Clara decide quedarse con el villano, decide que ese demonio será suyo
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
22) Cartas para una princesa
23) Ya te olvidé
** Todas novelas independientes **
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Raylet
Pasaron algunos dias, Maddie como siempre llegaba temprano a la mansion Bennet, llena de energia y con su cuaderno de preparativos. esa mañana, mientras recorria los pasillos con pasos ligeros, se detuvo en seco.. frente a ella, hablando con Samir, estaba Raylet, una mujer de cabello oscuro, porte elegante y mirada dulce. Maddie la reconocio al instante.. en la novela ella siempre parecia enamorada del duque… una mujer silenciosa que nunca se atrevia a confesarlo, pero que lo observaba desde las sombras.. pero que cuando el duque fue humillado y despreciado huyó...
[Creo que a esta mujer le gusta mas el título de duquesa que mi demonio]
Maddie sintio un calor extraño en el pecho, un nudo que no supo controlar.
Intento sonreir con naturalidad, fingiendo que nada pasaba, pero sus ojos la siguieron hasta que Raylet se retiró.. más tarde, encontró a Theodore en el salon.. estaba revisando unos documentos, como si nada en el mundo pudiera alterarlo.. Maddie respiro hondo y se acerco con decisión, aunque su voz sonaba un poco más aguda de lo normal.
Maddie: duque… vi que estaba aqui Raylet…
Duque: y?
Maddie: nada… solo… que no me parece que venga a verlo tan temprano. no es apropiado.
Theodore la observó en silencio unos segundos más de lo normal.. la intensidad de sus ojos recorrió su rostro y notó el ligero rubor en sus mejillas, la forma en que desviaba la mirada cada tanto.
Duque: estás celosa?
Ella se atragantó con el aire, golpeándose suavemente el pecho con la mano.
Maddie: ¿c-celosa? yo? para nada… yo solo digo que… bueno, usted es un hombre comprometido y… y… —balbuceó, hasta que se mordió el labio, atrapada en sus propias excusas.
Duque: hm… interesante
[el canario blanco… no canta igual cuando se siente amenazado.]
Maddie: solo… no quiero que nadie interfiera en nuestra boda.
Duque: tranquila, Maddie cuando llegue el dia de la boda… la única mujer a mi lado serás tú.
Maddie parpadeó sorprendida, sin saber si debía sonreír o seguir enojada, mientras sentía que ese demonio frío sabía perfectamente cómo perturbarla..
Mas tarde, Raylet apareció cerca del jardín Caminaba con paso seguro, como si la mansión le perteneciera, y cuando llegó hasta el salón donde Theodore estaba revisando unos documentos, sonrió con dulzura.
—Theo… —dijo con naturalidad, como si aquel apodo le perteneciera desde siempre—, cuánto tiempo sin verte.
Maddie, que entraba justo en ese momento con una carpeta de los preparativos, se quedó helada.
[¿Theo?]
Nunca nadie lo había llamado así delante de ella. Sus manos temblaron, y sin pensarlo, avanzó hasta colocarse frente al escritorio del duque, interponiéndose descaradamente entre él y Raylet.
Maddie: Disculpa, pero no recuerdo que alguien le diera permiso para hablarle con tanta… confianza.
Raylet: Oh, yo solo… Theodore y yo nos conocemos desde hace años, no veo el problema…
Maddie: el problema es que él es mi prometido. Y no creo que sea apropiado que una señorita venga a su casa a tratarlo como si fuera suyo..
[un canario blanco erizado, desplegando las alas y sacando pecho para defender lo que creía suyo. No sabe que sus chillidos no hieren… pero cómo me divierte verla pelear.]
Raylet: No era mi intención incomodarte, Maddie.
Maddie: pues lo lograste
Duque: A partir de hoy, diríjase a mí como corresponde, señorita Raylet. Solo mi prometida tiene derecho a usar diminutivos.
Raylet inclinó la cabeza, claramente derrotada, antes de retirarse. Maddie aún tenía los puños cerrados, el rostro encendido, pero cuando giró hacia Theodore lo encontró mirándola fijamente.
Maddie: ¿Qué?
Theodore dejó escapar una risa muy baja, apenas perceptible, como un gruñido suave.
Duque: Nada… (susurro) Solo que nunca había visto a un canario mostrar los colmillos.
Maddie: ¿Qué dijo?
Duque: ¿Vas a seguir trabajando en los preparativos o ya terminaste tu espectáculo?
Maddie: No fue un espectáculo.. Si no quieres que yo me encargue de poner en su sitio a tus… amiguitas —remarcó la palabra con un veneno que lo sorprendió—, entonces empieza tú a hacerlo.
Duque: Me estás diciendo… que debo poner límites a mis invitados?
Maddie: Exacto. Porque yo no pienso tolerar ver a otras mujeres paseándose por esta mansión como si tuvieran derecho sobre ti.. Y si vuelvo a ver algo así, te lo juro, no voy a quedarme callada.
Duque: Eres increíblemente insolente..
Maddie: Y tú deberías agradecerlo. Alguien tiene que recordarte cuáles son tus deberes de prometido.
Duque: Ten cuidado.. un ave que se acerca demasiado a las fauces de un demonio puede salir… devorado.
Maddie: Entonces espero que tengas buen apetito.
Duque: No confundas las cosas, Tú no mandas en esta mansión. Aquí yo decido quién entra y quién sale, y si quiero traer a diez mujeres o a cien, lo haré.
Maddie: Haz lo que quieras
Al día siguiente.. Cuando Theodore entró al salón principal, allí estaba ella. Maddie, probando diferentes tazas de té.. sin sus risas habituales, sin esa voz dulce y provocadora que tanto lo molestaba y al mismo tiempo lo llenaba de vida.
Duque: Buenos días
Maddie: Duque. —apenas una inclinación de cabeza, formal, fría, y volvió a su trabajo como si él no estuviera.
Theodore se quedó quieto, desconcertado. La escena era extraña, incómoda. Incluso Samir, su asistente, notó el silencio y arqueó una ceja con cautela.
El duque entrecerró los ojos, una punzada de irritación en el pecho.
[Así que me ignora… ese canario malcriado ahora se cree capaz de volar sin cantar.]
Pasó el resto de la mañana observándola a la distancia, esperando que al menos le dirigiera una sonrisa, un gesto, algo. Pero nada. Maddie se mantenía ocupada, distante, como si se hubiera convertido en una desconocida de un día para otro.
Para Theodore aquello era… molesto. Molesto de una forma que no lograba comprender.
—Samir —dijo de pronto con voz baja, sin apartar la vista de Maddie—. ¿Qué hace un hombre cuando un canario deja de cantar?
El asistente lo miró confundido.
—Pues… quizás significa que el canario está herido, mi señor.
Theodore apretó los labios, serio, aunque por dentro un nuevo pensamiento se clavaba como espina..
[O quizá… significa que está enojado conAl día siguiente
Cuando Theodore entró al salón principal, allí estaba ella. Maddie, revisando flores con los jardineros, pero distinta: sin sus risas habituales, sin esa voz dulce y provocadora que tanto lo molestaba y al mismo tiempo lo llenaba de vida.
—Buenos días —dijo él, esperando el habitual destello en su mirada.
Maddie ni siquiera lo miró.
—Duque. —apenas una inclinación de cabeza, formal, fría, y volvió a su trabajo como si él no estuviera.
Theodore se quedó quieto, desconcertado. La escena era extraña, incómoda. Incluso Samir, su asistente, notó el silencio y arqueó una ceja con cautela.
El duque entrecerró los ojos, una punzada de irritación en el pecho.
Así que me ignora… ese canario malcriado ahora se cree capaz de volar sin cantar.
Pasó el resto de la mañana observándola a la distancia, esperando que al menos le dirigiera una sonrisa, un gesto, algo. Pero nada. Maddie se mantenía ocupada, distante, como si se hubiera convertido en una desconocida de un día para otro.
Para Theodore aquello era… molesto. Molesto de una forma que no lograba comprender.
—Samir —dijo de pronto con voz baja, sin apartar la vista de Maddie—. ¿Qué hace un hombre cuando un canario deja de cantar?
El asistente lo miró confundido.
—Pues… quizás significa que el canario está herido, mi señor.
Theodore apretó los labios, serio, aunque por dentro un nuevo pensamiento se clavaba como espina:
O quizá… significa que está enojado conmigo..