En un mundo donde las familias toman formas diversas, León se enfrenta a los desafíos y recompensas de crecer en un hogar que rompe con las normas tradicionales. Mientras navega la relación con su novia Clara, León descubre que no solo está construyendo su propia identidad, sino también reconciliando las influencias de un padre bisexual, un padrastro con quien compartió momentos cruciales, y una madre que ha sido un pilar de fortaleza.
Las raíces de su historia no solo se hunden en su familia inmediata, sino que también se entrelazan con las de Clara y su mundo, revelando tensiones, aprendizajes y momentos de unión entre dos realidades aparentemente opuestas. León deberá balancear la autenticidad con las expectativas externas, mientras ambos jóvenes enfrentan el peso de los prejuicios y el poder del amor.
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El relato que nos contamos
León se recostó en su cama después de volver de casa de Clara, pero no encontraba descanso. Las luces del techo, apenas iluminadas por la lámpara de su buró, parecían proyectar las dudas que rondaban su mente.
"¿Quién es Mariana para Clara? ¿Por qué habla de ella con ese tono de nostalgia? ¿La habrá amado? ¿Y si, en el fondo, me eligió porque Mariana no estaba disponible? ¿Qué pasaría si tuviera que elegir entre las dos?"
El pensamiento se repetía como un eco, una espiral de inseguridades que lo atrapaba en su propia mente. León sabía que estos celos eran irracionales, pero la idea no lo soltaba. No durmió en toda la noche, y al amanecer, exhausto y frustrado, decidió que necesitaba hablar con alguien.
Primero llamó a Alex. Sabía que, de todos, él entendería mejor ese torbellino emocional.
—Hola, León, ¿todo bien? —contestó Alex, con su tono cálido pero siempre directo.
León tomó aire.
—No, la verdad es que no. Necesito hablar contigo de algo.
León le contó sus pensamientos, detallando la manera en que las dudas sobre Mariana habían crecido en su mente.
—Alex, ¿es normal sentirse así? Me siento… inseguro, como si nunca fuera suficiente.
Alex suspiró al otro lado de la línea.
—Sí, León, es normal. Pero déjame decirte algo: los celos no siempre tienen que ver con lo que hace la otra persona, sino con lo que tú mismo te cuentas. Yo era muy celoso en mi relación con tu padre. Siempre pensaba que podía encontrar a alguien mejor, que yo no le daba lo suficiente.
León escuchó atentamente, sintiendo cómo las palabras de Alex le resonaban profundamente.
—¿Y cómo lo manejaste? —preguntó León, ansioso por entender.
Alex soltó una risa amarga.
—Mal. Los celos son como un veneno, y yo los alimenté creyendo que tenía razones para sentirlos. Me imaginaba cosas que ni siquiera eran reales, y al final, eso terminó destruyendo lo que teníamos. Pero no todo fue mi culpa. El también cometí errores.
León frunció el ceño, intrigado.
—¿Qué tipo de errores?
—Los acuerdos que hicimos —respondió Alex, con un tono más reflexivo—. En su momento,él sentía que daba más de lo que recibía. Muchas veces se traicionó a sí mismo para no decepcionarme, para no perderme. Pero eso alimentó su resentimiento, y al final, terminé destruyendo la relación.
León se quedó en silencio, procesando las palabras de Alex.
—¿Te arrepientes?
—De haberlo manejado mal, sí. Pero no de la relación en sí. Después de todo, gracias a eso aprendí mucho. Ahora puedo mirar hacia atrás y darme cuenta de que el verdadero problema no era tanto Daniel, sino lo que me contaba a mí mismo sobre lo que él hacía.
León sintió un nudo en la garganta.
—¿Crees que Clara me dejaría por alguien más?
Alex respondió con firmeza.
—Eso no lo sabes, León, pero tampoco es algo que puedas controlar. Lo que sí puedes hacer es ser honesto contigo mismo y con ella. Si sientes que hay algo que te molesta, háblalo. No te quedes con las dudas, porque esas son las que te comen vivo.
Después de colgar con Alex, León decidió llamar a su padre.
—¿Qué pasa, hijo? —preguntó Daniel, con su voz algo más seria, pero atenta.
León repitió sus preocupaciones, esta vez enfocándose más en cómo esos celos lo hacían sentir como si no fuera suficiente.
—Papá, ¿necesito que me repospondas con honestidad sobre Alex?. Alguna vez sentiste que no era lo suficiente lo que hacías por él.
Daniel se tomó un momento antes de responder.
—Sí, muchas veces. Nuestra relación fue muy intensa, y a veces sentía que no cumplía con lo que él esperaba de mí. Pero también me di cuenta de que él tenía sus propias inseguridades.
—¿Entonces qué pasó?
Daniel suspiró.
—No supimos manejarlo, León. Pero después de todo, aprendimos a verlo desde otra perspectiva. Alex fue mi mejor amigo antes de ser mi pareja, y aunque nuestra relación no funcionó, ese lazo de amistad fue lo que nos permitió reconstruir algo después.
León asintió, aunque su padre no podía verlo.
—¿Crees que me estoy preocupando de más?
—No, hijo. Creo que estás en una edad en la que todo se siente más intenso, y eso está bien. Pero no te quedes atrapado en lo que no puedes controlar. Habla con Clara. Si es la persona con la que quieres estar, entonces confía en ella. Y si no puedes confiar, es algo que tienes que trabajar contigo mismo.
Esa noche, León reflexionó sobre ambas conversaciones para seguir su propio camino.
El reencuentro con Mariana
Clara caminaba hacia la salida de la facultad con su mochila colgando de un hombro, revisando rápidamente su teléfono para responder un mensaje de León. Mientras lo hacía, una voz familiar la llamó desde la distancia.
—¡Clara! ¿Eres tú?
Al alzar la vista, Clara sintió un vuelco en el estómago. Mariana estaba ahí, apenas a unos metros de distancia. Su cabello rubio ondulado y largo se movía con el viento, llevaba consigo una carpeta repleta de papeles y libros. Aunque habían pasado años desde la última vez que se vieron, su sonrisa seguía siendo inconfundible.
—¡Mariana! —respondió Clara con una mezcla de sorpresa y alegría, acercándose rápidamente a abrazarla.
—¡No lo puedo creer! ¿Qué haces aquí? —preguntó Mariana, todavía con una sonrisa radiante.
—Estudio lenguas, quiero enseñar a niños. ¿Y tú? —respondió Clara, tratando de procesar el momento.
—Traducción. Siempre quise algo relacionado con idiomas, así que aquí estoy —dijo Mariana con una risa ligera—. Qué chico es el mundo para encontrarte aquí después de tanto tiempo.
Ambas compartieron una breve risa nostálgica, y la conversación fluyó con facilidad mientras salían juntas de la facultad. Hablaron sobre sus carreras, sus recuerdos del colegio y cómo habían cambiado sus vidas.
Antes de despedirse, Mariana le propuso algo.
—Deberíamos ponernos al día en serio. ¿Qué tal si tomamos un café mañana? Hay una cafetería cerca de aquí que me encanta.
Clara dudó por un instante, pero la nostalgia y el deseo de recuperar algo de lo perdido la convencieron.
—¡Claro! Mañana después de clases, ¿te parece?
—Perfecto. Nos vemos mañana entonces —dijo Mariana, despidiéndose con un gesto entusiasta.
Clara caminó hacia su casa con una mezcla de emociones. Por un lado, estaba emocionada de haber encontrado a una vieja amiga; por otro, no podía ignorar el pequeño nudo de incomodidad que sentía en el estómago.
La conversación con León
Esa noche, después de cenar con su familia, Clara llamó a León por videollamada, como solían hacer. La conversación comenzó con cosas triviales: cómo había estado su día, qué clases había tenido, y las anécdotas graciosas de su hermano menor.
Pero cuando Clara mencionó que había visto a Mariana, notó cómo el semblante de León cambió sutilmente.
—¿Mariana? —preguntó León, tratando de sonar casual, pero había un tinte de curiosidad en su voz—. ¿La Mariana de la que me hablaste antes?
—Sí, esa misma. No la veía desde hace años, y fue una sorpresa enorme encontrarla en la facultad. Está estudiando traducción, ¿puedes creerlo? —Clara intentó sonar despreocupada, pero el tono de León la puso en alerta.
—¿Y qué te dijo? —preguntó León, ahora más serio.
Clara hizo una pausa.
—No mucho, solo hablamos de cómo nos fue después del colegio. Fue algo rápido. Pero quedamos para tomar un café mañana.
El silencio que siguió fue pesado. León respiró profundamente antes de hablar.
—¿Vas a verla sola?
—Sí, León. Es solo un café, no pasa nada —respondió Clara, intentando tranquilizarlo.
—¿Y crees que no es raro? Después de todo lo que me contaste sobre ella, sobre cómo era tu relación antes…
Clara sintió cómo una oleada de irritación se mezclaba con su incomodidad.
—León, entiendo que puedas sentirte inseguro, pero Mariana y yo no somos las mismas personas de antes. Solo quiero recuperar la amistad que teníamos, nada más.
—¿Y si no es nada más para ella? —soltó León, casi sin pensar, lo que hizo que Clara frunciera el ceño.
—¿De verdad crees que soy tan ingenua? —respondió Clara, con un tono que mezclaba decepción y firmeza—. No le estoy ocultando nada a nadie. Te lo estoy contando porque confío en ti.
León intentó calmarse, pero su mente seguía atrapada en pensamientos intrusivos.
—Está bien —dijo finalmente—. Solo… ten cuidado.
—Gracias por tu confianza, León —respondió Clara con un dejo de sarcasmo, antes de cambiar de tema para aliviar la tensión.
La noche inquieta de León
Después de la llamada, León no pudo evitar que sus pensamientos lo consumieran. La idea de Clara y Mariana juntas en ese café lo hacía sentir fuera de control. Recordó las palabras de Alex y su padre sobre los celos y cómo estos podían destruir una relación si no se manejaban bien, pero eso no evitaba que su mente se llenara de preguntas.
"¿Qué hablarán? ¿Se reirán de cosas que yo no entiendo? ¿Y si Mariana intenta recuperarla? ¿Clara me lo contaría?"