Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 6
Capítulo 6
El ambiente en el marquesado era, sin duda, lujoso y acogedor. La mansión que mis padres habían heredado por generaciones no solo representaba poder, sino también una historia de servicio fiel a la corona, un linaje respetado en la corte. Los jardines estaban perfectamente cuidados, llenos de flores que se desbordaban de color, y las estancias dentro de la casa eran amplias, con techos altos y grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol. Todo reflejaba una elegancia antigua.
Mi madre, la marquesa, era una mujer hermosa, que siempre había hecho lo que quería. Desde que la conocí, pude percatarme de que su actitud desbordaba una confianza arrolladora. Nunca tuvo miedo de hacer lo que pensaba, sin importar las normas o las expectativas de la nobleza. Esa manera de ser fue lo que, al parecer, enamoró perdidamente a mi padre. El marqués, a pesar de ser un hombre con una posición respetada y poderosa en la corte, se veía completamente cautivado por la forma en que mi madre desafiaba las convenciones y vivía bajo sus propios términos. La admiración que sentía por ella era evidente en la forma en que se comportaba: siempre a su lado, siempre respetando sus decisiones.
A medida que pasaba el tiempo, entendí por qué mi madre era tan poderosa en su propia forma. Aunque estaba atrapada en un mundo que esperaba que las mujeres fueran sumisas y obedientes, ella siempre encontró la manera de destacar y ser quien realmente era. Esa misma audacia que la caracterizaba me hizo admirarla, pero también me hizo pensar en cómo podía yo aprender a adaptarme en este nuevo mundo con un poco de su fuego y fuerza.
Un día, mientras conversaba con mi madre sobre mis intereses, me contó cosas sobre mi vida pasada. Según ella, la pequeña Azusa no tenía mucho interés en aprender habilidades útiles. Solo se apasionaba por montar a caballo. Y yo, en mi mente, sentía un déjà vu. En mi vida anterior, también había preferido lo emocionante y lo que me hacía sentir libre, pero en este cuerpo… la verdad, los caballos no me atraían. Esos animales, aunque majestuosos, me daban terror. Y, por una extraña coincidencia, no tuve que esconder mi miedo, pues ya había sufrido ese golpe. Mi trauma seguía presente, no solo por el accidente, sino también por lo que venía de mi vida anterior.
A lo largo de los primeros años, me adapté al cuerpo de Azusa, pero les mentiría si les dijera que fue fácil. El primer año fue terriblemente difícil, con una constante sensación de desajuste. Extrañaba mi vida pasada, mis esfuerzos, todo lo que había logrado y perdido. Fue un dolor profundo que me hizo llorar mucho, muchísimo. A veces sentía que me ahogaba en mis propias emociones, sintiendo una gran impotencia al pensar que todo mi arduo trabajo había sido desperdiciado. Pero, al final, entendí que debía seguir adelante. Aunque mi nueva vida había comenzado con una muerte ridícula y sin sentido, no podía quedarme atrapada en el pasado. Después de tanto llorar, empecé a tomar control de mi vida nuevamente.
Lo que más me frustraba era lo lento y anticuado que parecía todo. Las calles, los carruajes, las largas horas para llegar a un solo lugar... ¡todo era tan tedioso! Vivir en un mundo sin la comodidad de la tecnología de mi época me hizo sentir atrapada, como si estuviera retrocediendo en el tiempo. Y para colmo, este mundo estaba lleno de magia, pero yo no poseía ni una pizca de ella. ¡Qué decepción! En la vida anterior, había sido capaz de conquistar muchas cosas con mi esfuerzo y habilidad, pero aquí no podía mover un dedo sin depender de la tecnología básica, como los carruajes o los manuales antiguos.
Sin embargo, lo bueno de esta situación era que tenía padres amorosos y, al menos por ahora, el dinero no era un problema. Aunque, sinceramente, cuando me senté a revisar las finanzas de la familia junto a mi padre, casi me dio un ataque. ¡Qué desastre! Mi padre, aunque recibía grandes sumas de dinero por servir a la corona, no sabía cómo gestionarlo bien. Había un gasto innecesario en cada rincón. Por ejemplo, ¡sesenta vestidos nuevos cada mes! ¿Para qué necesitábamos tantos? ¿Pensaban que Azusa iba a usar dos nuevo cada día del mes? ¡Ridículo!
Decidí tomar cartas en el asunto y empezar a recortar esos gastos extravagantes. Modifiqué el presupuesto, lo optimicé, y conseguí que mi padre estuviera un poco más consciente de lo que se debía hacer con el dinero. Después de todo, había que ser más inteligentes en esta nueva vida. Y, una vez hecho esto, decidí tomarme unas pequeñas vacaciones, al menos en mi mente. Iba a disfrutar de la vida como nunca antes, sin preocuparme por lo que el futuro podría traer. No iba a dejar que la desesperación y el miedo a la pérdida me dominaran de nuevo.
Lo que más extrañaba, sin embargo, era la cocina. Ese era mi refugio. Me encantaba cocinar en mi vida pasada, pero mi madre, preocupada por mi bienestar, no me dejaba acercarme a la cocina. Siempre decía que era demasiado pequeña para eso, que podría sufrir algún accidente con los cuchillos y los fogones. Pero yo, sabía que no lo era. Sabía que mi habilidad para cocinar no había desaparecido, pero debía esperar el momento adecuado para poder demostrarlo. En algún punto, mi amor por la cocina sería mi pasaporte hacia la libertad, un lugar donde mi alma podría descansar.
Por ahora, lo importante era que mi nueva vida había comenzado, y con ello, las posibilidades de reescribir mi futuro. Mi historia, aunque arrancada de las páginas de una novela romántica, podría tomar un giro completamente inesperado. Solo debía decidir cómo y cuándo tomar las riendas de mi destino.