Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 7
Benicio regresó a casa y continuó ignorando las llamadas de Carla. No tenía ánimos de escuchar sus quejas, y mucho menos de oír su voz. Se dirigió al baño, se tomó su tiempo en un intento por relajarse. Pese a que ya había tomado algunas copas con su amigo, Benicio sabía que necesitaría más para poder dormir. Agarró una botella de whisky y un vaso con hielo, se sentó en su balcón y empezó otra ronda de bebida, mientras sus pensamientos le atormentaban.
Adrián también tardó en conciliar el sueño. Recordó el momento en que se había topado con Benicio en el baño y el delicioso perfume que había sentido al estar tan cerca de él, mientras se cepillaba los dientes y se miraba en el espejo. Comenzó a luchar consigo mismo.
— Olvida ese aroma. Es inalcanzable para ti. No te engañes. Eso solo te va a hacer sufrir. Él es heterosexual, está comprometido y además es tu jefe. Lo importante es mantener tu empleo, no encontrar un novio. Así que, deja de pensar en tonterías.
Terminó de cepillarse los dientes y se fue a la cama, pero sus pensamientos seguían mezclándose entre el pasado y el presente, tratando de persuadirse de que terminaría lastimándose otra vez.
Al día siguiente, Adrián amaneció animado. Le dio un beso a su abuela antes de salir y llegó temprano a la empresa. Necesitaba estar allí antes que su jefe y la secretaria le informó qué tipo de café le gustaba a Benicio. Adrián debía buscarlo en una cafetería que estaba en la esquina.
Como era su primer día, la secretaria ya había hecho el pedido, entonces Adrián simplemente recogió el café y lo dejó en su mesa para entregarlo en cuanto Benicio llegara. Algunas de las tareas que tendría que hacer le fueron explicadas por la secretaria, mientras que el resto sería determinado directamente por Benicio.
Tan pronto como Benicio llegó, todos notaron que parecía de mal humor. Adrián cogió el café y se dirigió al despacho presidencial. Antes de entrar, la secretaria le deseó buena suerte. Si su jefe estaba realmente enfadado, Adrián sabía que iba a necesitar esa suerte.
Adrián entró en la sala y saludó a Benicio, esperanzado en que las cosas comenzaran bien esa mañana.
— Buenos días, señor. Aquí tiene su café.
— Buenos días, Adrián. ¿Ya sabes qué café me gusta?
— Me informaron en cuanto llegué. — Se veía aún algo aprensivo.
— Eso está bien. Así podemos agilizar el resto de las cosas que tengo que pasarte. Pareces bien, no pareces para nada resacoso. — Mencionó la noche anterior.
— No suelo beber mucho, señor. Además, tenía que venir a trabajar hoy, así que no me excedí.
— No me meto en la vida personal de los empleados, mientras no afecte su rendimiento al día siguiente. No me importa si saliste con tu hermano, amigo o... el hombre que estaba contigo. — Encontró una manera de indagar más sobre la persona que estaba con Adrián.
— Por supuesto, señor. Jamás dejaría que algo así afectase mi trabajo. Como le dije, mi trabajo es primordial para mí. En cuanto a Eli, él es solo un amigo.
Benicio sintió un alivio con esa respuesta, pero al mismo tiempo eso alteró aún más su humor. No quería pensar en Adrián de esa manera y no podía hacerlo. Estaba comprometido y a punto de casarse, planeando tener una vida normal.
— Confío en que eres realmente responsable y por eso te escogí para este puesto. Pero vamos a lo que interesa. Te pasaré el resto de las indicaciones de lo que tendrás que hacer.
Benicio comenzó a explicar lo que esperaba de Adrián como su asistente. Necesitaría que sus horarios estuviesen disponibles cuando fuera necesario, ya que Adrián tendría que acompañarlo en comidas o cenas de negocios.
Adrián escuchaba atentamente, estaba de acuerdo con los términos y anotaba la información en su agenda personal. Hablaron del trabajo por un tiempo, hasta que fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió. Benicio miró hacia la puerta, mostrando disgusto al ver quién era.
— Señor, pido disculpas, pero ella no esperó a ser anunciada. — Se disculpó la secretaria.
— Está bien, puedes irte. — Despidió Benicio a la secretaria.
— Soy tu prometida. ¿Ahora necesito permiso para entrar en tu despacho? — Dijo ella, cruzándose de brazos de forma arrogante.
— Sí, lo necesitas. Este no es tu hogar, ni el mío. Este es mi lugar de trabajo. Pido que tengas más respeto. Podría estar en una reunión importante o con algún cliente. No puedes y no tienes derecho de entrar aquí sin permiso, solo porque seas mi prometida. — Respondió con irritación.
Adrián acababa de conocer a la prometida de Benicio de la peor manera posible y la situación se estaba volviendo incómoda. No sabía si debía salir o permanecer en la sala, pero al mirar a la prometida de Benicio, tuvo la certeza de una cosa: era muy bella y parecía ser bastante rica. No había motivos para que Benicio lo mirase a él.
— Adrián, ¿podrías darnos licencia por favor? — Pidió Benicio, manteniendo su vista en la prometida.
Adrián solo asintió con la cabeza y salió del despacho. No deseaba estar en medio de ese fuego cruzado, pues podría terminar siendo arrastrado a la situación.