Alana, una joven de 21 años, lleva tres años comprometida con Nick, el hombre que siempre creyó sería su único amor. Criada en una familia rica y protegida, su vida parece perfecta: un futuro asegurado junto al hombre de sus sueños, un matrimonio en tres meses y una graduación que la llena de orgullo. Pero todo se desmorona cuando decide celebrar en Eclipse, un bar recién abierto en la ciudad. Lo que parecía una noche común, pronto se convierte en una pesadilla al descubrir que Nick tiene un oscuro secreto, uno que podría destruir todo lo que ella creía saber.
Mientras Nick juega un doble juego, Alana empieza a cuestionarse todo. ¿Será su amor verdadero o solo una fachada? Y en medio de su dolor, un misterioso empresario, Dante, aparece en su vida, dejando una marca profunda en su corazón.
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Capítulo 8: La confusión de Lorena
Una chispa en medio del caos
Sofía se apoyaba cerca de la barra, contemplando el ambiente vibrante del bar Eclipse. Aunque no era muy de acudir a estos tipo de lugares, había decidido quedarse un rato más para disfrutar un poco de la noche.
—No es común ver a alguien tan seria en medio de tanta música —dijo una voz masculina, profunda y amistosa, a su lado.
Sofía volteó con naturalidad y se encontró con un hombre de mirada amable y sonrisa relajada. Vestía una camisa oscura arremangada y tenía un aire elegante pero accesible.
—Supongo que no sé fingir que me divierto —dijo con una ligera sonrisa.
—Te entiendo. A veces solo estamos donde no queremos estar —respondió él, tendiéndole la mano—. Matías.
—Sofía —respondió, aceptando el apretón.
—¿Eres nueva por aquí? No te había visto antes —comentó él, curioso.
—Podría decirse. No suelo salir mucho. Esta noche fue la excepción.
—Entonces tuve suerte —sonrió él, con un tono genuino, sin exageraciones.
Sofía alzó una ceja, divertida.
—¿Siempre tan directo?
—Solo cuando vale la pena —respondió con una sonrisa ladeada—. Si no te molesta, ¿puedo pedirte tu número? Tal vez un día quieras tener una conversación más tranquila… con menos ruido y más café.
Sofía dudó un segundo, pero había algo en él que le transmitía calma. Sacó su celular, escribió su número y se lo pasó.
—Solo si prometes no llamarme a medianoche.
—Prometido —dijo Matías, guardando el número—. Buenas noches, Sofía.
—Buenas noches, Matías.
Y mientras él se alejaba con un gesto cordial, Sofía no pudo evitar sonreír ligeramente, sin saber que ese breve cruce de palabras sería solo el inicio de algo inesperado.
Por otro lado
Camila marcó el número de Nick con una sonrisa calculada mientras se alejaba discretamente del bullicio del bar. Al segundo tono, él respondió.
—¿Qué pasa, Camila? —dijo con tono seco, como si ya anticipara alguna molestia.
—Hola, Nick… No te molesto mucho, ¿verdad? —fingió dulzura—. Estoy en el bar Eclipse, y creo que hay algo que deberías ver con tus propios ojos.
—¿Algo como qué? —preguntó él, ya intrigado.
—Solo digamos que… se trata de Alana —respondió, con un dejo de misterio en la voz—. No quiero adelantarte nada, pero creo que te haría bien venir. Puede que todo lo que crees de ella no sea tan cierto.
Hubo unos segundos de silencio al otro lado de la línea.
—¿Qué estás diciendo?
—Solo ven, Nick. Pero no vengas solo, ¿sí? Lleva a algunos compañeros del trabajo… ya sabes, para que haya testigos. A veces es mejor que otros vean la verdad contigo, ¿no crees?
Nick suspiró, molesto.
—No estoy para jueguitos, Camila.
—Y yo no tengo tiempo para mentiras —replicó ella rápidamente, en tono más serio—. Si vienes, sabrás si estoy jugando o no. Estaré aquí esperándote.
Sin darle tiempo para responder, cortó la llamada. Miró su reflejo en la copa vacía frente a ella y murmuró con una sonrisa torcida:
—Ahora solo queda que todo salga según el plan.
Mientras el ambiente en Eclipse seguía vibrante entre luces, música y copas de cristal, Lorena caminaba algo mareada, sintiendo que la bebida que había tomado le había afectado más de lo esperado. Se había confundido de vaso —sin saber que era el trago alterado originalmente destinado a Alana— y ahora, sin pensarlo demasiado, se dirigía a las suites privadas del piso superior.
Camila , Rebeca y lorena habían reservado la suite número 6 para descansar después de la fiesta, pero en medio del aturdimiento, su paso la llevó directo a la puerta equivocada: la número 7.
Tocó débilmente, pero antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió desde dentro.
—Por fin… te habías tardado —murmuró el hombre que la esperaba, con una mirada ansiosa y perversa, mientras la tomaba del brazo con firmeza y la arrastraba hacia el interior.
—¿Qué hace? ¡Suélteme! —exclamó Lorena, desconcertada.
—No me vengas con juegos ahora —gruñó el viejo, lanzándola sobre la cama—. Me prometieron una virgen, y vas a comportarte como tal.
Lorena forcejeó, pero su cuerpo no respondía del todo. La droga comenzaba a hacer efecto. El hombre comenzó a quitarle la ropa sin sutileza, con movimientos desesperados y fetichistas, lamiendo su piel y soltando palabras obscenas. Ella gimió, confundida entre la resistencia y la debilidad, pero no logró evitar que él abusara de ella salvajemente.
La escena era repulsiva. El viejo exigía cosas extrañas, le tiraba del cabello y le gritaba mientras la sujetaba con fuerza.
—¡Eres una sucia! ¡No eres lo que me prometieron!
Cuando terminó, la dejó desnuda, marcada y tirada en la cama. Furioso, se abotonó la camisa.
Justo en ese momento, la puerta se abrió abruptamente. Camila, Nick y otros dos compañeros de la empresa que venían con ellos entraron al lugar. Camila pretendía mostrarle a Nick una supuesta traición de Alana, pero lo que encontraron fue a Lorena semidesnuda, llorando, y al viejo millonario gritando.
—¡Llévense a esta puta! ¡Esto no es lo que pagué! —gritó el viejo, señalándola con desdén.
Nick frunció el ceño, retrocediendo con expresión de asco.
—¿Qué mierda…? —susurró uno de los compañeros.
—¿Esa no es Lorena? —preguntó otro, sorprendido.
—Sí… qué asco, ¿con un viejo? —comentó otro en voz baja—. Y luego dicen que vienen a trabajar.
Camila fingió confusión, tapándose la boca, mientras por dentro hervía de frustración. El plan había fallado. Lorena, completamente ajena a todo, se había convertido en la víctima de su propia trampa.
Nick apartó la mirada con desdén.
—Qué bajo han caído algunas —murmuró, saliendo del cuarto, creyendo que todo era una escena de prostitución voluntaria.
Camila lo siguió con rapidez, sin dejar ver en su rostro que ella era quien había orquestado la tragedia.
Hasta ahora he actualizado y ordenado todo hasta el capítulo 3, por lo que es posible que noten ciertas inconsistencias a partir de ahí. Les pido un poco de paciencia mientras termino de ajustar todo. De corazón, gracias por seguir aquí y por su comprensión. ¡Muy pronto seguirán conociendo más de esta historia que tanto me emociona compartir con ustedes!
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