Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 2: Criaturas del Crepúsculo
Elías miró a su alrededor, fascinado y aterrorizado por lo que veía. Sombravelo era un lugar donde la magia parecía fluir a través de cada hoja y cada susurro del viento. A su alrededor, el bosque estaba lleno de vida: criaturas fantásticas danzaban entre las sombras, algunas brillando con una luz suave y cálida, mientras que otras parecían fusionarse con la oscuridad, ocultando secretos en sus ojos.
Nox, el cuervo, le sonrió con una extraña mezcla de complicidad y malicia.
—"Elías, este bosque tiene memoria. Aquí los sueños se manifiestan y las pesadillas se disfrazan de amigos. Debes tener cuidado."
A medida que caminaban, Elías sintió que cada paso lo sumergía más en un mundo donde lo extraño y lo maravilloso coexistían. No podía evitar pensar que, si alguna vez había tenido dudas sobre su propia valentía, ahora enfrentaría pruebas que pondrían a prueba su corazón.
Entre las sombras de los árboles, Elías vio a una criatura con la forma de un zorro, pero su pelaje era de un azul profundo y sus ojos, dos espejos que reflejaban las estrellas. Tenía orejas puntiagudas y una larga cola que parecía moverse como una serpiente enredada. A su alrededor, el aire chisporroteaba con energía mágica, como si el zorro estuviera hecho de los mismos sueños que poblaban la mente de Elías.
—“¡Hola, pequeño humano!”— dijo el zorro con un tono juguetón. Su voz sonaba como una melodía a medio tono, y cada palabra que pronunciaba parecía hecha de risas y ecos. —“Soy Fennel, el cazador de sueños. He venido a guiarte.”
Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la mirada de Fennel le decía que no podía confiar completamente en él. Aun así, su curiosidad lo llevó a aceptar la oferta.
Sin embargo, en el fondo de su mente, Elías no podía evitar pensar en lo que había escuchado sobre las criaturas de Sombravelo. Había historias sobre seres que aparentaban ser amigos, pero que, en realidad, llevaban a los incautos a trampas mortales. Y, por supuesto, la advertencia de Nox resonaba en su mente: “No todo lo que brilla es oro.” ¿Podría Fennel ser uno de esos seres engañosos?
El zorro parecía notar su indecisión. —“No temas, joven viajero. Aquí, en este bosque, todo es posible. Los sueños son reales, pero la verdad puede ser aún más extraña. A veces, uno debe perderse para encontrarse a sí mismo.” Su sonrisa se amplió, y por un instante, Elías tuvo la impresión de que el zorro conocía algo profundo sobre su corazón, algo que él aún no comprendía.
Fennel comenzó a moverse, su cuerpo deslizándose con elegancia a través del paisaje que parecía cambiar con cada paso. El bosque estaba lleno de murmullos: hojas susurrando secretos, ramas que crujían como si compartieran historias de antiguos viajeros perdidos. Elías lo siguió, atrapado en una mezcla de miedo y fascinación.
Juntos, Elías y Fennel se adentraron más en el bosque, y pronto se encontraron en un claro donde una extraña luz llenaba el aire. Aquí, los árboles tenían formas humanas, sus ramas extendiéndose como brazos, mientras que el suelo estaba cubierto de flores que brillaban con colores iridiscentes. En el centro del claro, una fuente emanaba un líquido dorado, que parecía brillar con una luz propia.
—“Esta es la Fuente de los Recuerdos,” dijo Fennel, sus ojos chispeantes. —“Los que beben de ella pueden recordar lo que han olvidado, pero también deben enfrentarse a lo que han perdido.”
Elías se acercó a la fuente, sintiendo una extraña atracción. La idea de recuperar sus recuerdos olvidados lo intrigaba, pero también le generaba miedo. Su mente se llenó de imágenes de su vida antes de Sombravelo: su abuela, sus sueños solitarios y, sobre todo, el miedo que lo había acompañado desde que era pequeño.
La luz de la fuente iluminaba el claro, creando sombras que danzaban de forma siniestra entre los árboles. De repente, un susurro llegó a sus oídos, una melodía suave y melancólica que parecía provenir de la fuente. Las flores comenzaron a moverse como si respondieran a la música, creando un espectáculo encantador y perturbador.
—“A veces, los recuerdos son más peligrosos de lo que parecen,” advirtió Fennel, sus ojos destilando sabiduría y travesura. —“Pero si decides beber, asegúrate de estar preparado para lo que pueda surgir.”
Elías se sintió atraído por el líquido dorado, sus pensamientos girando como hojas arrastradas por el viento. ¿Qué pasaría si recordara todo? Pero la pregunta resonó en su mente, y al mismo tiempo, una voz interna le advirtió que no todos los recuerdos eran bonitos. En el fondo, había sombras que lo acechaban, como monstruos esperando a que diera un paso en falso.
El temor se mezcló con el deseo, y por un momento, Elías se sintió abrumado. La fuente podría ofrecerle respuestas, pero ¿a qué precio? ¿Estaba preparado para enfrentar las verdades que podrían surgir, incluso si eso significaba recordar momentos de dolor y pérdida?
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando se dio cuenta de que lo que había dejado atrás en su hogar podría ser más que simple nostalgia; era el peso de su propia historia, las sombras de sus temores que lo habían seguido durante años. La tentación de acercarse era fuerte, pero el temor de lo que podría descubrir lo paralizaba.
—“Elige con cuidado, joven viajero,” dijo Fennel, sus ojos fijos en Elías con una intensidad casi palpable. —“A veces, lo que buscamos en nuestros recuerdos puede ser la última clave para abrir las puertas de la verdad, o un camino hacia la perdición.”
Con el corazón latiendo con fuerza, Elías miró la fuente, sintiendo el calor del destino en su pecho. ¿Sería valiente y se aventuraría a recordar, o se quedaría en la seguridad de su ignorancia? La decisión lo acechaba como una sombra, y el bosque, con su belleza inquietante, parecía esperarlo.
—“El verdadero viaje comienza aquí,” pensó, mientras el murmullo del bosque se convertía en un canto, llamándolo hacia un futuro que ya no podía evitar.