Regresar Para Enmendar

Terminé de almorzar y luego de eso ayudé con la limpieza. Una vez que terminé, me subí a mi habitación, donde perdí la noción del tiempo leyendo. Me sumergí en la trama del libro, olvidándome de todo lo demás.

De pronto, escuché una voz familiar detrás de la puerta. "Toc, toc, hijo. Ya es hora de cenar". Era mi madre. "Sí, mamá, ya bajo", le dije, dejando de un lado el libro que estaba leyendo.

Me levanté de la cama y me estiré, sintiendo un poco de dolor en la espalda por haber estado sentado por tanto tiempo. Me dirigí a la puerta y la abrí, encontrándome con la sonrisa de mi madre.

"¿Qué estabas leyendo?", me preguntó, curiosa.

"Un libro que me gusta mucho", le respondí, sonriendo.

"Bueno, ven a cenar. Tu padre y yo estamos esperando", me dijo, dándome un suave empujón hacia las escaleras.

Bajé a la sala de comedor, donde mi padre ya estaba sentado a la mesa. Me senté a su lado y mi madre comenzó a servir la cena. Era un momento de tranquilidad y calidez familiar, y me sentí agradecido por tenerlos en mi vida.

Después de una cena deliciosa y un momento de convivencia con mis padres, decidí ayudar con la limpieza de la casa. Quería cambiar mi actitud y ser más responsable, ya que recordaba que antes nunca lo hacía. Además, ver a mis padres contentos y agradecidos por mi ayuda era un premio en sí mismo.

Mientras limpiaba, mi madre me sonreía y me agradecía, y mi padre me daba palmadas en la espalda y me decía que estaba orgulloso de mí. Me sentía feliz de poder hacer algo por ellos, después de todo lo que habían hecho por mí.

Una vez que terminamos de limpiar, nos sentamos en la sala de estar y disfrutamos de un momento de relajación juntos. Mi madre nos preparó un té caliente y mi padre puso música suave de fondo. Me sentía en paz, sabiendo que estaba exactamente donde debía estar: con mi familia.

En ese momento, supe que había encontrado mi camino. Quería seguir ayudando a mis padres y hacer que se sintieran orgullosos de mí.

Quería seguir creciendo y madurando como persona, y sabía que con el apoyo de mi familia, podía lograr cualquier cosa. La sensación de pertenencia y amor que sentía en ese momento era indescriptible.

Me despedí de mis padres con un abrazo y un beso, agradeciendo el hermoso día que habíamos compartido. Luego, me dirigí a mi habitación, donde mi cama me esperaba con los brazos abiertos.

Me lancé sobre ella con un suspiro de alivio, sintiendo el suave abrazo de las sábanas y la comodidad del colchón.

Mientras me acostaba, mi mente comenzó a relajarse, liberando todos los pensamientos y preocupaciones del día.

Me sentí agradecido por este nuevo ritmo que había encontrado en mi vida, un ritmo que me permitía disfrutar de los pequeños momentos, como compartir con mi familia y ayudar en la casa.

Con una sonrisa en mi rostro, me dejé llevar por el sueño, sabiendo que mañana sería otro día lleno de posibilidades y momentos para disfrutar.

Mi corazón se sentía ligero y mi alma se sentía en paz, sabiendo que estaba exactamente donde debía estar. Y así, me sumergí en un sueño profundo y reparador, listo para enfrentar otro día con optimismo y entusiasmo.

La noche pasó volando y un nuevo día se presentaba. Me desperté sintiéndome renovado y con energía. Me levanté de la cama y fui al baño a asearme. Mientras me lavaba la cara, tocaron la puerta. Me sequé con la toalla y me dirigí a abrir la puerta. Era mi mamá.

"Hola, hijo. Necesito un favor", me comentó."Hola, mamá. ¿Qué necesitas?", le pregunté.

"Puedes ir al mercado y hacer unas compras", me pidió.

"Está bien, mamá", le dije."Gracias, hijo. Te lo agradezco", me dijo con una sonrisa.

Así que terminé de arreglarme y me dirigí a la calle para cumplir el encargo de mi madre. Me sentía contento de poder ayudarla y contribuir a la casa. El sol brillaba en el cielo y el aire fresco me llenaba de energía. Me dirigí al mercado con una sensación de propósito y responsabilidad.

Así que caminé al mercado, que no estaba tan lejos de mi casa. Mientras veía la lista que me había dado mi mamá, me choqué con alguien. "Ohh, disculpa, estaba distraído", le dije, sonrojándome.

"No te preocupes", me dijo con una sonrisa, y en ese momento, aquella chica me cautivó. Sus ojos brillaban con un destello de amabilidad y su sonrisa era contagiosa. Me sentí atraído por su presencia y no pude evitar mirarla de nuevo.

"¿Estás bien?", me preguntó, como si se hubiera dado cuenta de mi distracción.

"Sí, sí, estoy bien", le dije, tratando de recomponerme. "Solo estaba distraído con la lista de compras de mi mamá".

"Me alegra que estés bien", me dijo, y siguió su camino, dejándome con una sensación de curiosidad y un destello de conexión. Me quedé allí parado por un momento, preguntándome quién sería esa chica y por qué me había impactado de esa manera.

Luego, sacudí la cabeza y seguí mi camino hacia el mercado, tratando de enfocarme en mi tarea.

Así que una vez que ya había hecho las compras, volví a casa. Pero al entrar, me encontré con una sorpresa: la chica con quién antes había chocado estaba sentada en mi sala, charlando con mi mamá.

Me quedé parado en la entrada, sin saber qué hacer ni qué decir.

Pero antes de que pudiera reaccionar, mi mamá me dijo: "Hola, hijo. Tenemos una visita. Saluda a nuestra nueva vecina".

"Hola", dije, mientras trataba de procesar la situación. Mi mamá me dirigió una mirada de "por favor, sé amable" y yo traté de sonreír y parecer relajado, aunque por dentro estaba confundido y curioso.

La chica me sonrió y me saludó con un gesto de la mano, y yo le devolví el saludo, tratando de parecer tranquilo. Mi mamá nos presentó formalmente y resultó que era la hija de la familia que se había mudado a la casa de al lado.

Me sentí un poco más relajado, pero todavía estaba tratando de procesar la coincidencia de haberme encontrado con ella en el mercado y ahora estar sentada en mi sala.