Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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descubierta
NARRA MARION:
Despierto en mi cama, cubierta con mis sábanas blancas. Recuerdo el sueño candente que tuve y de solo pensarlo me sonrojo. Me muevo para salir de entre las sábanas y al hacerlo me percato de la desnudez de mi cuerpo.
Horrorizada pienso lo que paso anoche, no salimos como para que termine sin ropa en mi cama. Me muevo y me levanto buscando algún signo que me indique que paso y a un lado de la cama, casi a la orilla, esta mi vibrador.
Exhalo al percatarme de que ese sueño cachondo que tuve con mi vecino en realidad fue un reflejo de lo que hice con ese accesorio. Pero algo me tiene incomoda y es el hecho de haber sentido la mirada o mejor pensado la presencia de mi vecino. Recuerdo sus ojos penetrantes mirarme desde la orilla de mi cama, sentir como sus dedos cubrían mi desnudez.
Niego, imposible. Mi vecino en este momento debe estar entretenido con la conquista de anoche. Miro la hora y por lo visto ya es demasiado tarde como para que mi vecino siga de parranda con esa rubia que lo vi llegar.
Ayer al salir de la oficina de mi padre, nos juntamos con las locas de mis queridas amigas y nos divertimos hasta largas hora de la noche. Bebimos, comimos, bailamos, cantamos hasta alta horas de la noche.
En un momento Cecilia me pregunto por mi vecino, al verlo llegar de la mano de una rubia despampanante mientras Amy y Sylvanas casi nos revientan los tímpanos.
—Es un gigolo, se la pasa trayendo mujeres todo el tiempo —digo, sonando casi rabiosa o celosa. Ceci me mira con una ceja alzada— ¿Qué? —pregunto tomando un trago de mi copa.
—Deberías fallártelo —sugiere y casi me atraganto con la bebida borgoña de mi copa.
—¿Qué parte de es un prostituto no entendiste? —casi grito exaltada.
—Dije que te lo folles no que te cases con el —murmura restándole importancia.
Miro como las chicas siguen cantando, pensado en la idea de mi amiga. ¿Cuándo fue la última vez que un hombre me toco? Ya ni lo recuerdo.
Cerca de las seis de la madrugada, mis amigas, un poco pasadas de copas se fueron a sus departamentos. Me quede saludándolas desde la puerta de mi casa, antes de entrar de nuevo a mi departamento, me percato de una silueta atreves de la ventana de mi vecino. Es tan arrogante que seguro piensa que no lo puedo ver.
Siguiendo el consejo de mi querida amiga, encare su mirada y con mis dedos traviesos recorro mi cuerpo hasta llegar a mi boca y morderlo de forma provocadora. Sonrió a la vez que inclino la cabeza.
Entre de nuevo a mi departamento con los latidos de mi corazón a mil. La borrachera que cargaba en ese momento era bastante importante. Al dirigir mis pasos a mi habitación y recostarme en mi cama me quede dormida inmediatamente.
En medio de una nebulosa sentía como el calor de mi cuerpo que me invadía y necesitando saciar eso que siento, abrí el cajón de mi mesa de noche para sacar mi vibrador. La ropa me pesaba en el cuerpo a pesar de que lo que llevaba es nada comparado con lo que suelo vestir. Me la quite. Y mientras jugaba con mi cuerpo me imaginaba a mi gigolo favorito, estalle entre espasmos satisfactorios. Luego de ese momento mágico me acomode para volver a dormir.
Recordar lo que paso esa noche me pone la piel de gallina, sobre todo cuando en mi sueño mi vecino me miraba con sus ojos hermosos. El color me recuerda a las nubes tormentosas con un toque verdoso que le da ese aire misterioso y sexy. Sobre todo, sexy.
Como ya es demasiado tarde, me levanto y me meto al baño de manera precipitada ya que mi estomago está reclamando alimentos. Me ducho y al salir del baño me coloco una soleta que suelo utilizar en casa y busco mi ropa interior. Me coloco unas bragas de encaje celeste claro y me dirijo a mi cocina, específicamente a mi heladera que al abrirla veo la comida de la noche anterior. Tomo un poco para calentarla en el microondas.
Mientras el aparato se encarga de mi comida yo dirijo mis pasos a mi sala donde anoche estuvimos con mis amigas. Me quedo un momento pensando en lo lindo que sería tener una de esas pistolas deshidratadoras de megamente y acabar con todo el desastre inmediatamente. Suspiro y procedo a juntar las botellas en una bolsa de residuos. Llevo las copas al lavavajilla y cuando estoy por barrer el piso el microondas anuncia que mi comida ya está lista.
Saco el plato con la comida, lo llevo a la mesa que tengo en este mismo lugar y busco algo para beber en mi heladera, pero solo tengo una botella de vino. ¿habrá alguna tienda cerca para comprar agua?
Miro el grifo como último recurso y buscando un vaso en la alacena me sirvo un poco. Vuelvo a la mesa para comer rápido y dedicarme a terminar de limpiar el desastre que hicimos con mis queridas amigas en mi sala.
En eso estoy cuando escucho que la puerta de mi departamento es abierta y unos pasos resuenan en las baldosas encontrándome con el dueño de ms sueños cachondos.
—¿Cómo amaneció mi novia falsa? —pregunta y siento como mis mejillas arden. Maldito sueño candente, ahora como lo voy a mirar a la cara—. ¿Por qué tan sonrojada? —pregunta tan cerca de mí que casi salto de la silla al sentir el rose de su aliento en mi piel.
—Es que.... es que... —que mierda le digo—. Me avergüenza.... ¿el desastre de la sala? —finalizo no muy segura.
—Pues todo parece muy limpio —dice mirando hacia atrás de el—. Te traje agua y pastillas para la resaca, creo que las necesitas —me tiende el paquete con las pastillas y un botellín con agua. Lo tomo sin mirarlo ya que la vergüenza se acentúa con el correr de los minutos.
—Gracias —murmuro.
—¿Qué pasa? —pregunta y quiero que el piso se habrá y me trague— ¿Tuviste algún tipo de sueño erótico que te cuesta verme a la cara? —preguntó divertido, comienzo a toser al ahogarme con un trozo de pollo, ahora si necesito que un meteorito caiga sobre mí.
Enseguida siento un fuerte golpe en mi pecho y el trozo de pollo que obstruía mis vías respiratorias sale disparado de mi boca como si fuera un proyectil impactando sobre la mesa donde como, rebota y pega en mi ojo.
—¿Estas bien princesa? —pregunta mi vecino preocupado.
—Nooo... —gimoteo ronco por el ahogo, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas sumándole ahora mi ojo que casi no lo puedo abrir. Perfecto, me voy a quedar tuerta.
—Deja me ver —toma mi rostro entre sus manos y acerca su cara hacia mí y mira mi ojo a la vez que barre mis lagrimas con sus dedos.
No puedo evitar morder mi labio inferior, tenerlo cerca no solo significa que su mirada me este encandilando, sino que también su perfume y su tacto que envía choques eléctricos en todo mi cuerpo. De pronto recuerdo que no hace mucho estuve jugando con mi vibrador, dedicándole unos cuantos sonetos y siento mis mejillas arder.
—Creo que ya estoy mejor —murmuro tratando de apartar sus manos y evitar que mis arterias sufran algún daño.
—Mmm... digamos que si —suelta mi rostro, pero no se aleja—. Te pusiste roja ¿Por qué será?
—Nada.... —me levanto para alejarme de su cercanía—. Invades mi espacio personal, gigolo.
—Créeme cuando te digo que si invadiera tu espacio personal no estarías así —señala mi cuerpo, me miro y lo vuelvo a ver sin comprender a que se refiere—, llevas mucha ropa —finaliza rodando los ojos.
—Tu con la idea fija siempre ¿No? —indico, tomando mi plato para llevarlo al fregadero.
—¿Y tú no? —pregunta descaradamente, volteo a míralo con mis cejas en alza—. No te hagas la mojigata cuando se dónde guardas tu juguete.
—¿Qué paso con la rubia que trajiste anoche? —pregunto para cambiar de tema. Tomo un balde y lo lleno con agua y le pongo un poco de líquido limpiador para limpiar el piso de mi sala que está hecho un desastre.
—¿Cambiamos de tema, princesa? —se carcajea. No lo miro sigo haciendo mi tara, limpiar piso—. Bien, respondiendo a tu pregunta —siento sus pasos detrás de mí—, sola se fue —ahora la que se ríe soy yo.
—¡Pobre se desilusiono! —digo entre risas y volteo para verlo apoyado en el marco de mi cocina con una pose relajas, dan ganas de.... nada. Concéntrate Marion. Volteo y sigo en lo mío.
—Para tu información, ella solo vino a mí al parecer soy famoso entre las mujeres que quieren pasar una buena noche —dice con ese tono seguro en su voz, sigo con mi tarea y lo ignoro.
—Me lo puedo imaginar —digo y siento como mi mandíbula se contrae.
—¿Celosa, princesa? —pregunta.
—¿Por qué debería estarlo? —pregunto sin mirarlo.
—Porque eres mi novia.... falsa —finaliza sonando algo dudoso. Me carcajeo.
—Tú mismo lo has dicho —murmuro y volteo para encararlo—, Falsa. ¿Sabes lo que eso significa? —sostengo el palo del piso de forma altanera lo miro.
—Ilumíname —dice con una pequeña sonrisa en su rostro sin dejar de desafiarme con su mirada arrogante. Creo que mis bragas están descendiendo solas.
—Nada es cierto —digo ahora dudando.
—Como tampoco es cierto que todos los días desde que te mudaste te dedico unos cuantos, parezco adolescente —sale de su pose de comodidad y se acerca a mi—. Como tampoco es cierto que esta mañana gemías mi nombre mientras tu cuerpo encontraba el alivio.
Soy la petrificación en persona.
Felicidades
me encantó
me encantó
bien escrita candente sin enredos