Esta es la historia de una joven enfermera, que tuvo que pasar por muchas adversidades, pero eso no la llevo a rendirse y lucho por lograr su sueño.
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06
— Cuando llegó mi papá, salimos a abrir la puerta. "Hasta mañana", dijeron los que iban en el carro. "Hasta mañana", contestó mi papá y mi mamá. "Gracias". "Ajá, Antonio, ¿quién te trajo?". "Ahí, ese es Padilla, ¿no lo viste?". Entramos a la casa y papá se sentó en la sala. Mi mamá le entregó la comida en el caldero del arroz y le dio una jarra de agua con limón, como acostumbraba hacer todas las noches para que comiera. Mientras él comía, nosotras devolvimos la cama a nuestra habitación. Esa cama era de esprin puro hierro y pesaba. Cuando la íbamos rodando, yo no tuve la fuerza suficiente y arrastré una pata, la cual hizo ruido. De pronto, sentimos un ruido extraño, como de un animal. Las patas sonaban como un pato y, a la vez, como cuando abrimos una sombrilla vieja y oxidada. Sentí mucho miedo. Entonces, mi mamá me miró pálida y me dijo: "Reza todo lo que te sepas". Comencé a rezar. Mi papá seguía sentado en la sala con el caldero. Lo colocó en el suelo y salió hacia donde estábamos. Le pregunté a mi mamá: "¿Qué es eso?". "No sé, está afuera", respondió. "Pásame la camisa", le dije a mi mamá. Ella se la pasó. Salió a la cocina, cogió dos cuchillos y, haciendo una cruz, tomó un casco de minería que él tenía. Se lo puso y tomó un Cristo que mi mamá trajo de la villa de San Benito. Estaba bendito por el obispo. Abrió la puerta y salió solo. Nosotros nos quedamos adentro con aquel susto tan grande. Mis hermanos se despertaron y se sentía que el animal iba delante y papá atrás rezando. Cuando, de pronto, papá iba adelante y el animal lo seguía. Después de como media hora, se perdió el ruido. Mi papá trajo de vuelta la cama a la habitación de ellos. La verdad es que no dormimos bien. A la mañana siguiente, todo era normal.
Pasados tres días, mi papá acababa de llegar y se sentó a comer. Yo venía saliendo de la habitación y mi mamá, junto a él, tomaban la pala con la que mi mamá acuñaban la puerta del patio. La alzaron y la tiraron con tanta fuerza hasta la mitad de la sala. "Dios mío, ¿qué es esto, señor?", quizás sería un espíritu o una bruja. Mi papá miró y gritó: "¡Ahí, poder en Cristo!". Comenzó a rezar: "Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo". Ya no podíamos ni acostarnos con todas las luces apagadas. Vivíamos en suspenso y cada día era más difícil conseguir para la comida y para pagar la casa.
— "Juanita, mija, tú eres capaz de ir adónde tu tía Beatriz a buscar a tu abuelo".
— Mi tía Beatriz era la última de las hermanas de mi mamá y siempre vivió con nosotros desde que murió mi abuela. Ella se había casado con un cachaco, como decimos en la costa, con Alejandro, y tuvieron siete hijos. Tenía una tienda grande en un barrio de la ciudad llamado La Tenería, pero él se volvió a enamorar de otra mujer que también tenía hijos grandes de otro hombre y la tenía dejada. Mi abuelo sabía secretos; él era curandero. Yo le dije a mi mamá: "Si yo voy por él". Me bañé y me arreglé y salí por mi abuelo. Al llegar a la casa de mi tía Beatriz, los encontré. "Buenas, buenas, Juanita, ¿con quién viniste por aquí?", me preguntó mi tía. Le dije: "Sola, mi abuelo está allá afuera". "¿Por qué
?", seguí hacia donde estaba él, y le di la razón que mi mamá le había mandado a decir. "Abuelo, mi mamá quiere que vaya a la casa que no nos dejan dormir, se escuchan cosas y a papi le tiraron la pala y todo", le dije. "Vamos, déjame arreglarme", salimos luego de que mi abuelo se arregló y tomara su mochila y un bastón que hizo de un palo de escoba. Llegando a la parada de bus, me dijo: "Vamos a pie, a mí no me gusta montarme en esas cosas". "Abuelo, pero es lejos", dije. "No importa, yo estoy acostumbrado a caminar". No era mentira, en su pueblo no había casi carros. Llegamos a la casa como a las once de la mañana y mi mamá se alegró de ver a su papá. "Venga, papá, siéntese aquí, ya van a almorzar". "Bueno", mi mamá salió entonces a traer el almuerzo. Le dio el almuerzo a mi abuelo y yo me fui a ver televisión con mis hermanos. Mi mamá y mi abuelo se quedaron hablando en el patio. Ella se sentía segura con él.
— Pasado el fin de semana, llevé a mi abuelo. Todo normal hasta el momento. Esa noche nos acostamos todos. Ya mi papá había llegado.
06:00 AM
— Me levanté y noté que mi mamá no estaba en la cama. Me asomé en la sala para ver adónde estaba, y la vi sentada en la puerta con los vecinos de enfrente. Regresé al baño, me lavé la cara y me sequé. Me recogí mi cabello y salí. "Buenos días", saludé. "Buenos días", me respondieron. Entonces me puse atenta para saber qué pasaba. Cuando escuché a mi mamá preguntarle a los vecinos, "bueno, vecina, dime tú, ¿quién vivió antes aquí?", la vecina se sonrió y nos miró sorprendida. "¿Por qué tú me preguntas eso, vecina?", le dijo mi mamá, "porque esta madrugada estaba acostada mirando para la ventana de la habitación y vi cuando sale una pelaita de atrás del escaparate con unas trencitas y de la estatura de mi hija la monita, pero cuando yo la vi la llamé, creyeron que era mi hija, y como no se paró, me levanté para alcanzarla, pero cuando llegué a la otra habitación, ahí se me perdió y miré para la cama y me di cuenta de que los pelaos todos estaban acostados dormidos, entonces es un fantasma que sale, pensé, y ahora yo no entro ahí sola, pero como siempre, yo era la que tenía que entrar y estar pendiente, sentía que me seguían y me miraban y volteaba y no veía nada".
— Para esos días, vino del pueblo una sobrina de mi papá que tenía una bebé pequeña de nueve meses, y se quedó con nosotros. Recuerdo que una noche estábamos sentados en la puerta de la casa y se fue la luz. Mi mamá dijo, "ensima del escaparate, que entre otras cosas ya le habían cambiado de lugar, está una vela y en la cocina están los fósforos, Juanita, ve a cogerlos". Yo ni por el chiras iría y sola menos, me dijo mi prima, "vamos, yo los cojo". Ella era evangélica y sus padres también. Entramos al cuarto, estaba oscuro. Recuerdo que medio se veía una pequeña claridad por las lámparas de la avenida. Ella comenzó a buscar ensima del escaparate y sacudió la mano. "Ahí, poder en la sangre de Cristo", yo sentí un frío en mi estómago y el corazón se me quería salir. "¿Qué te pasó, Miriam?", pregunté. "Sentí una cosa peluda y me agarró la mano", salimos corriendo. Ella llevaba la bebé entre sus brazos, no sé cómo no se cayó o la dejó caer. Salimos a la puerta y mi mamá preguntó qué les pasó, y Miriam le dijo, "yo fui a buscar la vela y al tocar ensima del escaparate sentí una cosa peluda y me apretó la mano, yo me voy mañana", la vecina de enfrente nos prestó una lámpara y entramos con mi mamá, Miriam y yo, y no encontramos nada peludo. Lo buscamos por el piso, debajo del escaparate y de las camas, y no vimos nada. Después de tres horas, llegó la luz y llegó mi papá. Le contamos.
— Cada día la casa se veía más oscura y era más pesada. Miriam cumplió su palabra y se fue para la casa de sus papás.
— Un día vino a la casa un amigo y cliente de mi papá, Alejandro Miranda. Era de una buena familia. Tenían fincas en los pueblos cercanos a Fundación. Era alto, moreno claro, ojos negros, siempre usaba barbas cerradas y, sobre todo, era muy amable. Llegó esta mañana muy temprano en su carro a buscar a papá y hablaron de los papeles que necesitaba. Mi papá salió a realizarlos y le dijo que lo esperara aquí en la casa. Teníamos días que no almorzábamos bien y ese día Alejandro le trajo un pedazo de queso. "Mira, aquí te traje, y este suero", le dijo a mi mamá. "Gracias", "mira, mami", y le entregó a mi mamá. "Gracias, Alejandro, ¿quieres café?", "bueno, sí, gracias, y ya desayuno", "has desayuno, mami, y le brindas a Alejandro", dijo mi papá. Mi mamá le dijo, "ve, y compra yuca y hacemos con queso y café con leche", mi papá salió y regresó enseguida trayendo yuca, huevos, cebolla y tomate y más café. Salió hacia la cocina improvisada y preparó el desayuno. Yuca cocida, huevos revueltos y colocó en la mesa queso y suero y dos pocillos de café con leche. Terminó de desayunar
mi papá y salió enseguida hacia el tránsito. Alejandro se quedó todo el día en la casa.
12:30 PM
— "Venga, Alejandro, para que almuerce", le dijo mi mamá. Él se levantó y se sentó en la mesa. Almorzamos como en familia. Luego de almorzar, nos sentamos en el patio. Era muy agradable, con árboles y el río. Parecía como si estuviéramos en el pueblo. En mi casa teníamos un pollito que habíamos cambiado por hierro y estábamos jugando. Mi hermana Andreita no vio al pollito y lo pisó. "Alejandro, anda, mija", mis hermanos lloraron toda la tarde y aún lloran cada vez que recordamos, pero no sabíamos que era la última vez que veríamos a Alejandro.
— Como a las tres de la tarde llegó papá a la casa y le entregó los papeles a Alejandro.
— A la semana siguiente, llegó papá del pueblo, como siempre a las once y media y traía una triste noticia. Traía sus ojos tristes y llorosos. Mi mamá le preguntó: "¿Ajá, qué te pasó? ¿Por qué vienes así?". Un silencio. Nos abrazó en el momento y le dijo a mi mamá con los ojos aguados: "Mami, mataron a Alejandro", mi mamá se sentó pálida y le dijo: "¿Verdad, Antonio? No lo puedo creer, mira mentira", por mi cabeza pasaron tantos recuerdos y ese día que él vino y pasó su día con nosotros como despidiéndose de nosotros, preguntó mi mamá: "Antonio y ¿por qué lo mataron? Ay, ve", mi papá le respondió: "Es que lo estaban extorsionando y él no quiso pagar la vacuna, mira", le dijo mi mamá, "en vez de pagar esa vaina, se dejó matar, ay ombe, y el señor Alejandro y la mujer que dicen", respondió mi papá: "¿Qué pueden decir, imagínate?, viste eso es lo que yo te digo que ahora no quieres salir de ese pueblo, ahora todos los días te tienes que ir para allá, tú sabes por qué salimos de allá, parte también fue por eso".
— Quince días, mi papá no dejaba de ir a Fundación, pues él ahí colocó la oficina y seguía haciendo papeles de carro a los conocidos. Este día mi papá llegó más temprano que nunca y trajo nuevamente una mala noticia. "Buenas, mami, ¿cómo pasaron el día?", y ese milagro ¿tú viniste hoy temprano? Risas de mi mamá. Mi papá traía la cara pálida y una tristeza en la mirada. "Mami, mataron al viejo Alejandro", mi mamá se sentó pálida y le dijo: "¿Verdad, Dios mío?", esa noche no podíamos dormir. A la mañana siguiente, mi papá se levantó temprano para ir al pueblo y poder ir a su sepelio.
— Comenzó la hora cero y las familias que pudieron emigraron. Mi pueblo, que era tan tranquilo, se convirtió en un infierno.
— "Buenos días, señora María, ¿cómo está?", "buenos días, Marta". Marta era la dueña de la casa. "Señora María, la verdad, ya no puedo esperarla más y le voy a cortar la luz y me voy a llevar los cables", "Marta, pero usted no me puede hacer eso, vea que yo tengo mis pelaitos pequeños, y hace calor y también hay muchos mosquitos, la verdad, señora María, usted me debe mucho, ya la he esperado mucho, son dos meses y yo tengo que pagar servicios de ahí, mejor vaya buscando para mudarse", cortó y quitó la luz y se llevó los cables. "Mañana vengo para ver qué solución me tiene porque la verdad ya no la puedo esperarla más".