Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 5: Un Silencio que Habla
El jueves amaneció con un cielo despejado, pero el aire frío parecía anticipar un día complicado. Ariadna no podía quitarse de la cabeza la conversación con Eryx. Cada palabra, cada gesto, cada pausa en su voz seguía rondando sus pensamientos. Aunque él había compartido algo personal, sentía que solo había arañado la superficie de un misterio mucho más profundo.
En el instituto, la mañana transcurrió sin incidentes hasta la clase de educación física, que siempre era una mezcla de caos y risas. Para Ariadna, no era su momento favorito del día. Su relación con los deportes era, como mínimo, complicada, y tener que correr frente a todos siempre la hacía sentir incómoda.
El profesor dividió a la clase en equipos para un partido de voleibol. Por un golpe de suerte (¿o mala suerte?), Eryx terminó en el equipo de Ariadna. Él parecía completamente desinteresado en el juego, pero cuando la pelota llegó a su lado, reaccionó con una precisión sorprendente, enviándola directamente al campo contrario con un golpe limpio.
—¿Eres bueno en todo o solo quieres impresionar? —le susurró Ariadna mientras ajustaba la posición.
Eryx arqueó una ceja, claramente divertido. —No me esfuerzo en impresionar.
Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar reír. Había algo en su actitud despreocupada que lograba relajarla, incluso en situaciones donde normalmente se sentiría fuera de lugar.
Sin embargo, el partido tomó un giro inesperado cuando la pelota fue lanzada con demasiada fuerza hacia el lado de Ariadna. Ella intentó atraparla, pero tropezó torpemente y cayó al suelo.
Antes de que pudiera procesar lo que había pasado, Eryx estaba a su lado, ofreciéndole la mano.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz seria pero con un toque de preocupación.
Ariadna tomó su mano, sorprendida por la firmeza de su agarre. —Sí, solo fue un tropiezo.
Él la ayudó a ponerse de pie, y por un momento, sus ojos se encontraron. Fue un instante breve, pero suficiente para que Ariadna sintiera cómo su corazón se aceleraba.
—Tienes que prestar más atención —murmuró él antes de alejarse, pero la ligera sonrisa en sus labios le indicó que no estaba siendo tan serio como pretendía.
Después de clases, mientras Ariadna caminaba hacia la salida, encontró a Daphne esperándola junto a la puerta principal.
—¿Qué pasa con esa cara? —preguntó Daphne, mirándola con curiosidad.
—Nada. ¿Por qué?
—Pareces distraída. Y déjame adivinar... ¿tiene algo que ver con nuestro misterioso Eryx?
Ariadna suspiró, pero no pudo evitar sonreír. Daphne siempre sabía cómo leerla, incluso cuando intentaba esconder sus pensamientos.
—No es nada. Solo estoy intentando entenderlo.
—Buena suerte con eso —dijo Daphne, riéndose—. Los chicos como él son como acertijos. Pero hey, al menos es guapo.
Ariadna se rió, sacudiendo la cabeza. —No todos los acertijos necesitan ser resueltos.
—Tal vez no, pero eso no significa que no sea divertido intentarlo.
Esa tarde, mientras trabajaban en la biblioteca, el ambiente entre ellos era más relajado. Aunque Eryx seguía siendo reservado, Ariadna notó que estaba más dispuesto a participar en la conversación.
—¿Por qué elegiste este poema? —preguntó Eryx, señalando las notas de Ariadna.
—Porque habla de encontrar belleza en lugares inesperados. Creo que todos tenemos partes de nosotros que preferiríamos esconder, pero esas partes también tienen su valor.
Eryx la miró fijamente, como si estuviera procesando sus palabras.
—¿Eso crees?
—Sí. Y creo que es algo que deberíamos recordar más a menudo.
Hubo un silencio, pero no era incómodo. Era como si ambos estuvieran reflexionando sobre lo que se había dicho.
—Eres diferente —dijo Eryx finalmente, rompiendo el silencio.
Ariadna levantó la vista, sorprendida. —¿Eso es algo bueno o malo?
Él sonrió ligeramente. —Todavía no lo sé.
Cuando terminaron de trabajar, Eryx insistió en acompañarla hasta su casa. Aunque Ariadna intentó protestar, él simplemente dijo:
—No es seguro que camines sola a esta hora.
—¿Y tú qué eres? ¿Un caballero en armadura? —bromeó ella.
—No, pero no me cuesta nada asegurarme de que llegues bien.
Mientras caminaban, la conversación fluyó de manera sorprendentemente natural. Hablaron sobre libros, música, incluso sobre las materias que detestaban en el instituto. Ariadna notó que, cuando Eryx se permitía relajarse, tenía un sentido del humor sutil pero encantador.
Cuando llegaron a la puerta de su casa, Eryx se detuvo, mirando alrededor como si evaluara la zona.
—Parece un buen lugar.
—Es solo una casa —dijo Ariadna, riéndose.
Él la miró, serio. —No, es más que eso. Es tu hogar. Eso importa.
Ariadna se quedó en silencio, sorprendida por la profundidad de su comentario.
—Gracias por acompañarme —dijo finalmente, rompiendo el momento.
Eryx asintió. —Nos vemos mañana.
Mientras lo veía alejarse, Ariadna no podía evitar preguntarse qué había detrás de esas palabras. Había algo en Eryx, algo que no podía descifrar, pero que la atraía irremediablemente.
Esa noche, Ariadna se sentó en su escritorio, escribiendo en su diario. Era una costumbre que había heredado de su madre, y le ayudaba a procesar sus pensamientos.
"Hoy Eryx me sorprendió de nuevo. Es como si tuviera dos caras: una que muestra al mundo, y otra que solo deja ver en pequeños destellos. A veces parece inalcanzable, pero luego hace algo que lo hace parecer tan... humano. Me pregunto qué hay detrás de esos muros que ha construido. Quiero entenderlo, pero no estoy segura de si él dejará que alguien lo haga."
Mientras cerraba el diario, sintió una mezcla de emoción e incertidumbre. Algo le decía que su conexión con Eryx estaba apenas comenzando, y que el camino que tenían por delante estaría lleno de sorpresas, para bien o para mal.
En otra parte de la ciudad, Eryx estaba sentado en el borde de su cama, mirando por la ventana. El día había sido extraño, y no podía dejar de pensar en Ariadna. Había algo en ella que lo hacía sentir cosas que no estaba acostumbrado a sentir, algo que lo hacía querer bajar la guardia, aunque solo fuera un poco.
Mientras miraba las luces de la ciudad, Eryx se prometió a sí mismo mantener la distancia. Pero una parte de él sabía que, con Ariadna, eso sería más difícil de lo que quería admitir.