Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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Una Puerta Abierta
El día después de la presentación, Sara y Renata revisaban emocionadas los correos en su pequeña oficina improvisada. Entre las felicitaciones y curiosidades por NeuroLink, destacaba un mensaje de Carlos Montero, el juez del panel, que había mostrado interés la noche anterior.
—¡Nos escribió! exclamó Renata, señalando el mensaje con tanta emoción que casi derrama su café sobre el teclado.
Sara se inclinó para leer:
"Estimada Sara y Renata,
Quiero felicitarlas nuevamente por el excelente trabajo en NeuroLink. Este proyecto tiene un potencial enorme, y creo que podría revolucionar el campo de la neurotecnología. Estoy interesado en ayudarlas a conectar con posibles inversionistas y en asesorarlas en el proceso de desarrollo.
Si están disponibles, me gustaría que nos reuniéramos esta semana en mi oficina para discutir los siguientes pasos.
Quedo a su disposición.
Atentamente, Carlos Montero."
Sara miró a Renata, aún incrédula.
—¿Es real? ¿Esto está pasando de verdad?
—¡Claro que sí! respondió Renata, dándole un leve golpe en el brazo. ¿Qué esperabas? Somos genias, amiga. Vamos a responderle ahora mismo y asegurarnos de que nos vea como las grandes visionarias que somos.
La reunión fue pactada para el jueves por la tarde en una elegante oficina en el centro de la ciudad. Sara, nerviosa como siempre, trataba de no pensar demasiado en el hecho de que estaban a punto de reunirse con alguien influyente en el mundo tecnológico.
Renata, en cambio, estaba más tranquila.
—Relájate, Sara. Solo vamos a hablar de lo que mejor conocemos: nuestro proyecto. Además, Montero parece una buena persona. No tiene pinta de ser uno de esos tiburones que intentan aplastarte.
Sara asintió, aunque su estómago seguía dando vueltas.
Cuando llegaron al edificio, fueron recibidas por una secretaria que las condujo a una sala de reuniones con grandes ventanales y una mesa de cristal. Carlos Montero ya las estaba esperando, y su sonrisa cálida ayudó a disipar un poco los nervios de Sara.
—Bienvenidas, señoritas. Por favor, siéntense.
Tras unos minutos de charla introductoria, Montero fue directo al grano.
—Su presentación me dejó impresionado, y he estado pensando mucho en cómo podría ayudarlas a llevar NeuroLink al siguiente nivel. Sé que están en una etapa temprana, pero lo que tienen ya es bastante sólido. Mi propuesta es ayudarlas a conseguir financiamiento para desarrollar un prototipo más avanzado.
Renata se adelantó con entusiasmo.
—Eso suena increíble. Hemos estado pensando en cómo mejorar el diseño y la funcionalidad, pero nuestros recursos son bastante limitados.
Montero asintió.
—Por eso estoy aquí. Conozco a un grupo de inversionistas interesados en tecnologías innovadoras, y creo que NeuroLink sería perfecto para ellos. Sin embargo, antes de presentarlo, necesitamos un plan más detallado: una proyección financiera, una hoja de ruta para el desarrollo y, si es posible, un prototipo más refinado.
Sara tomó aire y habló, sorprendiendo incluso a Renata.
—Estamos dispuestas a hacer lo que sea necesario para que esto funcione. NeuroLink no es solo un proyecto para nosotras; es un sueño que queremos que cambie vidas.
Montero sonrió, claramente impresionado por la determinación de Sara.
—Esa es la actitud que se necesita en este negocio. Bien, comenzaré por ponerlas en contacto con un diseñador industrial que pueda ayudarlas a mejorar el aspecto físico del dispositivo. También las conectaremos con un pequeño equipo de programadores para que trabajen en la optimización del software.
Renata no pudo evitar bromear.
—¿Y todo eso vendrá con un manual para lidiar con tantas emociones? Porque, sinceramente, ya estoy al borde de un colapso por la emoción.
Montero rió, y el ambiente se relajó aún más.
Durante las semanas siguientes, la vida de Sara y Renata se transformó en un torbellino de reuniones, correos y sesiones de trabajo interminables. Montero cumplió su palabra y les presentó a un equipo de expertos que rápidamente se unió al proyecto.
El diseñador industrial, un hombre llamado Mateo, les presentó un diseño elegante y moderno para el dispositivo.
—Quiero que NeuroLink no solo sea funcional, sino también atractivo. Algo que la gente quiera usar con orgullo, no solo por necesidad dijo Mateo mientras les mostraba un modelo 3D en su tableta.
Sara observaba los avances con fascinación. Cada paso que daban hacia adelante la hacía sentir más segura de sí misma. Renata, por supuesto, no dejaba de animarla y bromear en cada oportunidad.
—Amiga, si esto sigue así, vamos a tener que aprender a dar autógrafos.
Finalmente, después de semanas de arduo trabajo, lograron tener un prototipo refinado que superaba todas sus expectativas iniciales. Montero organizó una reunión con los inversionistas en una sala de conferencias de lujo, donde Sara y Renata tendrían que presentar su proyecto una vez más.
Sara, aunque nerviosa, sintió que esta vez era diferente. Estaba preparada, confiada y emocionada por mostrar lo que habían logrado.
Renata le dio un leve codazo antes de entrar a la sala.
—Vamos a romperla, amiga. Este es solo el comienzo de algo increíble.
Sara sonrió, agradecida por tener a Renata a su lado.
Cuando entraron en la sala y comenzaron su presentación, Sara sintió algo nuevo: ya no era la chica insegura que dudaba de su lugar en el mundo. Ahora era una visionaria, una creadora, alguien que podía cambiar vidas.