Alana Forbes lo tenía todo: juventud, belleza, una familia poderosa… y un compromiso con el hombre que creyó su gran amor. A tres meses de su boda, una noche en el bar Eclipse lo cambió todo.
Lo que debía ser una celebración por su graduación, se convirtió en el principio de su pesadilla. Traición, mentiras y un video que le destrozó el alma la empujaron a romper con todo.
Pero el destino no siempre hiere… a veces también cura.
Y en medio del dolor, apareció Dante Salvatore: reservado, exitoso y con la capacidad de poner su mundo de cabeza.
¿Puede un corazón roto volver a latir cuando es tocado por el amor más inesperado?
Una decisión. Un encuentro. Y un Destino Trazado que ni el pasado pudo destruir.
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Capítulo 8: La confusión de Lorena
Una chispa en medio del caos
Sofía se apoyaba cerca de la barra, contemplando el ambiente vibrante del bar Eclipse. Aunque no era muy de acudir a estos tipo de lugares, había decidido quedarse un rato más para disfrutar un poco de la noche.
—No es común ver a alguien tan seria en medio de tanta música —dijo una voz masculina, profunda y amistosa, a su lado.
Sofía volteó con naturalidad y se encontró con un hombre de mirada amable y sonrisa relajada. Vestía una camisa oscura arremangada y tenía un aire elegante pero accesible.
—Supongo que no sé fingir que me divierto —dijo con una ligera sonrisa.
—Te entiendo. A veces solo estamos donde no queremos estar —respondió él, tendiéndole la mano—. Matías.
—Sofía —respondió, aceptando el apretón.
—¿Eres nueva por aquí? No te había visto antes —comentó él, curioso.
—Podría decirse. No suelo salir mucho. Esta noche fue la excepción.
—Entonces tuve suerte —sonrió él, con un tono genuino, sin exageraciones.
Sofía alzó una ceja, divertida.
—¿Siempre tan directo?
—Solo cuando vale la pena —respondió con una sonrisa ladeada—. Si no te molesta, ¿puedo pedirte tu número? Tal vez un día quieras tener una conversación más tranquila… con menos ruido y más café.
Sofía dudó un segundo, pero había algo en él que le transmitía calma. Sacó su celular, escribió su número y se lo pasó.
—Solo si prometes no llamarme a medianoche.
—Prometido —dijo Matías, guardando el número—. Buenas noches, Sofía.
—Buenas noches, Matías.
Y mientras él se alejaba con un gesto cordial, Sofía no pudo evitar sonreír ligeramente, sin saber que ese breve cruce de palabras sería solo el inicio de algo inesperado.
Por otro lado
Camila marcó el número de Nick con una sonrisa calculada mientras se alejaba discretamente del bullicio del bar. Al segundo tono, él respondió.
—¿Qué pasa, Camila? —dijo con tono seco, como si ya anticipara alguna molestia.
—Hola, Nick… No te molesto mucho, ¿verdad? —fingió dulzura—. Estoy en el bar Eclipse, y creo que hay algo que deberías ver con tus propios ojos.
—¿Algo como qué? —preguntó él, ya intrigado.
—Solo digamos que… se trata de Alana —respondió, con un dejo de misterio en la voz—. No quiero adelantarte nada, pero creo que te haría bien venir. Puede que todo lo que crees de ella no sea tan cierto.
Hubo unos segundos de silencio al otro lado de la línea.
—¿Qué estás diciendo?
—Solo ven, Nick. Pero no vengas solo, ¿sí? Lleva a algunos compañeros del trabajo… ya sabes, para que haya testigos. A veces es mejor que otros vean la verdad contigo, ¿no crees?
Nick suspiró, molesto.
—No estoy para jueguitos, Camila.
—Y yo no tengo tiempo para mentiras —replicó ella rápidamente, en tono más serio—. Si vienes, sabrás si estoy jugando o no. Estaré aquí esperándote.
Sin darle tiempo para responder, cortó la llamada. Miró su reflejo en la copa vacía frente a ella y murmuró con una sonrisa torcida:
—Ahora solo queda que todo salga según el plan.
Mientras el ambiente en Eclipse seguía vibrante entre luces, música y copas de cristal, Lorena caminaba algo mareada, sintiendo que la bebida que había tomado le había afectado más de lo esperado. Se había confundido de vaso —sin saber que era el trago alterado originalmente destinado a Alana— y ahora, sin pensarlo demasiado, se dirigía a las suites privadas del piso superior.
Camila , Rebeca y lorena habían reservado la suite número 6 para descansar después de la fiesta, pero en medio del aturdimiento, su paso la llevó directo a la puerta equivocada: la número 7.
Tocó débilmente, pero antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió desde dentro.
—Por fin… te habías tardado —murmuró el hombre que la esperaba, con una mirada ansiosa y perversa, mientras la tomaba del brazo con firmeza y la arrastraba hacia el interior.
—¿Qué hace? ¡Suélteme! —exclamó Lorena, desconcertada.
—No me vengas con juegos ahora —gruñó el viejo, lanzándola sobre la cama—. Me prometieron una virgen, y vas a comportarte como tal.
Lorena forcejeó, pero su cuerpo no respondía del todo. La droga comenzaba a hacer efecto. El hombre comenzó a quitarle la ropa sin sutileza, con movimientos desesperados y fetichistas, lamiendo su piel y soltando palabras obscenas. Ella gimió, confundida entre la resistencia y la debilidad, pero no logró evitar que él abusara de ella salvajemente.
La escena era repulsiva. El viejo exigía cosas extrañas, le tiraba del cabello y le gritaba mientras la sujetaba con fuerza.
—¡Eres una sucia! ¡No eres lo que me prometieron!
Cuando terminó, la dejó desnuda, marcada y tirada en la cama. Furioso, se abotonó la camisa.
Justo en ese momento, la puerta se abrió abruptamente. Camila, Nick y otros dos compañeros de la empresa que venían con ellos entraron al lugar. Camila pretendía mostrarle a Nick una supuesta traición de Alana, pero lo que encontraron fue a Lorena semidesnuda, llorando, y al viejo millonario gritando.
—¡Llévense a esta puta! ¡Esto no es lo que pagué! —gritó el viejo, señalándola con desdén.
Nick frunció el ceño, retrocediendo con expresión de asco.
—¿Qué mierda…? —susurró uno de los compañeros.
—¿Esa no es Lorena? —preguntó otro, sorprendido.
—Sí… qué asco, ¿con un viejo? —comentó otro en voz baja—. Y luego dicen que vienen a trabajar.
Camila fingió confusión, tapándose la boca, mientras por dentro hervía de frustración. El plan había fallado. Lorena, completamente ajena a todo, se había convertido en la víctima de su propia trampa.
Nick apartó la mirada con desdén.
—Qué bajo han caído algunas —murmuró, saliendo del cuarto, creyendo que todo era una escena de prostitución voluntaria.
Camila lo siguió con rapidez, sin dejar ver en su rostro que ella era quien había orquestado la tragedia.
felicitaciones siga adelante con su arte.
muchas gracias