísa reflexionaba sobre su decisión. Sabía que era un plan arriesgado, Pero confiaba en que, con el tiempo, Daniel y Luna podrían desarrollar una relación basada en el respeto y la confianza. Y lo más importante, confiaba en que Luna mantendría a salvo el legado familiar.

Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para protegerlos, incluso si eso significaba tomar medidas drásticas.

Esa noche, mientras la ciudad dormía, Eloísa sintió una paz inusual. Sabía que había hecho lo correcto, y con una última mirada a la foto de su familia en la mesita de noche, cerró los ojos, confiando en que el futuro estaba en buenas manos.