Elena, la preciosa princesa de Corté, una joya, encerrada en una caja de cristal por tanto tiempo, y de pronto es lanzada al mundo, lanzada ante los ambiciosos, los despiadados, y los bárbaros... Pureza destilada ante la barabrie del mundo en que vivía. ¿Que pasará con Elena? La mujer más hermosa de Alejandría cuando el deseo de libertad florezca en ella como las flores en primavera. ¿Sobrevivirá a la barbarie del mundo cruel hasta conseguir esa libertad que no conocía y en la cuál ni siquiera había pensado pero ahora desa más que nada? O conciliará que la única libertad certera es la muerte..
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Capitulo 16
El comedor principal del castillo había sido preparado con un esmero inusitado. Los candelabros de oro macizo colgaban del techo, proyectando una luz suave y cálida sobre la mesa larga y elegantemente dispuesta. Flores frescas adornaban el centro, y la vajilla de porcelana fina relucía bajo la iluminación. Todo estaba pensado para impresionar, para crear un ambiente de lujo y sofisticación.
Isabella había dedicado horas a prepararse. Se había enfundado en un vestido de seda color esmeralda que resaltaba sus ojos verdes. Las joyas que llevaba, un regalo de bienvenida, brillaban bajo la luz de las velas, destacando su delicado peinado y su porte elegante. Aunque trataba de mantener una apariencia serena, sus manos temblaban ligeramente debido a los nervios. La humillante escena de la tarde aún la perturbaba, pero se obligó a mantener la compostura.
Cuando llegó al comedor, solo el Duque estaba presente, esperándola con una sonrisa de cortesía. Se levantó al verla entrar y la saludó con un gesto.
—Buenas noches, señorita Isabella, te ves muy bien. Devon se unirá en breve a nosotros. Por favor, toma asiento.
Isabella asintió, tratando de calmar su nerviosismo mientras tomaba asiento. La conversación con el Duque era cordial, pero superficial, llena de formalidades y comentarios educados. Los minutos pasaron con lentitud hasta que, finalmente, Devon apareció en la puerta.
Devon estaba impecablemente vestido con un traje oscuro que realzaba su figura atlética. Su cabello claro y bien peinado contrastaba con sus ojos rojos, que brillaban intensamente bajo la luz de las velas. Su altura y porte daban una impresión de fuerza y madurez inusual para su edad, y había en él un aire de rebeldía que lo hacía parecer inalcanzable.
Cuando Devon se acercó a la mesa, Isabella quedó aún más impresionada por su apariencia que la primera vez que lo había visto. Su voz profunda y firme la sorprendió al saludarla.
—Buenas noches, señorita Mascia.
Por un momento, Isabella se quedó paralizada, incapaz de reaccionar. La presencia de Devon la abrumaba. Finalmente, logró devolver el saludo con una voz entrecortada.
—Buenas noches, joven Duque. Es un honor conocerle.
Cuando sus miradas se cruzaron, Isabella no pudo sostener la mirada de Devon. Sus ojos eran tan intensos que se sentía dominada por ellos, como si su presencia la aplastara.
Devon tomó asiento, y la cena comenzó.
El Duque inició la conversación, hablando extensamente sobre las numerosas cualidades de su hijo.
—Devon ha demostrado ser un líder natural en la frontera. Su valentía y habilidad en combate son incomparables. Además, su inteligencia y perspicacia han sido vitales para nuestras estrategias...
Mientras hablaba, Devon apenas reaccionaba, su rostro mostraba una expresión de desinterés. Para él, las palabras de su padre sonaban como una oferta de venta, una lista de atributos destinados a impresionar a Isabella. No miraba directamente a la joven, lo que solo aumentaba su nerviosismo. Isabella, por su parte, se sentía cada vez más sonrojada, su mirada robando furtivas observaciones hacia Devon, tratando de encontrar un punto de apoyo en esa situación.
La cena transcurrió con el Duque dominando la conversación, Isabella intentando mantenerse a la altura y Devon respondiendo con monosílabos. Cada vez que Devon hablaba, Isabella sentía que su voz añadía otra capa de atractivo a su ya atractiva presencia. A pesar de su nerviosismo, no podía evitar sentirse fascinada por él.
Con el paso del tiempo, Isabella comenzó a relajarse ligeramente, adaptándose al ambiente tenso pero civilizado. Aunque la presencia de Devon la intimidaba, también la intrigaba profundamente.
Mientras tanto, Devon, aunque exteriormente impasible, sus pensamientos eran caóticos. Levantarse de ahí y salir sin importar que, era lo que más deseaba hacer, no soportaba la hipocresía y falsedad de su padre así como las miradas de aquella joven que lo miraban con un interés que no deseaba y no le gustaba.
Cuando la cena llegó a su fin, Devon se levantó casi de inmediato, deseoso de escapar. Sin embargo, el Duque lo detuvo con una voz firme.
—Devon, aún es temprano. ¿que tal si llevas a la señorita Mascia a dar un paseo por uno de los jardines?
Más que una sugerencia, Devon supo que era una orden disfrazada. Con una expresión seria, se volvió hacia Isabella y le ofreció su brazo.
—Señorita Mascia, ¿le gustaría acompañarme a dar un paseo por el jardín?
Isabella, encantada pero nerviosa, aceptó con una sonrisa temblorosa.
—Sería un placer, joven Duque.
Caminando juntos en silencio, salieron del comedor y se dirigieron hacia los jardines del castillo. La noche era fresca y la brisa ligera traía consigo el aroma de las flores. El camino iluminado por faroles de hierro forjado daba un toque romántico al ambiente, aunque la tensión entre ambos era palpable.
Isabella, tratando de aliviar el silencio, comenzó a hablar.
—Es una noche hermosa, ¿no le parece? Los jardines aquí son realmente impresionantes.
Devon respondió con monosílabos, sin mostrar interés alguno.
—Sí.
A medida que caminaban, Isabella, menos nerviosa que antes pero aún buscando la manera de acercarse a él, empezó a reducir la distancia física entre ambos, apretando más el brazo que sostenía. Devon notaba cada movimiento, y no le agradaban exactamente.
Isabella, sin percatarse del desagrado de Devon, continuó hablando, tratando de encontrar un tema que pudiera captar su atención.
—He oído mucho sobre sus hazañas en la frontera. Debe ser increíblemente valiente para enfrentar esos desafíos.
—Es parte del deber.
Su tono era frío y distante, lo que dejó a Isabella con una sensación incómoda. Aun así, se obligó a seguir intentando.
—Me gustaría saber más sobre sus experiencias. Debe haber historias fascinantes que pueda compartir...
Devon la interrumpió bruscamente.
—No todas las historias son aptas para que una noble señorita las escuche y menos en una velada tan agradable como esta.
Ciertamente, hablar sobre como combatían a los salvajes no era algo sobre lo que una señorita noble quisiera escuchar. La respuesta de Devon, tajante y cortante, hizo que Isabella se sintiera vulnerable. Sin embargo, se obligó a sonreír y a mantener la conversación.
—Entiendo. Quizás en otra ocasión...
Continuaron caminando en silencio por un tiempo. Isabella seguía acortando la distancia, su mano cada vez más apretada en el brazo de Devon. Él, luchando contra la irritación que sentía, mantenía su expresión tensa. En su mente, la idea más tranquila que pasaba era cortar la mano de Isabella.
El jardín, iluminado por la luna y los faroles, era un lugar hermoso, pero la tensión entre ellos hacía que el paseo se sintiera interminable. Isabella, convencida de que el comportamiento de Devon en la tarde había sido un error, ahora comenzaba a dudar de nuevo por su frialdad y distancia.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Devon se detuvo y miró a Isabella con una mirada que mezclaba cansancio y desdén.
—Creo que es hora de regresar. No quiero mantenerla fuera más tiempo del necesario.
Isabella, aunque decepcionada por el brusco final del paseo, asintió y trató de mantener la compostura.
—Por supuesto, joven Duque. Gracias por el paseo.
Así el primer encuentro oficial entre ellos termino, pero sería el primero de muchos, y en los que, los sentimientos de Isabella por Devon crecerían, y el repudio de él hacía estos también.