SE MI ESPOSO, POR FAVOR.

... Damián regresa a casa triste y deshecho, Selina finge preocupación y va a consolarlo.

— Lo siento amor.

— ¿Viste algo raro en la casa?

— Vi lo mismo que la sirvienta. Ella puso algo en su té, seguramente quería matar a tu hijo. Te miente para quedar cómo la víctima. — Damián la agarra del cuello.

— Yo conozco a Perla. Ella quería a nuestro hijo. Ella es incapaz de hacer algo así. — El la tira sobre el frío mármol. — No quieras jugar con mi inteligencia. O te saldrá caro. — Selina se molesta mucho, no puede creer que ahora esté del lado de esa.

... Perla sale del hospital más destrozada de lo que entró. En casa se encuentra con unas flores en su cama. Ella las toma y las arroja por la ventana. Luego se va a acostar. Una empleada le sube su comida, ella la devuelve casi intacta.

Damián encuentra sus flores en la entrada y sube a la habitación, Perla sigue con semblante triste, el la deja en paz unos días. Le da flores a diario, pero siempre terminan en el mismo lugar.

A él se le ocurre darle más atención, para eso, se cambia a la habitación de ella. Perla odia la idea, le repugna tener que compartir su espacio con él.

— ¿Dónde está el poder?

— ¿Qué?

— Voy a firmar lo que quieras. Pero déjame en paz, lárgate de mi habitación.

— No quiero ninguna firma. Lo que quiero es estar aquí. Con mi esposa.

— Yo no soy tu esposa.

— Si lo eres. — El la abraza.

— Suéltame. — Perla le golpea la mejilla. Damián la agarra a besos. Ella se resiste, jamás en su vida va corresponder un solo beso o caricia de un asesino, violador y mal hombre. Ella lucha desesperadamente. Damián la agarra con fuerza, ella lo muerde hasta hacerlo sangrar. El se enoja y cuando está por golpearla se detiene. Se le ocurre un castigo mejor, la amarra contra la cama. — Suéltame imbécil. Suéltame.

— Tu te lo buscaste. — Le dice el mientras rompe su ropa. Le muerde la piel y entra en ella. Perla no puede llorar, a pasado por eso tantas veces que las lágrimas se le terminaron. Ella espera a que el momento termine y le pide que la suelte. Damián al ver que ya no provoca absolutamente nada en ella se enoja aún más. El se sube nuevamente y la toma una segunda vez, la reacción de ella es la misma, no hace gestos ni emite sonidos, tampoco llora. Damián busca sus labios, los besa de forma demandantes, pero ella ni siquiera los mueve. Su boca y su cuerpo son como una pared.

Damián frustrado se quita de encima. Ella piensa que se ira por fin, sin embargo se queda ahí. A su lado. Perla lo observa con odio hasta que se queda dormida, eso ocurre hasta el amanecer, cuando el se levanta y se va a su trabajo.

La mañana siguiente, Damián le regala un ramo de flores.

— Si las encuentro tiradas lo pagarás muy caro.

— ¿Qué puedes hacerme? — Perla azota las flores en su pecho. — Esto es basura, igual que tú. — Ella las lanza contra el piso.

— ¿Cómo pusiste tirar mi regalo?

— Por qué se me pego la gana. De un hipócrita asesino cómo tú no quiero nada. Absolutamente nada desgraciado. — Damián la avienta sobre la cama.

— La perdida de nuestro bebé te afectó mucho. Creó que vamos a tener que concebir otro. — Perla igual al día anterior no lucha, ya no tiene fuerzas para eso. Ella deja que Damián la tome como el quiere. — Haz algo. Muevete. — Ella ni siquiera lo mira, está perdida. — Eres aburrida. — Le reprocha mientras se sube los pantalones.

... Unos días pasan, Selina no soporta el estar perdiendo a Damián, ella le hace creer a Dionisio que Perla le pregunta a diario por el, parece que la noche que pasaron juntos le gusto mucho a ella. Y quiere repetir. El imbécil lo cree, y con ayuda de la amante, entra a casa de su hermano. El va a la habitación de Perla. Está en su cama parece una muerta. Una muerta muy hermosa.

— Me enteré de lo que pasó. No sabes cómo lamento la perdida de nuestro hijo. — Perla lo ignora por completo. Ella no confía en el. Ni en ningún hombre. — ¿Por qué no me llamaste? Yo hubiera hecho todo lo posible por salvarlo.

— No era tuyo.

— ¿Qué? — Perla se limpia unas lágrimas. — Mentira. Selina me dijo que el bebé...

— No sirves para hacer niños. Eres muy poco hombre. — Dionisio cambia su rostro amable.

— ¿Eso piensas? — Ella no contesta. — Déjame mostrarte lo hombre que soy. Dionisio se pone sobre ella. Al igual que con Damián, a ella le da igual lo que él haga. No sé esfuerza por quitarlo, deja que le haga lo que quiera. Dionisio está dándole duro, y gimiendo de placer, a punto de llamar al or**smo, cuando la puerta se abre y alguien lo avienta lejos de la cama.

— Te dije que no la volvieras a tocar. — Damián le da una paliza que le deja los ojos morados. Toma un látigo y le da a su espalda con todas sus fuerzas. Dionisio ahora grita cómo una niña por todo el dolor.

Los hombres de Damián tienen que intervenir antes de que lo mate, sacan al hombre hecho una piltrafa.

— ¿Cómo pudiste? ¿Cómo te atreviste? — Damián ahora le reclama a su esposa.

— Tu fuiste el primero en prestarme con el. Tú hiciste que yo pareciera un juguete que cualquiera puede usar. No me culpes a mi, el único culpable eres tu. — Damián sale muy enojado. El pregunta sus empleados como logró entrar su hermano. Ellos no tienen idea. Damián les advierte, si el vuelve disparen a matar. Ellos toman sus palabras muy en serio. Saben que su jefe no bromea.

... Los meses pasan y Perla sigue sin encontrarle sentido a su vida, su única razón es su padre, cada cierto tiempo la dejan ver videos de el. Su vida no tiene cambios, cada noche es abusada por su esposo, pero ni siquiera eso le importa. Sabe que esas violaciones no tendrán consecuencias.

Selina por otro lado está muy enfadada, su amante ya no le presta atención, pasa cada noche con su esposa, eso la indigna, ya tiene mucho sin sexo, lo cual la hace sentir furiosa. Mientras el no está, se mete a la habitación de Perla. Ella ignora a la mujer, igual que hace con todos.

— Mírate. Eres una verdadera escoria. No sé cómo a Damián le gusta pasar las noches contigo. Sólo con verte siento asco. — Perla permanece callada. Selina no está nada contenta, ella le da una bofetada, pero Perla no reacciona, ya su cuerpo está acostumbrado al maltrato, ni siquiera siente dolor. — Eres tan poca cosa. No pudiste salvar a uno solo de tus bebés. — Perla se gira a verla al escuchar la palabra bebés. — ¿Sabes por qué los mato Damián? — Unas lágrimas se le escapan a la pobre chica. — Por qué yo sé lo pedí. En tu fiesta de compromiso le pedí que no tuviera hijos contigo. Los mato por qué me ama a mi. — Perla siente tanto coraje que su débil cuerpo se llena de energía, ella agarra a Selina del cabello, la arrastra por toda la habitación mientras ella grita por ayuda.

— Cierra esa maldita boca. — Perla la deja debajo de ella y empieza a golpearla, sin descanso, es una bofetada tras otra. La mujer antes impecable termina con el rostro lleno de moretones.