Junsu, un sigma que oculta su verdadera naturaleza, con el peso de los prejuicios en su vida, sobreviendo en un mundo que lo rechaza. Junsu se ve envuelto en un falso acuerdo amoroso con Hyunmin, su jefe, un alfa. Lo que comienza como una farsa para salvar las apariencias y un futuro impuesto, pronto se transforma en una conexión genuina que ninguno de los dos esperaba.
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Capas de verdad
-¿Estás bien?- Preguntó, su voz mucho más suave ahora, casi preocupada.
Asentí lentamente, aunque la verdad era que no estaba bien. Sentía la cabeza embotada y mi estómago estaba revuelto. Las palabras de Minseok seguían resonando en mi mente, pero el cansancio y la combinación del alcohol y las pastillas estaban ganando la batalla. Cerré los ojos un momento, tratando de bloquear todo.
-Lo siento…- Murmuré, apenas consciente de lo que decía.
Hyunmin no respondió de inmediato. El auto arrancó, y el sonido del motor llenó el silencio incómodo. Después de un momento, escuché su voz, firme pero también algo tensa.
-No es tu culpa, Junsu. ÉL no debió haberte presionado así.-
Abrí los ojos lentamente, girando la cabeza hacia él. El reflejo de las luces de la calle iluminaba su rostro, y noté algo más allá de la fachada controlada de Hyunmin. Me preguntaba si era preocupación o modestia por algo más que el simple hecho de que Minseok me hubiera incomodado.
Sin decir más, cerré los ojos de nuevo, dejándome llevar por el cansancio mientras el auto seguía su camino. Solo quería que todo terminara, llegar a casa y esconderme bajo las mantas, como si eso pudiera borrar el desastre que acababa de suceder, pero entonces, su voz rompió el silencio.
-¿Has comido algo? No te vi comer nada en el evento.- Preguntó Hyunmin, sin apartar los ojos de la carretera.
El tono de su voz era neutro, pero había una especie de preocupación contenida. Abrí los ojos lentamente, parpadeando varias veces antes de recordar que, efectivamente, no había comido nada. El nudo en mi estómago me lo recordó de golpe. No había comido en toda la tarde, y apenas había almorzado una pequeña ensalada. Una mala idea, mezclar alcohol, ansiolíticos y un estómago vacío, pero no quería decírselo.
-No… no he comido mucho.- Respondí en voz baja, apenas audible.
Podía sentir su desaprobación en el aire. No era necesario que dijera más para saber lo que pensaba. Su silencio era elocuente.
-No deberías haber hecho eso.- Dijo finalmente, su voz suave pero firme. No había rabia en sus palabras, solo un reproche que me hizo encogerme un poco en el asiento.
No respondí, no sabía qué decir. Hyunmin no sabía nada sobre los ansiolíticos, y tampoco pensaba contarle. No era su asunto y la idea de que supiera más de lo que ya sabía sobre mí me hacía sentir incómodo. Me mordí el labio, sintiendo la vergüenza y el peso de mi decisión como un puño apretándose en mi pecho.
El resto del trayecto hacia mi casa fue silencioso. Hyunmin no dijo nada más, y yo estaba demasiado cansado y mareado para intentar iniciar una conversación. Me apoyé contra la ventana, observando cómo las luces de las calles se deslizaban fuera de mi vista. Cuando llegamos, me sentía tan aturdido que apenas me di cuenta de que Hyunmin ya estaba estacionando el auto.
-Vamos, te ayudo.- Dijo, abriendo la puerta y extendiendo una mano para que me levantara.
Acepté su ayuda sin protestar, demasiado agotado para rechazarla. Mi cuerpo se sentía pesado y torpe, como si estuviera a punto de desmoronarse en cualquier momento. Hyunmin me guió hacia la puerta de mi casa, buscando mis llaves en mi bolso mientras yo me apoyaba en él, tratando de mantenerme de pie.
Lo siguiente sucedió en cámara lenta. Lo vi sacar las llaves de mi bolso, pero junto con ellas, también sacó el blíster de mis ansiolíticos. Me quedé en silencio, incapaz de mirarlo a los ojos. Sentí su mirada clavada en mí, esperando una respuesta que no llegó.
Hyunmin no insistió. Guardó el blíster nuevamente en el bolso, pero el silencio entre nosotros se volvió más pesado, cargado de algo que no sabía cómo manejar. Pude sentir la decepción en el aire, aunque no la expresó abiertamente. En lugar de decir algo, abrió la puerta de mi casa y me guió adentro, con movimientos más suaves de lo que esperaba.
Me llevó hasta mi habitación, apoyándome contra la cama mientras yo apenas lograba mantener los ojos abiertos. El mareo me hacía difícil procesar lo que estaba sucediendo. Sabía que había marido la pata, pero no podía lidiar con ello en ese momento.
-Descansa, Junsu.- Dijo Hyunmin, con una voz más suave de lo que esperaba. Me acostó en la cama, colocando las mantas sobre mí como si fuera algo habitual, algo que hacía sin siquiera pensar.
El silencio que siguió fue incómodo, pero el cansancio comenzó a arrastrarme hacia el sueño antes de que pudiera pensar demasiado en ello. Cerré los ojos, sintiendo el peso de todo el día finalmente caer sobre mí.
Por un momento, pensé que Hyunmin se había ido. El cansancio me envolvía rápidamente, y el último pensamiento que tuve antes de quedarme dormido fue que él había salido de la casa, decepcionado, harto de mí, pero el sueño me venció antes de poder saberlo con certeza.
El último sonido que escuché fue el eco distante de la puerta cerrándose, o tal vez solo había sido mi imaginación.