Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPITULO 23
Genoveva se salió del auto y levantó una ceja mirando fijamente al hombre a su lado. Se había dado cuenta de que ella tenía el sartén por el mango. El hombre, lucía nervioso y decepcionado, por la respuesta.
Pero el hombre solo sonrió le tomó la mano y le dio un beso en el dorso.
—Está bien preciosa. Nos vemos en una semana. Pero mi abogado se comunicará contigo, para que actúes en contra de Pietro. Déjame ayudarte —le dijo Dionicio, alejándose de ella y haciéndole señas a sus hombres para marcharse.
—No Dionicio. No quiero deberte más de lo que te debo. Nos vemos en una semana. No quiero saber nada de ti antes de ese tiempo. —le dijo Genoveva sin ni siquiera mirarlo.
El hombre con su orgullo herido asintió con la cabeza y se subió a su auto.
Genoveva entró a su casa y cerró la puerta. Después subió las escaleras corriendo y se dejó caer en su cama.
Ella no entendía por qué la vida se ensañaba con ella, Pero ella necesitaba resolver este maldito problema. Ella no tenía intenciones de acostarse con ese hombre. Ella no podía perder su dignidad.
—Maldito Santiago, te juro que me las pagaras. Te veré arrastrarte ante mí. Lo juro — dijo Genoveva para sí misma, parándose en el espejo y limpiándose sus lágrimas.
Genoveva se sintió poseída por un sentimiento oscuro. Abrió su estuche de maquillajes viejo y saco un labial de color rojo pasión, se quitó el color neutro que siempre usaba y se pintó con el color rojo. En este momento Genoveva había perdido todo. Solo le quedaban sus hijos y por ellos haría todo.
Mientras tanto en el Consorcio Santibáñez, un par de hombres discutían amistosamente
—Milano. No me interesa lo que tengas que hacer. Pero quiero todas las pruebas en contra de Pietro ese maldito me las va a pagar. Quiero una nómina impresa de todos los empleados y sus sueldos para hoy mismo.
—Ok. Cristiano, pero te aconsejo que no inviertas en esta empresa. Afortunadamente, Santiago ya tiene fecha de retorno. En un mes estará aquí y nosotros regresaremos a nuestra hermosa Italia. —dijo Milano muy sonriendo. Mientras levantaba el teléfono interno, para pedir una nómina actualizada.
Mientras tanto, Cristiano permaneció pensativo y cuando su amigo colgó el teléfono, lo vio directo al rostro
—Milano, sabes que he tenido la impresión de que, Santibáñez ha estado tratando de pedirme algo, pero después se arrepiente y se retracta.
—Es entendible. Seamos sinceros, ustedes no son los mejores amigos que digamos. Su amistad es más o menos como la de Batman y el guasón, ja, ja, ja
—Idiota. Pero tienes razón, creo que yo sería la última persona a la que le pediría un favor. Siempre hemos sido más rivales que amigos e incluso, desde que lo plantaron en su boda, hace once años no sabía de él.
—Si, pero tú no dejaste de lado esa rivalidad. A veces eres algo infantil. Nunca vas a superar esa etapa de tu vida. Pero finalmente fue una suerte para ti que pudiese comprar sus acciones. Así podrás sacarte esa espinita que tienes con Santiago, pero para tu mala suerte, el dejo todo en tus manos y se fue al extranjero.
—Bueno es entendible. La salud de su hija debe estar por encima de todo.
— Ay amigo hablaste como todo un papá —le dijo su amigo e inmediatamente se arrepintió.
Milano hizo ese comentario para bromear con su amigo, pero un rastro de tristeza se alojó en los ojos de Cristiano.
—Lo siento —susurro Milano, tratando de disculparse.
—No es tu culpa. Es de esa maldita mujer, que en su afán de retenerme, asesinó a mis bebés. Te lo juro que si esta vez no firma el divorcio por las buenas. Lo arreglaré al estilo Tarásov. Como dice mi hermana cuando habla de las locas novelas que lee.
—jajaja si Cristina es todo un personaje — dijo Milano sonriendo.
—Quita los ojos de mi hermanita o te mataré.
—Vamos hermano. Yo soy un buen hombre —le dijo Milano con un tono de súplica.
Pero cristiano negó con su cabeza y después levanto su dedo índice y lo movió de un lado a otro como señal de negación también.
—No me interesa, no quiero tus feos genes ligados con los míos. Deberías hacerte una vasectomía y librar al mundo de la invasión de los Gremlins. Ja, ja, ja
—Idiota —susurró Milano.
Los dos amigos siguieron conversando de cosas triviales. Hasta que el sonido de la puerta los interrumpió
—Señor aquí está la información que me pidió —le dijo la secretaria extendiendo en sus manos unos documentos.
—Por Dios. Cristiano. ¿Hasta cuándo, trabajarás lleno de papeles?, para eso existe la tecnología —le reprochó Milano, al ver a su amigo, tomar un resaltador y los papeles para comenzar a revisarlos.
—Déjame en paz. Estos documentos ahora son míos y ningún hacker puede alterarlos. Lo que está impreso, está más seguro y lo sabes.
—Cavernario —le susurró Milano y sin más remedio tomó otro resaltador y comenzó a ayudar a su amigo.
—¿Sabes lo que vas a buscar? — le preguntó Cristiano.
—No, pero quiero un aumento de salario y para eso, debo hacerte creer que trabajo.