Acron Griffindoh y Cory Freud eran vecinos y fueron compañeros de escuela hasta que un meteorito oscureció el cielo y destruyó su mundo. Obligados a reclutarse a las fuerzas sobrevivientes, fueron asignados a diferentes bases y, a pesar de ser de géneros opuestos, uno alfa y otro omega, entrenaron hasta convertirse en líderes: Acron, un Alfa despiadado, y Cory, un Omega inteligente y ágil.
Cuando sus caminos se cruzan nuevamente en un mundo devastado, lo que empieza como un enfrentamiento se convierte en una lucha por sobrevivir, donde ambos se salvan y, en el proceso, se enamoran. Entre el deber y el peligro, deberán decidir si su amor puede sobrevivir en un planeta que ya no tiene lugar para los sueños, sino que está lleno de escasez y muertes.
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Volveremos a vernos.
La despedida entre Acron y Cory fue breve pero cargada de significado. Acron tomó a Cory por los hombros, mirándolo directamente a los ojos.
—Te lo prometo, Cory —le dijo con determinación—. No importa cuánto tiempo pase ni cuántas estrellas tengamos que ganar, estaremos juntos pronto, todos juntos.
Cory asintió, luchando por no llorar. Sabía que debía ser fuerte, pero la idea de separarse nuevamente de su Alfa lo hacía sentir pequeño e indefenso.
Niurka apareció junto a ellos, marcando el final de su reencuentro.
—Es hora, Acron —anunció con su tono autoritario.
Acron apretó una última vez los hombros de Cory antes de girarse para seguir a Niurka. Cory se quedó de pie, viéndolo alejarse, hasta que su figura desapareció por completo.
Esa noche, Cory compartió sus emociones con su madre, Lisbeth, mientras ambos cenaban junto a Sigrid, la hermana de Acron.
—Pude ver a Acron y a Ethan —les contó emocionado—. Están bien, pero los extraño tanto. Voy a esforzarme más, mamá. Voy a ganar otra estrella para que tú y Sigrid puedan verlos también.
Lisbeth le dedicó una sonrisa cálida, aunque sus ojos reflejaban preocupación.
—Eres un niño muy valiente, Cory. Pero recuerda, no tienes que cargar con todo tú solo.
Sigrid, quien también parecía emocionada, tomó la mano de Cory.
—Eres increíble, Cory. Sé que lo lograrás.
Esa noche, la base fue sumida en el caos. Un fallo repentino en el sistema de energía eléctrica dejó todo en penumbras, y en medio de la confusión, una bestia logró infiltrarse.
Cory, ajeno al peligro, caminaba por los pasillos en dirección al baño. El silencio era inquietante, roto solo por el leve zumbido de los generadores tratando de restaurar la energía. Cuando llegó al baño, un sonido extraño lo puso en alerta y cuando ya salía de la ducha, volvió a escuchar algo extraño.
Un gruñido bajo y gutural resonó detrás de él. Cory se giró lentamente, y lo que vio lo dejó helado. Una criatura grotesca, con ojos rojos brillantes y colmillos afilados, lo observaba desde las sombras, en forma de un leopardo.
El pánico lo invadió, pero no permitió que lo paralizara. Cory buscó desesperadamente algo con lo que defenderse y encontró un tubo de metal tirado en el suelo.
Cuando la bestia se abalanzó, Cory lanzó un golpe directo al costado de su cabeza. La criatura retrocedió unos pasos, soltando un chillido de dolor.
—¡No me atraparás tan fácil! —gritó Cory, aunque su voz temblaba.
Sin perder tiempo, salió corriendo, escuchando los pasos pesados de la bestia persiguiéndolo. El pasillo parecía interminable, y su corazón latía con fuerza, como si fuera a salir de su pecho.
De repente, al girar una esquina, chocó contra alguien. Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos fuertes lo sujetaron.
—¡Cory! —la voz grave de Xion lo hizo levantar la vista.
—¡Hay una bestia! —gritó Cory, señalando detrás de él.
Xion no necesitó más explicaciones. Sacó su arma y empujó a Cory detrás de él. La criatura apareció, rugiendo con furia, y se lanzó hacia ellos.
Con una precisión impresionante, Xion disparó varios tiros certeros que hicieron retroceder a la bestia. Pero no era suficiente; parecía regenerarse rápidamente.
—¡Corre hacia el pasillo principal, ahora!—ordenó Xion sin apartar la vista de la criatura.
—¡No te dejaré! —protestó Cory, pero Xion lo fulminó con la mirada.
—¡Haz lo que te digo!
Sin más opción, Cory corrió, aunque se detuvo a una distancia segura para observar. Xion, con movimientos ágiles y calculados, enfrentó a la criatura cuerpo a cuerpo cuando su arma quedó sin balas. Con un cuchillo que llevaba en su cinturón, logró apuñalarla en el pecho, encontrando finalmente su punto débil.
Al llegar al ala segura, Xion no dejó que Cory se fuera inmediatamente. Lo escoltó hasta la habitación que compartía con su madre y Sigrid, asegurándose de que estuviera a salvo. Sin embargo, antes de dejarlo entrar, colocó una mano firme en su hombro.
—Cory, necesito que seas cuidadoso, trata de descansar. —en ese momento Xion se percata de las feromonas de Cory, Gálvez las dejó salir por el miedo que acababa de pasar, como Alfa experto sabe que ese aroma solo lo desprende un Omega embarazado.
Cory respiraba agitado, intentando procesar las palabras del general.
—Lo intentaré...gracias por salvarme.
Xion asintió, con el ceño fruncido.
—No fue nada. Mantente alerta y avísame si ves algo extraño, no vayas al baño tan tarde y solo.
—Lo haré —respondió Cory, aunque aún estaba perturbado por lo sucedido.
Cuando entró a la habitación, su madre lo recibió preocupada.
—¿Estás bien? Escuché el alboroto.
Cory asintió, intentando no alarmarla más.
—Estoy bien, mamá.
Sigrid, que estaba leyendo en la litera superior, lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Por qué el general estaría contigo? —preguntó, pero Cory no respondió.
De regreso en su despacho, Xion estaba sumido en pensamientos oscuros. No podía ignorar lo que había visto en Cory: su valentía al enfrentarse a la criatura, la marca en su cuello, y la conexión evidente con Acron.
—Ese niño no es como los demás —murmuró para sí mismo, pasando una mano por su cabello. Mañana debo mandarlo a hacer la prueba de embarazo.
La imagen de Acron sosteniendo a Cory por la nuca, protegiéndolo con tanta devoción, no dejaba de rondar en su mente. Había algo en esa relación que lo irritaba profundamente, aunque no sabía si era por envidia o por preocupación genuina.
—Si Acron es el Alfa que lo marcó... está rompiendo todas las reglas —se dijo. Pero en el fondo, la idea de que Cory ya perteneciera a alguien más lo incomodaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Xion decidió que debía hablar con Acron directamente. Sabía que un enfrentamiento no sería sencillo, pero tenía que dejar claras sus intenciones.
Al día siguiente, Xion fue al área de entrenamiento, donde Acron lideraba un pequeño grupo en un circuito avanzado. El joven Alfa destacaba no solo por su fuerza, sino también por la autoridad natural con la que dirigía a sus compañeros.
—Acron, necesito hablar contigo —dijo Xion con un tono que no admitía objeciones.
Acron levantó la vista, limpiándose el sudor de la frente. Su expresión se endureció al ver al general.
—Como quieras. ¿Que desea ahora?
Se alejaron del grupo, dirigiéndose a un área más apartada. Cuando estuvieron solos, Xion fue directo al punto.
—He visto a Cory. Y también he visto la marca en su cuello.
Acron tensó la mandíbula, pero no dijo nada.
—¿Fuiste tú quien lo marcó? ¿y dejó embarazado? —preguntó Xion, aunque ya conocía la respuesta.
—¿Embarazado? —respondió Acron sorprendido.
Xion dio un paso hacia él, su altura y presencia intimidantes, pero Acron no retrocedió.
—Porque un Omega tan joven no debería estar marcado. Es irresponsable y peligroso.
Acron lo fulminó con la mirada.
—Cory es mi Omega. Lo marqué porque no permitiré que nadie más lo reclame. Y si cree que puede separarnos, se equivoca. ¿porque me miente y me dice que está embarazado? Cuando terminamos y salí del celo mi hermana le puso una inyec...—en ese momento que aquellos hombres llegaron cuando comían, Sigrid no había llegado a ponerle a Cory la inyección para no salir embarazado. De eso ya habían pasado varias semana
Xion apretó los puños, conteniendo su ira.
—No estás en posición de desafiarme, muchacho. Ahora debo aislarlo porque sus feromonas estarán descontroladas. Tal vez entre en celo.
Acron quedó helado al escuchar las palabras de Xion. Sus pensamientos se desbordaron mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Embarazado? —repitió, casi en un susurro, mirando fijamente al general con una mezcla de incredulidad y preocupación.
Xion, por su parte, cruzó los brazos, claramente irritado.
—Así es. Por tu irresponsabilidad, ahora tenemos que manejar una situación extremadamente delicada. Cory está en peligro, tanto por el embarazo como por las consecuencias de sus feromonas descontroladas.
Acron retrocedió un paso, sintiendo cómo su mundo se tambaleaba. Si lo que Xion decía era cierto, había puesto a Cory en una posición vulnerable, y eso lo llenaba de culpa.
—Necesito verlo —dijo finalmente, con firmeza.
—No puedes —respondió Xion con frialdad—. Ya he dado la orden de que lo aíslen. Está bajo vigilancia médica en un ala segura de la base.
—¡Es mi Omega! ¡Tengo derecho a estar con él! —exclamó Acron, avanzando hacia Xion, pero el general levantó una mano para detenerlo.
—Tu derecho termina donde comienza su seguridad. Hasta que sepamos cómo proceder, te mantendrás alejado.
Acron apretó los puños con fuerza, pero no respondió. Sabía que enfrentarse al general en ese momento no ayudaría a Cory.
Mientras tanto, en el ala médica
Cory estaba sentado en una cama de la enfermería, mirando al techo con los brazos cruzados. Las palabras de los médicos aún resonaban en su mente.
—¿Embarazado? —había preguntado, con su voz llena de incredulidad.
—Sí —confirmó una de las enfermeras—. Por el tiempo que ha pasado desde tu celo, calculamos que estás en las primeras semanas. Es un embarazo temprano, pero dadas las circunstancias, debemos monitorearte de cerca.
Cory no sabía qué sentir. Era demasiado joven, y aunque amaba a Acron, no podía evitar sentirse abrumado por lo que esto significaba.
—No quiero estar aquí —murmuró, mirando hacia la puerta custodiada.
De repente, escuchó voces afuera, y su corazón dio un vuelco. Reconoció la voz de Acron, discutiendo con los guardias.
—¡Déjenme pasar!
—No podemos. Son órdenes del general Xion —respondió uno de los hombres.
Cory se levantó de un salto, corriendo hacia la puerta.
—¡Acron!
El joven Alfa se detuvo al escuchar su voz, su desesperación transformándose en alivio momentáneo.
—¡Cory, estoy aquí! Voy a entrar, no me importa lo que digan.
Antes de que pudiera forzar su entrada, Xion apareció detrás de él, sujetándolo por el hombro con fuerza.
—Ya basta, Acron. Si sigues causando problemas, tendrás que enfrentarte a un consejo disciplinario.
—¡No me importa! ¡Déjeme estar con él!
Cory presionó su frente contra la puerta, deseando que desapareciera esa barrera entre ellos.
—Xion, por favor —pidió, su voz temblando.
El general dudó por un momento, mirando al Omega a través del vidrio de la puerta. Finalmente, soltó un suspiro pesado.
—De acuerdo. Pero solo unos minutos. Y si muestras alguna señal de agresividad, Acron, no dudaré en sacarte de aquí.
Acron entró apresuradamente en la habitación, y en cuanto vio a Cory, todo el enojo y la frustración que había sentido desaparecieron. Corrió hacia él y lo abrazó, sujetándolo con fuerza.
—Lo siento —susurró, con su voz cargada de culpa—. No debí haberte puesto en esta situación.
Cory negó con la cabeza, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos.
—No es tu culpa, Acron. Nadie sabía que esto pasaría.
Acron se separó lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—Prometo que no importa lo que pase, estaré a tu lado. Te protegeré a ti y... a nuestro bebé.
Cory lo miró fijamente, viendo la determinación en los ojos de su Alfa.
—Confío en ti —murmuró, aunque el miedo seguía latente en su corazón.
Desde fuera de la habitación, Xion los observaba con una expresión indescifrable. Su mandíbula estaba tensa, pero no dijo nada. En su interior, sabía que este era solo el comienzo de una serie de desafíos que pondrían a prueba no solo a Cory y Acron, sino también a la estabilidad de la base.