En un mundo lleno de secretos familiares, traiciones y sueños rotos, Maite está a punto de enfrentar la decisión más importante de su vida. En el día de su boda, descubre que todo lo que creía saber sobre su familia era una mentira. La verdad sobre su relación con Alex, su futuro y la verdadera razón de su compromiso empiezan a salir a la luz. Maite Descubre que, aunque el amor pueda parecer eterno, las mentiras pueden destruirlo todo, Pero ¿Será el amor lo suficientemente fuerte como para sanar viejas heridas? ¿Será capaz Maite de desafiar las expectativas y construir su propio destino, o cederá ante las presiones de aquellos que la rodean? Acompaña a Maite en su viaje hacia la verdad y la libertad, en una historia llena de giros inesperados, decisiones difíciles y la búsqueda de su propio futuro.
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Primer día de trabajo
Estoy frente al edificio del Grupo Altas. Ayer, tras salir del hospital, recibí una llamada notificándome que fui aceptada. Me indicaron que debía presentarme hoy para la inducción.
El edificio, imponente, se alza frente a mis ojos. Respiro hondo antes de entrar. Una recepcionista me saluda amablemente.
—Señorita, soy Maite Villarreal, la nueva empleada del departamento de Finanzas.
La recepcionista verifica la información en su computadora y luego me mira con una leve sonrisa.
—Puede subir al cuarto piso, allí la están esperando.
Me despido con un gesto y subo en el ascensor. Una vez en el piso indicado, camino hacia la gerencia y toco la puerta.
—Adelante. —Una voz firme me indica que entre.
—Tome asiento.
Asiento levemente mientras ocupo la silla frente a ella. La gerente deja de revisar su computadora y me mira.
—Señorita Maite, será contratada como subgerente comercial. Hoy tendrá el día para familiarizarse con su puesto de trabajo. Mañana le será asignado oficialmente su despacho. ¿Tiene alguna duda?
—No, todo está claro.
Tocan a la puerta, y una joven que parece tener mi misma edad entra con una sonrisa amigable.
—Gerente Lizeth, me mandó a llamar.
—Sí, Abigail, ella es la nueva subgerente. Tú serás la encargada de mostrarle la empresa y explicarle todo lo necesario.
—Claro, señora. —Dice Abigail, y luego se dirige a mí con amabilidad.
—Muy bien. Ahora, Abigail, acompañe a Maite a la oficina de personal para que organicen sus datos y le entreguen su carnet de ingreso.
Sin más, salimos juntas del despacho.
—Mucho gusto, soy Abigail, subgerente del área de puntos de venta. Seré tu guía esta semana, pero puedes considerarme una amiga. —Dice con una sonrisa cálida.
—Muchas gracias. ¿La jefa siempre es así de distante? —Pregunto mientras le devuelvo la sonrisa.
—Sí, es una mujer que se muestra fría y reservada, pero es comprensiva y amable. Con el tiempo lo notarás.
Llegamos a la oficina de personal, donde completamos los trámites necesarios. El resto del día lo pasé familiarizándome con las instalaciones y entre risas con mi nueva compañera Abigail.
En el edificio del Grupo Luming
Cristopher Orwell, con una actitud sombría, revisaba unos informes cuando tocaron a la puerta de su despacho.
—Adelante. —Su voz, fría como siempre, resonó en la habitación.
El asistente Marcelo ingresó con un documento en las manos.
—Señor, este es el contrato que tenemos con el Grupo Mun. Ya le notificamos al señor Manuel Ortiz que no seguiremos con el acuerdo. También hemos informado a las demás empresas del sector, que aquella que decidan trabajar con él será considerado una oposición directa al Grupo Luming. En cuanto a la hermana de la señorita Maite, ya mandé a alguien para vigilar sus movimientos.
—¿Algo más? —Preguntó Cristopher sin apartar la vista de los documentos.
—Sí, señor. La señorita Maite está en este momento en su inducción.
Por primera vez, Cristopher levantó la mirada de los papeles.
—No olvides informar al encargado lo que te pedí.
Mientras Cristopher hablaba, una figura femenina apareció en la puerta. Era Danna.
—Amor, no sabes cuánto te he extrañado. —Su tono mimado llenó la habitación.
La expresión de Cristopher cambió a fastidio. Sin desviar su mirada fría, se dirigió a Marcelo.
—Puedes retirarte.
—Sí, señor. —Marcelo salió, dejando tras de sí un profundo silencio.
—¿Qué haces aquí, Danna? —Preguntó Cristopher con evidente molestia, fijando su mirada penetrante en ella.
Danna se acercó al escritorio, moviéndose con la intención de seducirlo.
—Solo quería verte. El abuelo te estuvo esperando en la cena hace unos días.
Cristopher sabía bien de qué se trataba esa cena: un compromiso impuesto por su abuelo. Antes habría aceptado cualquier imposición familiar, pero ahora no. La única mujer que quería a su lado era Maite.
—Entendido. Ya puedes irte. —Dijo con una frialdad cortante.
—No tan rápido, mi amor. El abuelo ha organizado otra cena para mañana en la noche. Esta vez no puedes faltar. —Danna le lanzó un beso al aire antes de salir del despacho.
Un frío profundo invadió la habitación. Cualquiera que estuviera allí habría sentido un escalofrío en la espalda.
Cristopher sabía que esto sería un problema en el futuro.