Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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Ataque.
Encontró varias cosas en el cajón hueco que hacía de asiento, había desde cuchillas, dagas, un par de espadas y para su buena fortuna, también encontró algunas flechas con su respectivo arco.
Realmente no sabía para que utilizaban ese carruaje, pero agradecía haber ido en el, ahora que eran atacados.
—Delia, quiero que me des tus manos— su tono de voz no cambió en ningún momento, pero hizo que la mujer se exaltara.
—Se… señorita, ¿por qué hace esto?— tuvo que extender los brazos y estos ya estaban siendo atados por Johana.
—Eres inocente, no te he culpado de nada, pero entiende que acabo de llegar, a lo largo de la historia, las personas son traicionadas por los que más cerca tienen, entonces digamos que no confío en nadie— terminó de amarrar las manos y también cubrió su boca. —Ahora regreso— sonrió como si algo bueno fuese a pasar.
Johana cubrió gran parte de su rostro con un pañuelo, solo se podían ver sus ojos, por lo que ninguno de los atacantes la reconocería. Salió del carruaje en pleno combate y se escabulló hasta donde había unos árboles, era buena para eso, su sigilo le ayudaba mucho.
En cuestión de segundos, ya estaba en lo alto de un árbol, eso le dio distancia suficiente para poder atacar. Tiró la primera flecha, acertando al objetivo, luego otro acierto y otro, sucesivamente, hasta que sus pocas seis flechas se habían terminado. Pudo ayudar a los guardias con al menos la mitad de los bandidos, que solo se retorcían de dolor, pues al parecer las flechas contenían algún tipo de veneno.
Nadie supo de dónde venían aquellas flechas, pero los guardias lo agradecían.
No pasó mucho tiempo para que el grupo liderado por el general, llegara a dónde habían sido atacados. Para ese instante, ya tenían sometidos a los dos únicos sobrevivientes.
—Veo que pudieron encargarse, ¿dónde está mi prometida?— comenzó a revisar desde fuera del carruaje.
Al no encontrarla, fue de inmediato y abrió las puertas, encontrándose con una escena horrorosa. Delia estaba ahí, pero alguien había cortado su garganta, entre todo el alboroto causado, no supieron quien pudo haberlo hecho.
Donatello fue con el líder de los hombres que acompañaban a Johana. —¿Dónde carajos está Johana?— estaba furioso, asustado y preocupado.
Agarraron a uno de los sobrevivientes y comenzaron a interrogarlo.
—¿Dónde se esconden tus cómplices?—
—¿Dónde está mi prometida?—
Una tras otra pregunta, caían sobre el hombre que ya estaba bañado en sangre de tanto golpe recibido.
—Yo, yo no sé nada. Nuestras órdenes fueron deshacernos de la señorita que iría con el ama de llaves del duque Roux, ella siempre fue nuestra informante— terminó desmayándose por todo lo sufrido.
Donatello regresó al carruaje, necesitaba encontrar indicios de dónde pudiera estar Johana. —»Si no estuvieras muerta, yo me encargaría de torturarte hasta que rogaras por tu muerte«— pensó al ver a ” Delia sin vida.
A lo lejos, Johana veía todo lo que estaba pasando, se había camuflado lo suficiente para no ser vista por nadie. —»Veamos hasta donde puede llegar duque, esto es divertido para mi«— sonrió, pues nunca nadie se había preocupado tanto por ella.
Donatello ya hasta estaba sudando por los corajes y la frustración de no saber dónde podría estar Johana.
Entonces un ruido ente la maleza, se escuchó, eran como ramas rompiéndose.
—Auch, eso dolió— la castaña tuvo que salir de su escondite, por un pequeño accidente que tuvo, ya que tropezó con algunas ramas secas y el ruido atrajo a los hombres del duque, por eso tuvo que descubrir su rostro.
El general estaba a punto de sacar su espada, cuando vio que era Johana, solo pudo correr y abrazarla, a pesar de que era una joven de apenas 17 años, la diferencia de altura no era grande y bien pudo acurrucarse en los brazos de aquel hombre.
—¿En qué pensabas cuando saliste de la mansión?, deberías saber que corres peligro en un lugar que no conoces— tenía que sacar su frustración.
Johana solo disfrutó del abrazo sin soltarlo, aunque debía fingir que estaba asustada, por eso comenzó a derramar algunas lágrimas, ninguna era falsa, solo que para el resto serían por susto y para ella, simplemente era agradecimiento porque se preocuparon por ella. Donatello pudo escuchar sus pensamientos y la mantuvo en sus brazos un poco más.
—Vamos a casa, debes estar cansada— la cargó entre sus brazos y la subió a su caballo y él detrás de ella.
El carruaje lo llevaron hasta el final, la orden fue deshacerse de el, cuando llegaran a la mansión.
Johana solo se recostó sobre el pecho de Donatello y cerró los ojos, quería descansar después de lo que había pasado, aunque no lo pareciera, ella nunca había terminado con la vida de un ser humano, solo había sucedido con animales, aquellos que cazaba cuando no tenía opción y debía comer, después de aquellos castigos impuestos.
Se tomaron su tiempo para llegar a la mansión, el resto de los hombres se pusieron en alerta cuando vieron heridos a algunos de sus compañeros y también cuando vieron a los dos bandidos.
—Todo está bien ahora, atiendan a los heridos y lleven al calabozo a los reclusos— mientras que él, bajó con sumo cuidado a Johana, que aún estaba durmiendo, pues el cálido cuerpo del general, se lo permitió.
—¿Qué pasó?, ¿por qué llegaron así?— Stephan estaba preocupado.
—Atacaron a Johana. Quiero que investigues todo lo relacionado con esto, Delia estaba con ellos, así que fue planeado por alguien que visita, visitó o vive en esta casa, por el momento nadie puede acercarse a ella—
La cargó y llevó a su habitación.
—Blas, te encargarás de cuidar de ella, trabajaste con mis padres y no hay nadie más en quien pueda confiar— debía hacer limpieza en su propia casa, eso le causaba dolor de cabeza.
—Lo haré señor, no debe preocuparse por ella, estará bien— hizo una reverencia y se retiró, para dejar descansar a Johana.
Donatello entró para darse un baño, mientras que la castaña dormía en su cama, aunque comenzó con pesadillas, eso era lo que siempre había creído. Para ella era normal tener ese tipo de sueños malos.
gracias por escribir