son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 18
El sol de la mañana apenas asomaba entre las cortinas de la habitación de Amelia cuando su teléfono vibró sobre la mesa de noche. Aún medio dormida, estiró la mano para alcanzarlo. Era un mensaje de Axel.
"Necesitamos hablar."
Eran solo tres palabras, pero hicieron que su corazón se acelerara. Llevaban días sin hablar realmente desde la discusión en la escuela, y aunque una parte de ella quería aclarar las cosas, otra tenía miedo de enfrentarse al hecho de que quizás ya no había vuelta atrás.
Se quedó mirando la pantalla, debatiéndose entre responder o ignorarlo. Finalmente, escribió:
"Está bien. Dime dónde y cuándo."
La respuesta no tardó en llegar.
"El parque, a las 4."
Las horas pasaron con una lentitud insoportable. Amelia intentó distraerse leyendo, escuchando música e incluso ayudando a su madre con los quehaceres, pero nada lograba calmar la tormenta de pensamientos que tenía en la cabeza. A las tres y media, se arregló con cuidado, eligiendo un atuendo sencillo pero que le hacía sentir segura.
Cuando llegó al parque, Axel ya estaba allí, sentado en uno de los bancos cerca del lago. Al verla, se levantó, pero no se movió hacia ella. Había algo en su postura, en la forma en que metía las manos en los bolsillos y desviaba la mirada, que le indicó que esto no sería fácil.
— Hola — dijo Amelia, deteniéndose a unos pasos de él.
— Hola — respondió Axel, con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Hubo un momento de silencio incómodo antes de que él hablara.
— Escuché que saliste con Stiven otra vez.
Amelia suspiró, sabiendo que esta conversación era inevitable.
— Axel, no es lo que piensas. No estoy con él.
— ¿Entonces por qué lo ves? — preguntó, su tono más duro de lo que había planeado. — Sabes cómo es él, sabes lo que te hizo.
— Lo sé — respondió ella, su voz firme. — Pero también sé que tú te alejaste de mí. ¿Qué se supone que debía hacer?
Axel la miró, claramente dolido.
— Me alejé porque mis padres no me dejan estar contigo, Amelia. Porque no importa cuánto trate de defendernos, siempre encuentro una pared. Pero eso no significa que dejé de importarte.
— Pues así se sintió — dijo ella, sus palabras cargadas de emoción. — Sentí que me abandonaste cuando más te necesitaba.
Axel bajó la mirada, como si sus palabras lo hubieran golpeado físicamente.
— No quise hacerlo. Estaba intentando protegerte, protegernos.
Amelia negó con la cabeza, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse.
— No necesito que me protejas, Axel. Necesito que estés a mi lado, pase lo que pase.
Hubo otro momento de silencio, más pesado que el anterior. Finalmente, Axel suspiró.
— No sé si puedo hacerlo, Amelia. No sé si puedo luchar contra todos y seguir siendo el hijo que mis padres quieren que sea.
Ella sintió cómo su corazón se rompía un poco más con esas palabras.
— Entonces tal vez la pregunta no es si puedes, Axel. Es si quieres.
Él la miró, y en sus ojos vio un torbellino de emociones: tristeza, frustración, y quizás, resignación.
— No sé qué quiero.
Eso era todo lo que necesitaba oír. Amelia asintió lentamente, sus lágrimas comenzando a caer.
— Entonces creo que no hay nada más que decir.
Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del parque. Su corazón dolía con cada paso, pero sabía que no podía seguir esperando algo que quizás nunca llegaría.
Cuando llegó a casa, su madre estaba en la cocina, aparentemente ocupada con una receta, pero al verla, dejó lo que estaba haciendo.
— ¿Estás bien? — preguntó, su voz más suave de lo habitual.
Amelia asintió, aunque las lágrimas seguían marcando su rostro.
— Estaré bien.
No dijo más y subió a su habitación. Una vez allí, se dejó caer en la cama y lloró hasta quedarse sin fuerzas.
Horas después, su teléfono vibró de nuevo. Esta vez, era un mensaje de Stiven:
"¿Cómo estás?"
Amelia lo leyó varias veces antes de responder:
"No muy bien."
La respuesta de él llegó rápidamente:
"Estoy aquí si necesitas hablar."
Por un momento, dudó. Sabía que abrir esa puerta podría ser peligroso, pero también sabía que en ese momento necesitaba a alguien que la escuchara, alguien que la hiciera sentir menos sola.
"Gracias, Stiven. Lo aprecio más de lo que crees."
Los días siguientes pasaron en un estado de calma tensa. Axel no volvió a contactarla, y Amelia intentó concentrarse en sus estudios y en pasar tiempo con Paula, quien seguía mostrándose preocupada. Sin embargo, las conversaciones con Stiven se hicieron más frecuentes. Aunque intentaba mantener cierta distancia emocional, no podía evitar sentirse agradecida por su presencia.
Una tarde, después de clases, Stiven la invitó a dar un paseo por el centro de la ciudad. Al principio dudó, pero finalmente aceptó. Pasearon por las calles iluminadas, hablando de cosas triviales, riéndose de recuerdos pasados. Por un momento, Amelia sintió que podía respirar nuevamente.
En un momento, mientras caminaban por una plaza, Stiven se detuvo y la miró con seriedad.
— Amelia, sé que esto es complicado para ti. Sé que probablemente pienses que tengo malas intenciones, pero quiero que sepas que estoy aquí porque de verdad me importas.
Ella lo miró, intentando leer más allá de sus palabras.
— No sé si puedo confiar en ti, Stiven.
— No te estoy pidiendo que confíes en mí ahora mismo. Solo te estoy pidiendo que me des la oportunidad de demostrarte que soy diferente.
Amelia no respondió de inmediato. En el fondo, sabía que estaba jugando con fuego. Pero al mismo tiempo, había algo en su voz, en su mirada, que la hacía querer creerle.
Finalmente, asintió.
— Está bien, Stiven. Pero solo como amigos.
— Solo como amigos — repitió él, aunque la ligera sonrisa en sus labios decía que estaba dispuesto a esperar algo más.
Mientras caminaban de regreso, Amelia no podía evitar sentirse atrapada entre dos mundos. Uno lleno de incertidumbre y dolor, pero también de posibilidades. Y aunque no sabía cuál camino tomaría finalmente, tenía claro que, de una forma u otra, debía recuperar el control de su vida.