Si hubiera sabido el impacto que tendrías en mi vida, hubiera corrido en otra dirección que no fuese la tuya
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Si eres capaz de destruirme, hazlo.
Sus manos suaves recorrían mi piel, mientras su boca exploraba la mía. Mi cuerpo se convirtió en un manojo de nervios, sin saber cómo reaccionar. Sus manos mantenían las mías aprisionadas de manera gentil, y sentía cómo me derretía en sus brazos, a pesar del frío exterior. En un momento, el sonido repentino de la película en la sala me hizo recordar dónde estábamos. Intenté apartarme de su abrazo, recobrando la noción del lugar.
Él, al darse cuenta de mi reacción, me volvió a abrazar, besándome con más fervor. Durante unos segundos me dejé llevar, sintiendo el calor de su piel en la mía. Sin embargo, pronto escapé de nuevo, dándole un pequeño beso rápido antes de subir a nuestros asientos. Nos quedamos mirándonos sin saber qué decir, pero el deseo en nuestros ojos era evidente. En medio de la oscuridad, su mano buscó mi muslo, haciéndome perder la conciencia de mis actos por un momento.
Recuperé la compostura de repente, recordando por qué había bajado. Venía a decirle que estaba lloviendo y que teníamos que irnos.
—Dylan... —dije con voz entrecortada.
—Dime —respondió él de la misma forma.
—Está lloviendo muy fuerte. Tenemos que buscar la manera de irnos.
Él asintió, entendiendo, y salimos rápidamente del cine. A causa de mis nervios, casi tropecé dos veces. Las puertas principales estaban cerradas, así que tuvimos que salir por la emergencia, llegando al centro comercial.
—Está lloviendo muy fuerte —repetí, ya entrando en pánico.
Dylan intentó mantener la calma.
—Tendremos que llamar un taxi —dijo, sacando su teléfono y haciendo varias llamadas con rapidez. Mientras tanto, yo lo observaba, absorta en su determinación. Me atraía más de lo que podía admitir, aunque no estaba segura si era por la situación o por el aura de seguridad que irradiaba.
Con cada llamada, su frustración aumentaba.
—¿Todo bien? —le pregunté.
—Estamos en medio de una tormenta eléctrica. Nadie puede venir hasta que la lluvia cese —respondió, visiblemente molesto.
Sin embargo, al ver mi expresión de preocupación, me atrajo hacia él y comenzó a besarme la frente, intentando calmarme. Caminamos por el centro comercial, esperando que la lluvia disminuyera. Eventualmente, nos sentamos a conversar, intentando distraernos.
Cerca, noté un McDonald's.
—¿Quieres? —me preguntó, notando mi distracción.
Le sonreí, sin entender del todo.
—¿Quieres una cajita feliz? —repitió, con una sonrisa.
Nos dirigimos al restaurante y, mientras comíamos, una canción suave comenzó a sonar. Sin darnos cuenta, empezamos a tararearla juntos, sonriendo y sintiendo esa conexión especial que habíamos construido en tan poco tiempo. La canción "Me voy enamorando" llenaba el ambiente, reflejando lo que ambos estábamos viviendo.
Después de un rato, Dylan hizo otra llamada.
—Voy a llamar a un compañero del gym —dijo, un poco molesto por la espera.
Mientras hablaba, aproveché para distraerme viendo algunas vitrinas. Poco después, se acercó.
—Vendrá por nosotros, solo tenemos que esperar un poco más.
Me ofreció su impermeable para cubrirme, y yo le ofrecí mi paraguas. Nos sentamos bajo el techado, abrazados, mientras las gotas de lluvia caían pesadamente sobre el techo. Aunque estábamos cansados y preocupados, yo me sentía feliz de tenerlo a mi lado.
—Mi teléfono se va a descargar, ¿puedes anotar el número del taxi? —me pidió.
Le pasé mi teléfono sin dudar. Durante la siguiente hora, seguimos esperando. Cada vez que se comunicaba, yo le prestaba el móvil, y aunque me frustraba la espera, no me quejé.
Finalmente, cuando ya pensaba que nos quedaríamos ahí toda la noche, escuchamos el claxon de un coche. Dylan me tomó de la mano, haciéndome correr con él hacia la salida.
—Me voy a caer —grité, riendo.
—Corre, amor. ¿O quieres que te cargue? —bromeó, aunque se notaba su prisa.
El coche que vimos no era el taxi, lo que nos devolvió al frío bajo la lluvia. Pero al fin, llegó el famoso taxi, y entramos agradecidos.
—Gracias por venir —dijo Dylan al conductor mientras subíamos al asiento trasero.
Nos miramos con complicidad, pero en lugar de continuar con el frenesí del momento, Dylan me abrazó con ternura, apoyando mi cabeza en su hombro. Me sentí segura y en paz.
Al llegar a mi casa, Dylan me ayudó a salir del taxi. Me dio un beso rápido y un “Te amo” antes de que pudiera procesar sus palabras. Lo miré alejarse, sintiendo que algo profundo estaba creciendo entre nosotros.
Los días siguientes continuaron igual de intensos. Hablábamos cada noche, y aunque todo parecía perfecto, algo en mi interior no me dejaba estar completamente tranquila. Mis alarmas internas seguían sonando, pero las ignoraba. Había algo en Dylan que no lograba descifrar, algo que me hacía sentir que debía ser cautelosa, aunque el deseo de seguir con él fuera más fuerte.
Finalmente, llegó el día de nuestra última salida juntos. Casi tres meses habían pasado desde que nos conocimos, y aunque no éramos oficialmente una pareja, nos comportábamos como si lo fuéramos. Me puse un vestido blanco, mientras Dylan, vestido de negro, parecía el contraste perfecto. Caminamos por el centro comercial, comimos, y reímos.
—¿Cuál es tu nombre completo? —le pregunté, casi como si fuera una pregunta casual.
Dylan dudó, jugó con varios nombres falsos, hasta que finalmente, con una sonrisa resignada, me lo dijo. Me quedé pensativa, pero decidí no darle importancia en ese momento.
Al despedirnos, me besó suavemente antes de dejarme junto al taxi.
—Nos veremos pronto. Escríbeme cuando llegues. Te amo —dijo, alejándose antes de que pudiera responder.
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