Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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¿Error?
Venecia
–Al fin llegas, cariño. Mi pequeño quiere hablar contigo urgentemente –me dice Bianca apenas me ve.
Dejo sobre su escritorio una rebanada de pastel. –En la fábrica estaban celebrándole el cumpleaños a una de las mujeres que limpia, Anna, una mujer muy dulce, me invitó a celebrar con ellos.
–Gracias, cariño.
–¿Al jefecito le gustan las cosas dulces?
–Le encantan –responde mientras comienza a comer el pastel de trufa–. Muchas gracias.
–Agradécele a Anna.
–Lo haré –dice antes de abrirme la puerta del jefe con el botón que hay en su escritorio.
Entro y me sorprendo al ver a Mauro mirando su celular con una enorme sonrisa en su rostro. Creo que está enviándose mensajes con alguien.
Apuesto que es Vanity.
Puaj, odio ese nombre, es ridículo y pretencioso.
–¿Pastel? –le pregunto para distraerlo de su intercambio de mensajes sexuales.
No debería hacer eso en horario laboral. Si este lugar fuera mío, prohibiría los mensajes y las llamadas eróticas, distraen mucho.
Sus ojos felinos se clavan en los míos, luego recorren mi cuerpo lentamente y tengo que juntar las piernas cuando mi sangre comienza a calentarse.
Mauro te mira como si estuviera buscando la forma más rápida de desnudarte, y eso tiene un efecto en mi ritmo cardíaco.
–Lindo vestido. Es mi creación –dice–. Queda precioso en ti, es como siempre lo imaginé.
Lucho contra el sonrojo cuando sus ojos descansan unos segundos en el escote pronunciado del vestido.
–Gracias. Amo la colección de esta temporada –digo y le entrego el pastel–. En la fábrica estaban celebrando un cumpleaños.
–¿De chocolate? –pregunta entusiasmado.
–De trufa.
Pasa la lengua por su labio inferior y mi cerebro hace un cortocircuito.
–Mejor –celebra y se lo come rápidamente.
–Que buen apetito –digo cuando mi cerebro se recupera.
Sus ojos miran mi escote. –No sabes cuánto –dice con esa voz que me hace pensar en tardes repletas de buen sexo.
Bueno, creo que estoy ovulando. Mis hormonas están claramente locas hoy.
–¿Por qué me llamabas? –pregunto mientras me obligo a activar el modo trabajo y desactivar el modo perra en celo.
–Por esto –dice levantando la carpeta.
Muerdo mi labio, nerviosa. –Sí, lo siento, me extralimité. Pero anoche no podía dormir y siento que tengo tanta energía como para escalar una montaña. Mis dedos comenzaron a escribir la idea que bailaba en mi cabeza desde hace unos días sin pedirme permiso.
–No te disculpes. Me encanta.
–¿De verdad?
–Por supuesto que sí –responde mientras su lengua lame el tenedor de plástico.
Tengo que sentarme cuando siento mis piernas débiles.
Maldita sea, como me gustaría sentir esa lengua entre mis muslos.
Pero que suerte tiene Miss Piernas.
–¿Calculaste los costos de implementarlo?
–Lo hice –respondo mientras lucho contra el calor que estoy sintiendo al ver a este hombre lamer hasta el último pedazo de pastel–. Puedo enviarte el archivo con los cálculos –ofrezco.
–Quiero que lo hagamos –dice y mi cerebro hace cortocircuito nuevamente.
–¿Ah?
–Quiero que lo hagamos. Tú y yo.
Me inclino hacia esa sexy sonrisa, que juega con mi cordura. –Oh, me encantaría hacerlo contigo –respondo de inmediato.
–Genial. Le diré a Claude que se reúna con nosotros.
–¡¿A Claude?! –pregunto asustada.
No me van los tríos. En realidad, no sé si me van, pero ¿dos hombres? Me parece aterrador y mucho trabajo si me preguntas. Además, mi experiencia se limita a Iván y creo que no ha sido un buen maestro.
–Claro, alguien tiene que aprobarnos el presupuesto.
–¿Presupuesto? –pregunto sin entender.
No necesito un gran hotel, ahora mismo este escritorio me bastaría.
–El presupuesto para implementar tu idea –dice mientras repasa mi informe.
Todo se desinfla dentro de mí cuando entiendo que está hablando del informe.
Pero que idiota soy.
–¿Eso es todo? –pregunto desanimada.
–Sí, te llamaré cuando podamos reunirnos con Claude.
Me levanto, pero la voz de Mauro me detiene.
–¿Te entretuviste con Nico?
–No lo llamaría entretención –digo–. Pero fui a México y enfrenté a Iván y a mi hermana.
–¿Cómo fue?
–Intenso. Liberador. Maravilloso –respondo sinceramente.
Mauro asiente. –Me alegra que hayas podido cerrar ese capítulo en tu vida.
–Sí. Estoy más que lista para abrir nuevos capítulos de la mano de la persona correcta.
Sus ojos se estrechan. –¿Qué hay de Nico?
–¿Qué hay con él?
–Pensé que Nico te importaba.
–Lo hace.
–Entonces, ¿él es la persona con la que quieres abrir nuevos capítulos? –pregunta sin mirarme.
–¡No! –digo mientras me sacudo entera–. Con abrir nuevos capítulos me refiero a conocer al hombre ideal. Quizá no el hombre con el que quiera casarme, pero si el hombre que pueda enseñarme…–callo cuando me doy cuenta de que estoy hablando con mi jefe–. Olvídalo.
–¿Y no quieres hacer eso con Nico?
–¡Por supuesto que no! –digo asqueada–. El incesto no es lo mío.
–¿Incesto?
–Nico es mi primo.
–¿Nico es Nico Messina? –pregunta claramente aliviado.
–Sí.
Su sonrisa se amplía. –Pensé que… Olvídalo. ¿Qué me dices de Claude? ¿Es Claude el hombre con el que quieres escribir nuevos capítulos?
–Difícilmente –respondo–. Ni siquiera pude irme con él estando borracha.
–Pero si te fuiste conmigo –me recuerda con esa voz ronca y deliciosa.
Nos miramos por varios segundos. Segundos que parecen horas. Todo se detiene a nuestro alrededor, y si no lo supiera mejor, pensaría que somos los únicos habitantes en este planeta.
En sus ojos hay un mar de emociones. Emociones en las que quiero zambullirme y no salir nunca más a tomar aire.
–Sí. Lo hice –digo por fin.
Claro que lo hice. Estoy comenzando a entender que Mauro no es como el hombre que papá me retrató. Y creo que, quizá, rechazar ese baile fue el peor error de mi vida.
Camino a la puerta, con intención de ir a mi oficina, pero algo me detiene.
–¿Mauro?
–¿Sí?
–Si volvieras a invitarme a bailar no te rechazaría –me sincero antes de salir pitando.
Ya está, lo dije.
Al menos ahora podremos continuar con nuestras vidas.
No importa por lo que hayas pasado dolor es dolor, no disminuye y ni cambia por las cosas que pasaron!😕☹️
Gracias por este capitulo❤️
😍