Rachely Villalobos es una mujer brillante y exitosa, pero también la reina indiscutible del drama y la arrogancia. Consentida desde niña, se ha convertido en una mujer que nadie se atreve a desafiar... excepto Daniel Montenegro. Él, un empresario frío y calculador, regresa a su vida tras años de ausencia, trayendo consigo un pasado compartido y rencores sin resolver.
Lo que comienza como una guerra de egos, constantes discusiones y desencuentros absurdos, poco a poco revela una conexión que ninguno de los dos esperaba. Entre peleas interminables, besos apasionados y recuerdos de una promesa infantil, ambos descubrirán que el amor puede surgir incluso entre las llamas del desprecio.
En esta historia de personalidades explosivas y emociones intensas, Rachely y Daniel aprenderán que el límite entre el odio y el amor es tan delgado como el filo de un cuchillo. ¿Podrán derribar sus muros y aceptar lo que sienten? ¿O permitirán que su orgullo
NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 23
Narra Rachely Villalobos
Estaba recostada en el sofá cuando escuché el timbre. Me levanté con pereza, abriendo la puerta para encontrar a Fernanda, con una sonrisa radiante y su energía habitual. Entró como un torbellino, llevando en la mano una bolsa con galletas caseras que siempre traía cuando quería tener “conversaciones serias”.
—Necesitamos hablar, Rachely —dijo con un tono divertido, aunque había un brillo de seriedad en sus ojos.
Me encogí de hombros, sabiendo que no podía negarme. Nos sentamos juntas en la sala, y ella me miró fijamente, como si estuviera intentando leerme la mente.
—¿Qué pasa, Fernanda? —pregunté, tratando de sonar despreocupada.
—Es sobre mi hermano —dijo con una sonrisa, y su tono ligero hizo que mi estómago se retorciera.
Fernando. Sabía que esta conversación llegaría tarde o temprano, pero no estaba lista para enfrentarla.
—¿Qué hay con él? —intenté sonar casual, pero mi voz me traicionó con un leve titubeo.
—Sé que están saliendo, y la verdad es que estoy feliz por él. Hace mucho que no lo veía tan ilusionado, Rachely. Pero quiero saber qué tan seria eres con él. No quiero que termine lastimado.
Sentí un nudo en la garganta, pero lo escondí detrás de una sonrisa. No podía dejar que Fernanda supiera lo que realmente sentía. No podía admitir que Fernando no era el dueño de mi corazón, que mis pensamientos seguían volviendo a Daniel, incluso cuando no quería.
—De verdad quiero estar con Fernando —mentí descaradamente, manteniendo mi mirada firme en la de ella. —Es un gran chico, y me hace sentir bien. Creo que podríamos ser felices juntos.
Fernanda sonrió ampliamente, emocionada por mis palabras.
—¡Sabía que lo querías de verdad! —exclamó, abrazándome con fuerza. —¡Cuñada! ¡No puedo creer que algún día pueda llamarte así oficialmente!
Su entusiasmo era contagioso, pero también me hacía sentir una culpa insoportable. Me quedé en silencio, dejándola disfrutar de su alegría, mientras mi mente se llenaba de dudas y contradicciones.
Cuando Fernanda se despidió, seguía sonriendo. Me dijo que estaba feliz de que su hermano estuviera con alguien tan increíble como yo, y me dejó con una promesa de organizar una cena en familia pronto.
Cerré la puerta tras ella y me quedé mirando al vacío. Sus palabras seguían resonando en mi cabeza. “No quiero que termine lastimado”.
No podía seguir fingiendo que todo estaba bien. Pero, al mismo tiempo, no podía permitir que Daniel siguiera ocupando un espacio en mi vida. Él era el caos, el descontrol, lo que no podía manejar. Fernando, en cambio, era todo lo contrario: tranquilo, seguro, estable.
Me miré en el espejo del pasillo y me hice una promesa.
—Seré la mejor novia para Fernando. Lo haré feliz. Me olvidaré de Daniel Montenegro. No significa nada para mí.
Dije las palabras en voz alta, como si al pronunciarlas pudiera convencerme de su verdad. Pero en el fondo, sabía que estaba huyendo. De mis sentimientos, de Daniel, y de todo lo que él despertaba en mí.
Y aunque lo negara con todas mis fuerzas, una pequeña parte de mí sabía que no sería tan fácil dejarlo atrás.