Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta, decidida, libre para expresarse.
Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Buscando ayuda
Una vez de regreso en su casa, Isabella se sentó en la mesa de la cocina, su mano temblaba ligeramente mientras sostenía el teléfono. Había sido un día difícil, y la conversación con la directora del colegio de Ian había dejado en claro que necesitaba un plan, ya que probablemente la asistente social llegaría antes de lo previsto. Entonces recordó a don Rafael, el ex jefe de su madre, quien le había ofrecido su ayuda cuando Ana falleció. Con un suspiro profundo, marcó su número.
El tono de llamada sonó varias veces antes de que una voz profunda y familiar contestara al otro lado de la línea.
-¿Hola? Habla Rafael Martínez- dijo el hombre amablemente.
-Don Rafael, soy Isabella López, la hija de Ana- dijo la muchacha- No sé si me recuerda...
-La hija de Ana, claro que te recuerdo. ¿Cómo estás, querida?- La voz de don Rafael se suavizó al reconocerla.
-Estoy bien, bueno, lo mejor que puedo estar dadas las circunstancias- respondió la muchacha, tratando de mantener la compostura- Quería agradecerle nuevamente por sus palabras de consuelo por lo de mamá.
-No tienes que agradecerme, Isabella. Tu madre fue una persona maravillosa y una empleada ejemplar. Es lo mínimo que podía hacer- dijo el hombre. Hubo una breve pausa antes de que don Rafael continuara- ¿En qué puedo ayudarte hoy?
Isabella tomó un respiro profundo, tratando de mantener su voz firme.
-Bueno, don Rafael, estoy en una situación difícil. He perdido mi trabajo en el restaurante y, como sabe, estoy cuidando de mi hermano Ian- explicó ella- Necesito un empleo, de lo que sea, y pensé en usted porque mencionó que podría ayudarme.
Don Rafael hizo una pausa, considerando sus palabras.
-Mira niña, lamento mucho escuchar sobre tu situación- respondió don Rafael- Tu madre siempre hablaba maravillas de ti y de lo responsable que eras. ¿Te importaría si nos reuniéramos para discutir esto más a fondo? Quisiera ver cómo puedo ayudarte de la mejor manera posible.
Isabella sintió una ola de alivio.
-Claro, don Rafael. Estoy disponible en cualquier momento que le convenga- respondió ella.
-Perfecto. ¿Qué te parece mañana por la tarde?- sugirió- Ven a mi oficina en Martínez & Asociados a las tres. Quiero asegurarme de que tengamos el tiempo necesario para hablar sin prisas.
-Sí, está bien. Estaré allí a las tres. Muchas gracias, don Rafael. Significa mucho para mí.
-No tienes que agradecerme, Isabella. Nos vemos mañana. Cuídate y saluda a Ian de mi parte.
-Lo haré. Hasta mañana- se despidió ella.
La muchacha colgó el teléfono, sintiendo una mezcla de nervios y esperanza. Sabía que don Rafael era un hombre justo y esperaba que esta reunión pudiera abrir una nueva puerta para ella y su hermano.
Al día siguiente, Isabella dejó a Ian en su nuevo colegio, debido al cambio ahora el niño asistía a clases después del mediodía antes de mediodía lo cual era algo bueno, ya que le permitiría ver a don Rafael sin apuros.
Al llegar, caminaron tomados de la mano hasta la puerta de entrada del edificio escolar, una vez que estuvieron muy cerca de la puerta la muchacha se agachó para estar a la altura de su hermano, le acarició la mejilla y dejó un beso sobre su frente.
-Entonces, recuerda cariño que pasaré por ti al mediodía - le dijo en un tono sumamente maternal.
-Ok, Isa. Voy a aprender mucho así podré trabajar y ayudarte con los gastos de la casa- dijo el pequeño, Isabella sonrió ante la ocurrencia de Ian y luego de un último beso lo vio entrar al colegio con una actitud sumamente calmada.
Una vez que Ian dejó de verse, la muchacha se encaminó a ver a don Rafael, su corazón latía con fuerza mientras se acercaba al imponente edificio de Martínez & Asociados. Entró y se anunció en recepción, sintiéndose nerviosa pero determinada.
Don Rafael la recibió con una sonrisa cálida.
-Isabella, me alegra verte- fue el saludo de don Rafael- Ven, vamos a mi oficina.
Ella lo siguió, notando a su paso la elegancia del lugar. Se sentaron en cómodos sillones mientras don Rafael la miraba con una expresión comprensiva.
-Isabella, sé que has pasado por momentos muy difíciles- dijo- Por eso quiero ayudarte. ¿Qué tipo de trabajo estás buscando?
-Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa, don Rafael- respondió ella- Solo necesito una oportunidad para mantener a mi hermano y a mí misma- agregó, con sinceridad.
Don Rafael asintió, pensativo.
-Tu madre hablaba maravillas de ti. Y puedo notar que eres una mujer fuerte y decidida- dijo don Rafael- Tengo una idea en mente- agregó mientras pensaba- ¿Te animas a ser asistente?- preguntó.
-Yo no tengo problemas don Rafael- respondió ella- Muchas veces mi madre me habló de su trabajo con usted- le explicó- así que podría decirse que sí sé.
-Entonces, no habrá inconveniente- dijo el hombre sintiendo alivio por poder ayudarla- ¿Puedes empezar mañana?
- Por supuesto que si- afirmó ella, mientras tomaba nota mental de que le tocaría hablar en el colegio de Ian para que lo recibieran desde la mañana- No hay ningún problema,señor- agregó, tratando de sonar confiada.
-Perfecto, puedes empezar a familiarizarte con la oficina y los procedimientos.
La muchacha asintió, agradecida por la oportunidad. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para cumplir con su nueva responsabilidad y mantener a Ian a salvo. Isabella siguió a don Rafael hasta la oficina de María, una mujer con un semblante amable y profesional. Al verlos llegar, María sonrió y se levantó de su escritorio.
- Isabella, te presento a María. Ella te va a explicar cuáles serán tus tareas- dijo don Rafael, con una sonrisa.
-María, ella será la nueva asistente que tendremos- explicó el hombre.
-Encantada de conocerte, Isabella- saludó María, estrechándole la mano- Vamos a trabajar juntas para que te sientas cómoda en tu nuevo puesto.
-Gracias, María. Estoy un poco nerviosa, pero estoy dispuesta a aprender- respondió ella, con una sonrisa tímida.
-No te preocupes, todos hemos estado en tu lugar al comenzar- dijo María, con un tono tranquilizador- Vamos a empezar con una visión general de tus tareas como asistente.
María tomó un cuaderno de notas y comenzó a explicar con claridad.
-Tus principales responsabilidades serán manejar la agenda del señor Martínez, coordinar sus citas, responder y redirigir llamadas telefónicas, y organizar reuniones. También te encargarás de la correspondencia, tanto electrónica como física. ¿Hasta aquí todo claro?
Isabella asintió, tomando notas mentalmente.
-Sí, claro. Puedo manejar eso.
María sonrió y continuó.
-Además, necesitarás asegurarte de que todos los documentos estén en orden y archivados correctamente. El jefe es muy exigente con la puntualidad y la organización, así que es importante mantener todo en su lugar. Aquí tienes la agenda que deberás llevar y resguardar con mucho cuidado - dijo, entregándole una elegante agenda de cuero.
Isabella la tomó con respeto, comprendiendo la importancia de su nuevo rol.
-Gracias, María. Me aseguraré de mantener todo en orden.
-Otra cosa importante- añadió María- el señor Martínez tiene ciertos hábitos que debes conocer. Por ejemplo, le gusta que el café esté listo a las nueve en punto. Además, prefiere que sus reuniones se programen por la mañana, dejando las tardes para trabajar sin interrupciones. Toma nota de eso.
Isabella asintió nuevamente, sintiéndose un poco abrumada pero decidida a hacerlo bien.
-Lo haré. Gracias por toda esta información, María.
María le sonrió, dándole una palmada en el hombro.
-No hay de qué. Si alguna vez tienes dudas o necesitas ayuda, no dudes en venir a verme. Estamos aquí para apoyarte.
-Gracias, María. Lo aprecio mucho- dijo Isabella, sintiéndose un poco más segura.
-Bien, te mostraré tu nuevo escritorio y te presentaré al resto del equipo- dijo la mujer conduciéndola a través de los pasillos hasta llegar frente a la oficina del que sería su jefe
Isabella siguió a María, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que esta era una gran oportunidad y estaba decidida a aprovecharla al máximo.