Mayday Brown, una niña de 8 años que pasa la navidad en casa de sus abuelos mientras sus papás están ocupados en su trabajo.
Sus vacaciones parecian normales; convivía con sus tíos, primos, sus abuelos, y exploraba la casa. Cuando de pronto conoce una chica llamada Elizabeth quien su abuela presenta como su hermana mayor.
Sin embargo, May no tarda en darse cuenta de que detrás de la sonrisa de su hermana mayor, hay una oscura intención que pondrá a prueba su valentía e ingenio.
¿Que secretos puede ocultar Elizabeth? ¿Podra Mayday sobrevivir a su navidad?
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Capitulo #6
Cuando comenzó a caer nieve en Amphy City me puse toda mi ropa de frío, para salir de la casa de mi abuelita lo más rápido que pude, ¡Había muchísimaa nieve!
—¡Abuelita! ¡Rápido! ¡Rápido que está cayendo mucha nieve! —grité eufórica saltando frente a la puerta—.
—Ya, ya voy, querida
—¡¡Abuelita!! —grité corriendo hacia la cocina para llegar con mi abuelita—. ¡Abuelita! ¡Abuelita! —añadí mientras la tiraba del brazo para llevarla al patio—.
—Jaja, tranquila, querida, la nieve no se va a ir hasta dentro de 2 meses
—¡Abuelita! —imploré tirando de ella—.
Acompañada de mi abuelita salí al patio para jugar con la nieve que había en el suelo, hice todo tipo de cosas con esa ¡Esponjosa nieve!, como muñecos, ángeles y una batalla con bolas de nieve.
—¡Toma! ¡Abuelita! —grité lanzando como loca bolas de nieve hacia mi abuelita—.
Mi abuelita se cubrió con sus brazos mientras se reía a carcajadas, nuestra guerra de bolas de nieve terminó cuando Jade comenzó a llorar. Escucharlo me hizo detenerme y correr hacia la sala donde se suponía que estaría mi abuelo cuidando de él.
—¡Jade! —grité llegando a la sala—
Al llegar a la sala vi un charco de agua de Jamaica que llevaba a la habitación de la puerta roja. Intrigada y asustada, abrí la puerta para cruzar al otro lado, regresando por alguna razón extraña al patio.
—¿Qué?
Y al fondo del patio junto a mi abuelita estaba una chica de un largo cabello azul vestida de estudiante de preparatoria, cargando a mi hermano con tanta naturalidad. Con una sonrisa que parecía irreal volteó a verme, su mirada con sus ojos carmesí eran tan hipnóticos casi como una canción de cuna, con solo verlos sentías como tu cerebro se apagaba.
Sentía mi cuerpo cansado, mi visión se tornó borrosa por unos segundos. Iba a caerme pero volví en mí cuando Rin me mordió de la pierna, no sabía quién era esa chica, ni por qué había estado a punto de desmayarme, pero muy en el fondo me sentía muy aliviada de tener a Rin a mi lado, me sentía en deuda con él.
—Hola peque, dime, ¿puedo unirme a su batalla en la nieve?
—Tú… ¿Tú quién eres?
—Mayday… —mi abuelita puso su mano en el hombro de esa chica— Ella es Elizabeth, tu hermana mayor
—¿Qué? Yo no tengo hermanas mayores
—¡May! No digas eso
—Tranquila abue —Elizabeth le acarició el cabello a mi abuelita—. Es normal que no recuerde quién soy, después de todo, nos separaron al nacer —añadió mientras me volteaba a ver—.
—Ah, es cierto, se me había olvidado jajaja, que tonta —se rió mi abuelita mientras tenía una expresión de miedo que desentonaba mucho con sus acciones—.
Mi abuelita se me acercó para agarrarme de la mano y llevarme con Elizabeth. Rin intentó acompañarme pero mi abuelita lo hizo a un lado con su pie.
—¡Atrás rata! —gritó mi abuelita molesta con Rin—.
Estaba confundida por el repentino cambio de actitud de mi abuelita, nunca la había visto tan molesta con Rin menos por estar cerca de mí, incluso para mí eso era raro.
—Eliza, qué tal si juegas con Mayday mientras yo preparo la comida para celebrar que al fin llegaste de… —mi abuelita se quedó quieta por unos segundos sin decir nada, sin emitir un sonido—. De tu escuela… —añadió sin mover la boca—.
—Abuelita, no quiero quedarme con ella
—Jaja, tranquila amor, tu hermana es un amor de persona, estás segura con ella
—Mayday, no soy un monstruo, no te voy a comer jajaja —se burló elizabeth—
—Bueno, los dejo con su hermana mayor —se despidió mi abuelita—.
Antes de que pudiera quejarme mi abuelita nos dejó solos con Elizabeth, ella me causaba escalofríos con solo verla, pero no podía irme y dejar solo a Jade con ella. Así que hice todo lo posible para que poco a poco esos escalofríos se hicieran más pequeños, aunque no desaparecieron.
—Mayday, ¿qué te parece si hacemos un muñeco de nieve? —preguntó con una voz dulce que te relajaba—.
—S-sí —respondí con la cabeza abajo y abrazando con fuerza a Luna—.
—Oye, jajaja, no te voy a hacer nada —me puso su mano en mi hombro—. Soy tu hermana mayor, Mayday
A pesar de la inquietud que me causaba Elizabeth, hice un muñeco de nieve con ella y mi hermano menor. Jade parecía no sentirse incómodo con la presencia de nuestra hermana mayor. Lo que de alguna manera me tranquilizó y me hizo sentir un poco mejor.
—Quedó bien, ¿no crees? Jaja
—¡S-sí!
—Aunque sabes que le falta, Mayday
—¿Huh? ¿Qué?
—Le hace falta un enorme bigote para que sea el gran señor de nieve
—Oh, ¡Sí! ¡Hay que hacerle el mejor bigote! ¡Hay que hacerle el bigote! —grité saltando de emoción—
—¿Que estamos esperando? hagamos el mejor bigote de todos
—¡¡Sí!!
No solo creamos el mejor muñeco de nieve con un majestuoso bigote de señor millonario y apuesto, sino que también hicimos más ángeles de nieve en el patio.
—Jaja, ¿Estás segura de que no hay problema de que hagamos tantos?
—¡No! Mi abuelita nunca se queja y mi abuelito…
—Ah, el abuelo. Él no me preocupa. Después de todo no estará con nosotros en un largo tiempo
—¿Huh? ¿Por qué? ¿Se fue de viaje?
—Ah, jaja, sí, él se fue de viaje por un asunto de adultos importantes
—¿Eh? Creí que estaba emocionado por pasar la Navidad con todos sus nietos
—Sí, yo tampoco lo entiendo —respondió con un suspiro—.
Y para terminar la tarde, hicimos una intensa guerra de nieve, Jade y yo le lanzamos todas las bolas de nieve que pudimos a Elizabeth, mientras reíamos y nos divertíamos.
—Jaja, ¡Ustedes no podrán contra mí! ¡Simples mortales! —gritó Elizabeth mientras nos lanzaba bolas de nieve—.
—¡Jade! ¡¡Acabemos con ella!! ¡Lanza todo lo que tengas! —ordené lanzando bolas de nieve hacia Elizabeth—
Jade no parecía entender lo que sucedía, por su risita y sus pequeños saltitos podía intuir que aún sin entender bien el juego, él se estaba divirtiendo en la nieve como nosotras.
—¡Chicas! ¡Ya está la comida! —gritó mi abuela desde la cocina—.
—Ya vamos, abuelita —respondimos al mismo tiempo para después soltar una pequeña risa de complicidad—.