"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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Tomate
Después de tres semanas de luces brillantes, monitores constantes y las miradas de preocupación del personal médico, Jia finalmente recibía la noticia de su alta. Para Sora, los días habían transcurrido como un sueño distante, entre terapias físicas, conversaciones superficiales y los constantes intentos de recordar una vida que no sentía suya. Ahora, estaba de pie junto a la cama del hospital, mirando las ventanas que daban a la ciudad y sintiéndose extrañamente expuesta.
El sonido de la puerta al abrirse rompió el silencio, y Jinwoo, su mánager, entró con una sonrisa calculada y una bolsa de ropa colgada del brazo. Era un hombre de unos treinta y tantos años, con el rostro marcado por la experiencia y la tensión de su trabajo. Siempre mantenía una expresión amigable, pero había un aire de urgencia y control que no se desvanecía ni siquiera en momentos tranquilos.
—¡Buenos días, Jia! —saludó Jinwoo, dejando la bolsa sobre la cama y observándola con ojos críticos pero amables—. Hoy es el gran día. ¿Lista para dejar este lugar?
Sora, aún incómoda en su nuevo rol, intentó devolver la sonrisa, aunque sentía que no llegaba a sus ojos. —Supongo que sí... —respondió, su voz cargada de una mezcla de nerviosismo y resignación.
Jinwoo notó su titubeo, pero lo atribuyó al desgaste físico y emocional de las últimas semanas. —Todo saldrá bien, no te preocupes. Solo toma esto como un descanso temporal. Todos están emocionados de verte recuperarte, y tus fans no dejan de enviar buenos deseos.
Sora observó la bolsa que Jinwoo había traído. La abrió lentamente y encontró un conjunto sencillo pero elegante: unos pantalones oscuros, una blusa de seda beige y una chaqueta ligera. El estilo era clásico y cuidadosamente seleccionado, nada demasiado llamativo, pero lo suficiente para mantener la imagen de una estrella incluso en un momento tan personal.
—Es perfecto, gracias —dijo Sora, acariciando la tela con los dedos. Era suave, caro, y a la vez impersonal, como si representara la imagen que todos esperaban de Jia y no la mujer que realmente era.
—No es nada, Jia. Sabes que siempre estoy aquí para ayudarte —respondió Jinwoo mientras organizaba el resto de sus cosas. Había una eficiencia en sus movimientos que transmitía seguridad, como si estuviera acostumbrado a manejar cualquier situación que se presentara. Para Sora, era tranquilizador y a la vez intimidante.
Mientras se cambiaba, Jinwoo continuó hablando, llenando el espacio con actualizaciones sobre su agenda y lo que la esperaba en las próximas semanas. —Hay algunas entrevistas pendientes, pero las hemos pospuesto para que tengas más tiempo de recuperarte. Tu equipo de estilistas estará listo para trabajar contigo mañana, y tenemos una sesión de fotos programada para la próxima semana, si te sientes lista. —Sus palabras eran un recordatorio constante de la presión y el ritmo frenético que componían la vida de Jia.
Sora se miró al espejo del baño una vez más antes de salir. Llevaba la ropa que Jinwoo había escogido, y la imagen que reflejaba el cristal era impecable, pero ajena. Era como ver a un personaje construido a la perfección, una muñeca cuidadosamente vestida y peinada para encajar en un papel. Pero detrás de los ojos de Jia, Sora seguía sintiendo la confusión y el peso de una existencia que no era la suya.
Cuando regresó a la habitación, Jinwoo ya había coordinado la salida con el hospital. Todo estaba listo y cuidadosamente planificado, desde la ruta que tomarían hasta los miembros del personal que los acompañarían. Para él, este era solo otro día de trabajo; para Sora, era el primer paso en una vida que aún no comprendía.
—¿Lista para irnos? —preguntó Jinwoo, extendiendo una mano para ayudarla a salir de la cama.
Sora asintió, y aunque su corazón estaba lleno de dudas, permitió que Jinwoo la guiara fuera del hospital. Los pasillos que antes le parecían interminables ahora se sentían extrañamente cortos, como si el tiempo y el espacio hubieran perdido su significado. Al salir por las puertas principales, la luz del día la golpeó, brillante y casi cegadora, y se encontró rodeada de un pequeño equipo de seguridad y asistentes, todos atentos a cada uno de sus movimientos.
Los flashes de las cámaras no tardaron en aparecer. Aunque se trataba de una salida discreta, algunos paparazzi habían logrado acercarse lo suficiente como para captar la imagen de Jia en su primera aparición pública desde el accidente. Jinwoo se mantuvo firme a su lado, manejando la situación con la destreza de alguien que había pasado años protegiendo la privacidad de su estrella.
Sora respiró hondo y se dejó guiar hacia el coche que la esperaba. Cada paso fuera del hospital la alejaba más de la seguridad y el anonimato, empujándola de nuevo al centro de una vida que se sentía demasiado grande para manejar.
El automóvil negro y elegante que esperaba frente al hospital parecía un refugio seguro, una barrera contra el mundo exterior que Jia (Sora) aún no comprendía del todo. Pero en el momento en que Jinwoo la guió hacia la puerta, la tranquilidad de la salida se desmoronó en un instante. Lo que había comenzado como un pequeño grupo de paparazzi se transformó rápidamente en una multitud agitada. Los flashes de las cámaras parpadeaban con más intensidad, y el murmullo del gentío se convirtió en un estruendo insoportable.
—¡Moon Jia! ¡Aquí, una foto! —gritaban los fotógrafos, empujándose entre ellos para conseguir la mejor toma. Pero entre los gritos y el tumulto, otras voces más oscuras comenzaron a hacerse escuchar, distorsionando la atmósfera con su odio.
—¡Falsa! ¡Deberías haberte quedado en el hospital! —se oyó a alguien gritar desde la multitud, y Sora, que ya estaba tambaleante por la confusión de la situación, sintió un nudo formarse en su estómago.
Jinwoo, siempre eficiente, intentó mantener la calma. —¡Manténganse juntos! —ordenó a los guardias de seguridad, que se apresuraron a rodear a Jia, protegiéndola lo mejor que podían mientras la empujaban hacia el coche. Pero la presión de la multitud seguía creciendo, y con ella, la tensión en el ambiente.
De repente, el grito de una mujer atravesó el bullicio, cargado de veneno. —¡Esto es por todas las mentiras que has dicho! —Antes de que Jia pudiera reaccionar, sintió algo frío y pegajoso golpearla en la cara. Una explosión de color rojo cubrió su visión, y el fuerte olor a tomate la abrumó. La mujer, desconocida y llena de rabia, le había lanzado una bolsa llena de salsa de tomate, manchando su rostro y su ropa.
El impacto fue instantáneo, tanto física como emocionalmente. Jia se quedó paralizada por el shock, con la salsa resbalando por su rostro y la multitud a su alrededor estallando en un caos total. Los gritos y los insultos se intensificaron, mientras algunas personas se abalanzaban con más fuerza, empujando contra los guardias de seguridad que intentaban desesperadamente controlar la situación.
—¡Suficiente, retrocedan! —gritó Jinwoo, su voz llena de una autoridad que luchaba por hacerse oír entre la cacofonía. Tomó a Jia del brazo, jalándola con firmeza hacia el coche mientras los guardias intentaban apartar a la multitud. Pero el caos seguía creciendo, y los insultos no paraban.
—¡No te mereces nada de esto! —gritaba alguien más desde el fondo, mientras otros empujaban y golpeaban a los guardias, intentando acercarse más a Jia.
Jia, aturdida y con el rostro cubierto de salsa, apenas podía procesar lo que estaba sucediendo. Su corazón latía con fuerza, y su mente, ya frágil por la confusión de vivir en un cuerpo y una vida que no sentía suyos, se inundó de miedo y desesperación. No entendía por qué la odiaban tanto, por qué alguien querría hacerle daño de esa manera. Todo lo que había sucedido en las últimas semanas se convirtió en un torbellino de emociones incontrolables.
Finalmente, con un esfuerzo desesperado, Jinwoo y los guardias lograron meter a Sora en el coche, cerrando las puertas de golpe mientras el conductor aceleraba para salir del tumulto. El sonido del motor rugió, y el vehículo se alejó rápidamente del hospital, dejando atrás el caos y el odio que habían estallado en la entrada.
Dentro del coche, Jia respiraba con dificultad, sus manos temblando mientras trataba de limpiarse la salsa de tomate de la cara con un pañuelo que Jinwoo le ofreció. Su mánager, que siempre parecía tener todo bajo control, ahora mostraba una expresión de preocupación profunda.
—Jia, lo siento mucho... No esperábamos que esto sucediera —dijo Jinwoo, su voz cargada de culpa y nerviosismo. Sabía que la situación se había salido de control de una manera que no había previsto, y ahora veía las consecuencias en la expresión perdida y herida de Jia.
Sora no respondió. Simplemente asintió, con la mirada fija en la ventana del coche, viendo cómo la ciudad pasaba rápidamente a su alrededor, borrosa por las lágrimas que luchaba por contener. El dolor que sentía no era solo físico, sino también un eco de algo más profundo, un peso que parecía aplastarla desde dentro.
Mientras el coche se alejaba del hospital y del caos, Sora se dio cuenta de que la vida como Jia sería mucho más complicada y dolorosa de lo que había imaginado. Los recuerdos fragmentados y las emociones sin explicación eran una carga que tendría que aprender a soportar, incluso si no entendía por qué la odiaban o qué había hecho para merecerlo.
El silencio en el interior del coche solo era roto por el suave ronroneo del motor y el sonido de las respiraciones agitadas. Sora seguía intentando calmarse, aún temblando por lo que acababa de ocurrir. Mientras tanto, Jinwoo revisaba nerviosamente su teléfono, sus dedos moviéndose con rapidez mientras trataba de contactar a la agencia. Sabía que la noticia del incidente ya se estaba propagando por las redes, y lo último que necesitaban era más exposición.
De pronto, el teléfono de Jinwoo sonó con un tono agudo que llenó el auto. Al ver la pantalla, reconoció el número de la agencia y contestó de inmediato, con un tono que intentaba ser profesional pero cargado de tensión.
—Jinwoo, ¿qué demonios pasó? —la voz del director de la agencia resonó con una mezcla de preocupación y frustración. Aunque era habitual en la industria lidiar con paparazzi y críticas, un ataque físico era una línea que no se esperaba que cruzaran.
Jinwoo tomó aire, intentando mantener la compostura. —Se salió de control. Intentamos mantenerlo discreto, pero los paparazzi y los haters nos rodearon. Una mujer atacó a Jia con salsa de tomate... fue un desastre.
El director se quedó en silencio por un momento, como si estuviera sopesando la situación. —No podemos arriesgarnos a que algo así vuelva a pasar. El impacto en los medios será complicado de manejar. Lo mejor será que no regresen a la agencia hoy, podrían estar esperando afuera. Vayan directo al departamento de Jia. Necesitamos calmar las aguas antes de cualquier movimiento.
Jinwoo miró a Sora, quien seguía intentando limpiarse el rostro con el pañuelo, perdida en sus propios pensamientos y emociones. Asintió, aunque sabía que Sora no estaba viendo. —Entendido. Iremos al departamento de Jia. ¿Y qué les digo a los medios?
—Mantén la calma y di que están bien, que Jia necesita descansar. Nosotros nos encargaremos del resto —respondió el director, con un tono que denotaba la urgencia de tomar el control de la narrativa lo más rápido posible.
Jinwoo colgó y guardó el teléfono, volviendo a mirar a Sora con una mezcla de preocupación y culpa. Sabía que esta no era la bienvenida que ella esperaba al salir del hospital, y que cada incidente de este tipo solo hacía más difícil su adaptación a la vida como Jia.
—Vamos a tu departamento, Jia —dijo, tratando de sonar tranquilizador. —La agencia piensa que es mejor evitar la sede por ahora, al menos hasta que todo esto se calme. Y... ya les dije que ambos estamos bien.
Sora asintió lentamente, sin siquiera mirar a Jinwoo. Su mente estaba en otra parte, tratando de procesar lo que significaba ser odiada tan públicamente sin entender la razón detrás de ello. El departamento de Jia, un lugar que debería ser un refugio, ahora se sentía como otro rincón desconocido en esta vida ajena.
El coche cambió de rumbo y se dirigió hacia el elegante edificio de Jia, lejos de las cámaras y de la presión inmediata de la industria. Jinwoo sabía que tenía que protegerla, pero también entendía que no podían esconderse para siempre. La realidad de ser Jia implicaba enfrentar desafíos que iban más allá de lo físico; se trataba de una constante lucha por mantener una imagen, una batalla que ahora parecía más agotadora que nunca.
Mientras se acercaban al edificio, Jinwoo miró a Sora y, con una voz más suave, intentó reconfortarla. —Trata de descansar. Todo esto pasará, y mañana será un nuevo día. Yo me aseguraré de que estés segura, lo prometo.
Sora asintió, pero las palabras de Jinwoo se sentían vacías. Sabía que él estaba haciendo lo posible por apoyarla, pero no podía evitar sentirse atrapada en una vida que no podía controlar. Al menos en el departamento tendría un momento de paz, aunque sabía que la calma sería solo temporal.
El coche se detuvo frente al edificio, y el equipo de seguridad rápidamente abrió la puerta para ayudarlos a entrar. Jinwoo se mantuvo cerca de Sora, guiándola con cuidado y evitando cualquier interacción con el mundo exterior. Mientras subían en el ascensor, Sora se miró en los espejos dorados, viendo su reflejo: un rostro famoso, cubierto de restos de salsa y lágrimas, con los ojos perdidos de alguien que no sabía a dónde pertenecía.
Jinwoo, a su lado, se mantuvo en silencio, pero no dejó de observarla, consciente de que había mucho más en juego que solo un incidente público. Ambos estaban inmersos en un caos que no se desvanecería fácilmente, y solo podían esperar que, al menos por esta noche, la puerta del departamento pudiera mantener a raya el mundo exterior.
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El apartamento de Jia era elegante y minimalista, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Pero en ese momento, a Sora le parecía un espacio tan desconocido como todo lo demás. Agradecida de estar lejos del caos del exterior, se dirigió directamente al baño, deseando lavarse no solo los restos de salsa de tomate, sino también la sensación pegajosa de los insultos y la presión que se le había acumulado durante el día.
El agua caliente corrió sobre su piel, llevándose consigo la suciedad y el peso del ataque. Cerró los ojos y dejó que el sonido del agua la envolviera, brindándole un respiro momentáneo de la tormenta que rugía en su mente. Era su primer momento de verdadera calma desde que había salido del hospital, y aunque breve, era un alivio que necesitaba desesperadamente.
Después de unos minutos, salió del baño envuelta en una bata de seda blanca, con el cabello todavía húmedo cayendo en ondas desordenadas sobre sus hombros. Se sentía un poco más ligera, aunque aún con un nudo en el estómago que no desaparecía del todo.
Cuando llegó a la sala, encontró a Jinwoo sentado en el sofá, revisando su teléfono y tomando notas mentales sobre cómo manejar el desastre mediático que se avecinaba. Al escuchar sus pasos, levantó la vista y sonrió, pero con esa familiaridad cálida que siempre había caracterizado su relación. Jinwoo no era solo su mánager; era el hermano mayor que tanto Jia como las otras dos chicas del grupo habían necesitado durante años, una figura protectora y fiable en medio de la vorágine de la industria.
—Te ves mejor sin toppings encima, Jia —dijo Jinwoo con una sonrisa traviesa, tratando de romper la tensión del momento. Su comentario hizo que Sora se detuviera por un segundo, sorprendida, pero luego soltó una risa inesperada, un sonido que resonó en la habitación y que, por un momento, aligeró el ambiente.
—Sí, yo también lo prefiero así —respondió Sora entre risas, secándose aún el cabello con la toalla. Las palabras de Jinwoo, aunque sencillas, le habían devuelto un fragmento de normalidad, como si por un instante la vida no estuviera tan descontrolada.
Jinwoo sonrió, satisfecho de ver a Jia (Sora) riendo después de lo que había sido un día tan complicado. Siempre había sido su manera de manejar las cosas: con una broma, un comentario ligero, algo que pudiera desviar la mente de las preocupaciones aunque fuera por un momento. Jinwoo sabía que en su papel de mánager no solo tenía que manejar la carrera de Jia, sino también ser un apoyo emocional, especialmente en momentos en que todo parecía venirse abajo.
—De verdad, lo siento por hoy. No debería haber terminado así —dijo Jinwoo, su tono volviendo a ser más serio pero sin perder el toque protector. Sabía que el accidente no era su culpa, pero no podía evitar sentirse responsable.
Sora se sentó en el sofá junto a él, aún sonriendo levemente. —No te preocupes, Jinwoo. Sé que hiciste lo mejor que pudiste. —Aún había algo de tristeza en sus palabras, pero también gratitud. La conexión con Jinwoo, la camaradería y su sentido del humor eran un bálsamo en medio de la confusión.
—¿Sabes? —dijo Jinwoo, recostándose en el sofá—. Siempre que las cosas se ponen feas, recuerdo todas las veces que ustedes tres, tú, Min-Ju y Ha-na, me volvieron loco con sus ideas absurdas. Como aquella vez que querían hacer un video musical con un elefante de verdad. Pensaba que iban a acabar matándome de un infarto —dijo, haciendo un gesto dramático que hizo reír a Sora nuevamente.
—No puedo creer que aún te acuerdes de eso... —respondió Sora, sorprendida por la memoria de Jinwoo, y aunque las imágenes no le venían claras a su mente, podía sentir la calidez de esos momentos pasados.
Por un momento, la sala se llenó de risas suaves y complicidad, un respiro entre la tormenta que ambos sabían que solo era temporal. Sora se sintió agradecida por ese pequeño instante de normalidad, una chispa de lo que solía ser la vida de Jia antes de que todo se volviera tan complejo. Jinwoo, mientras tanto, se sentía aliviado de haber podido aligerar un poco el peso que veía reflejado en los ojos de Jia. Sabía que todavía había mucho por delante, pero en ese momento, en esa pequeña burbuja de risa y camaradería, todo parecía un poco más manejable.
La risa se fue apagando lentamente en la sala, dejando un eco suave que alivió la tensión del día. Sora se recostó en el sofá, dejando que la calidez del momento la envolviera. Jinwoo, aún sonriendo, se acomodó a su lado, disfrutando de la rara ocasión en la que podía ver a Jia relajarse, incluso en medio del caos.
—Oye, ¿quieres cenar algo? —preguntó Jinwoo, rompiendo el breve silencio mientras dejaba su teléfono a un lado—. Después de lo de hoy, creo que ambos podríamos usar un poco de comida que no venga con estrés incluido.
Sora lo miró, sorprendida por la pregunta. Jinwoo solía ser estricto con las dietas y horarios, siempre asegurándose de que Jia y el resto del grupo mantuvieran la imagen perfecta. Pero hoy, su tono era más suave, menos gerencial y más fraternal.
—No lo sé... —respondió ella, pensativa, recordando las restricciones que siempre la habían mantenido alejada de los placeres simples como una comida sin preocupaciones.
Jinwoo levantó las cejas, fingiendo una expresión de súbita inspiración. —¿Qué te parece una pasta con salsa de tomate? —dijo, tratando de contener la risa—. ¿Sabes? Hoy me despertó un antojo que no puedo ignorar.
Sora lo miró con incredulidad antes de estallar en una carcajada. Jinwoo había hecho de nuevo lo que mejor sabía hacer: tomar una situación incómoda y convertirla en algo ligero. Se llevó una mano al rostro, negando con la cabeza mientras aún reía.
—Eres imposible, Jinwoo. Creo que ya he tenido suficiente salsa de tomate por un día —dijo, fingiendo disgusto, aunque sus ojos brillaban con humor.
Jinwoo se encogió de hombros, como si se rindiera ante su propia broma. —Sí, tal vez sea demasiado pronto para eso. Pero hablando en serio, tú eliges. Hoy puedes pedir lo que quieras. Sin reglas.
Sora se quedó en silencio un momento, dejando que la oferta de Jinwoo se asentara. Era raro tener esa libertad, incluso en algo tan simple como decidir qué cenar. Normalmente, su vida como Jia estaba llena de restricciones, desde la cantidad exacta de calorías que podía consumir hasta el momento exacto en que debía comer.
Miró a Jinwoo con un brillo travieso en los ojos. —¿Sabes qué? Se me antoja una hamburguesa. Una bien grande, con queso, papas fritas y todo. —Sora casi se sonrojó al decirlo, como si estuviera confesando un deseo prohibido.
Jinwoo la miró, sorprendido pero divertido. —¿Una hamburguesa? ¿Tú? —dijo, riendo entre dientes—. No has comido algo así en meses, y eso si cuento el último cheat day. ¿Estás segura? Podría romper tu dieta perfecta.
Sora asintió con firmeza, sintiendo una chispa de emoción. —Sí, estoy segura. Después de todo lo que ha pasado, creo que me lo merezco. Ya estoy harta de las ensaladas y el pollo al vapor.
Jinwoo la observó un momento, comprendiendo que no era solo el deseo de una hamburguesa, sino una pequeña rebelión contra la estructura rígida que había definido su vida durante tanto tiempo. Y aunque sabía que se salía del plan, hoy no iba a negarle ese pequeño capricho.
—Está bien, está bien. Una hamburguesa será —dijo Jinwoo, sacando su teléfono y comenzando a buscar en una aplicación de comida a domicilio—. ¿Alguna preferencia? Doble queso, extra tocino... ¿o vamos con todo?
Sora rió, sintiéndose como una niña que se permitía romper las reglas por una vez. —Con todo, por favor. Hoy no hay reglas, ¿recuerdas?
Jinwoo asintió, sonriendo mientras hacía el pedido. En ese momento, no era el mánager estricto que vigilaba cada movimiento de Jia, sino el amigo que entendía que, a veces, lo que se necesitaba era un pequeño placer para sanar las heridas invisibles.
—Perfecto, llegará en unos minutos. Prepárate para la mejor hamburguesa que hayas comido en meses —dijo Jinwoo, acomodándose en el sofá con una expresión satisfecha.
Mientras las luces de la ciudad parpadeaban a través de las ventanas, Sora se recostó en el sofá y cerró los ojos, aferrándose a esos breves destellos de normalidad. Sabía que, aunque fuera solo por esta noche, estaba a salvo, y eso era suficiente.