Bajo La Misma Luz

Adrián no pudo dormir esa noche. Las palabras de Diana resonaban en su mente: “Héctor está libre.” Era como si todo el trabajo, todo el sacrificio, se desmoronara de nuevo. La idea de enfrentarlo otra vez, de volver a un ciclo interminable de ataques y defensas, lo llenaba de una mezcla de frustración y agotamiento.

A la mañana siguiente, Diego llegó temprano a la oficina. Llevaba consigo un café extra, que dejó sobre el escritorio de Adrián.

—¿Cómo estás? —preguntó sin rodeos.

Adrián lo miró con ojeras marcadas, dejando el café sin tocar.

—No puedo creer que esto esté pasando otra vez. Pensé que habíamos terminado con él.

Diego tomó asiento frente a él, apoyando los codos sobre sus rodillas.

—Esto no es una sorpresa, Adrián. Héctor no es el tipo de persona que acepta la derrota. Pero eso no significa que vayamos a perder.

—¿Y si lo hacemos? —replicó Adrián, su tono cargado de desesperación—. ¿Y si todo esto es en vano?

Diego se inclinó hacia él, con los ojos llenos de determinación.

—No lo es. Lo que has hecho hasta ahora ha demostrado que puedes con esto. Pero tienes que confiar en ti mismo y en quienes te apoyamos.

Adrián suspiró, sintiéndose abrumado. Antes de que pudiera responder, Diana entró apresuradamente a la oficina, su rostro pálido y lleno de preocupación.

—Tenemos un problema —anunció, dejando un sobre sobre el escritorio—. Llegó esto esta mañana.

Adrián lo abrió rápidamente, sus ojos recorriendo el contenido. Era una carta de Héctor, escrita a mano, pero su mensaje era claro:

"Esto no ha terminado. Estoy más cerca de lo que crees."

El estómago de Adrián se contrajo. Diana cruzó los brazos, tratando de mantener la compostura.

—Sabemos que Héctor está reuniendo aliados de nuevo. Algunos de los antiguos socios que creíamos de nuestro lado podrían estar reconsiderando su posición.

Diego se levantó, su expresión endurecida.

—No podemos permitir que eso pase. Si Héctor logra dividirnos, tendrá una oportunidad de retomar el control.

Adrián apretó el sobre en sus manos, la rabia comenzando a arder dentro de él.

—No voy a dejar que lo haga. No otra vez.

Un Giro Inesperado

Esa noche, mientras revisaban los próximos pasos, Adrián recibió una llamada de un número desconocido. Al principio dudó, pero finalmente contestó.

—¿Quién habla? —preguntó con cautela.

La voz al otro lado era inconfundible.

—Hola, Adrián. Espero no interrumpir.

Héctor.

El simple sonido de su voz hizo que Adrián apretara los dientes.

—¿Qué quieres?

—Solo quería felicitarte por tu pequeño triunfo. Aunque, sinceramente, dudo que te dure mucho. Ya sabes cómo funcionan estas cosas... el poder siempre vuelve a quien realmente lo merece.

Adrián sintió que la sangre le hervía.

—Tu tiempo se acabó, Héctor. No voy a permitir que sigas manipulando a las personas ni destruyendo lo que construimos.

Héctor soltó una risa seca.

—Eso lo veremos. Solo quería avisarte que estaré de vuelta más pronto de lo que imaginas.

La llamada se cortó antes de que Adrián pudiera responder. Su mano temblaba mientras dejaba el teléfono sobre la mesa. Diego, que había estado observándolo, frunció el ceño.

—¿Era él?

Adrián asintió, su mandíbula apretada.

—Dice que va a regresar. Que todavía tiene algo planeado.

Diego cruzó los brazos, su mirada llena de preocupación.

—Entonces tenemos que adelantarnos a él. Esta vez, no podemos dejarle ninguna oportunidad.

Una Traición Silenciosa

A la mañana siguiente, Diana descubrió algo que complicó aún más las cosas. Uno de los socios clave, que había apoyado a Adrián durante la reconstrucción, estaba teniendo reuniones secretas con Héctor.

—Es peor de lo que pensábamos —dijo Diana, mostrando los registros de las reuniones—. Héctor no solo está intentando recuperar aliados; ya tiene algunos de nuestro lado.

Adrián sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.

—¿Quién más podría estar con él?

—Todavía no lo sabemos —respondió Diana—. Pero si no hacemos algo rápido, podríamos perder todo lo que logramos.

Adrián respiró hondo, tratando de controlar su ira. Miró a Diego, que lo observaba en silencio, como si esperara su decisión.

—Vamos a enfrentarlo —dijo Adrián finalmente—. Pero esta vez, haremos las cosas a nuestra manera.

Diego asintió, su expresión seria.

—Entonces empecemos.

El Inicio de la Tormenta

Adrián sabía que la lucha no había terminado, pero esta vez, estaba decidido a no caer en las trampas de Héctor. Sin embargo, el peso de las traiciones y las amenazas constantes comenzaba a pasarle factura. Cada paso que daba lo acercaba más a un punto de quiebre.

Mientras caminaba hacia su oficina esa tarde, recibió un mensaje en su teléfono:

"Espero verte pronto. Estoy seguro de que esta vez, no podrás con lo que tengo planeado."

El corazón de Adrián se aceleró. Héctor estaba más cerca de lo que pensaban, y el próximo movimiento podría ser devastador.