Entre La Equitación Y La Pasión

Durante los siguientes dos años, Astrid se transformó por completo. Lo que habia empezado como un simple paseo timido por los jardines se convirtió en una pasión que la definia. Cada mañana, antes de que el sol se alzara del todo, ya estaba en los establos con Valiant, revisando la montura, cepillando su crin y preparandose para cabalgar por las extensas tierras del ducado Huxley.

James, el cuidador, la observaba con una mezcla de respeto y asombro.

James: Señorita Astrid, algun dia va a dejar sin trabajo a todos los cuidadores.

Astrid: Entonces no me lo digas muy fuerte, James, o pediran que me echen del establo.

Su habilidad mejoró con rapidez. Montaba con elegancia y dominio, incluso superando a muchos de los jinetes experimentados del ducado. Sabia controlar el paso, el trote y el galope con una precisión natural.. era evidente que algo en su interior recordaba como galopar de manera tan segura y confiada..

El duque y Antony la veian entrenar desde la terraza o desde el camino, orgullosos.

Duque Ashton: Mirala, hijo. No recuerdo haberla visto tan feliz desde que era una niña.

Antony: Si.. y debo admitir que ya no me atrevo a competir con ella. ¡Me deja atras cada vez que lo intento!

Duque Ashton: jajaja Tiene el espiritu de su madre. Libre, pero firme.

Astrid, ajena a los halagos, seguia cabalgando con el cabello rojo al viento, su risa resonando entre los prados. Tenia una personalidad divertida y burlesca, que contrastaba con su belleza suave y refinada. Sabia comportarse como toda una señorita en los banquetes, pero también burlarse con picardia de su hermano o de los jóvenes nobles que intentaban impresionarla.

Antony: Astrid, deberias ser mas amable con tus pretendientes jajaja

Astrid: ¿Y quitarles la ilusión tan pronto? No, querido hermano, déjales creer que tienen oportunidad… al menos hasta que se caigan del caballo.

Su padre a veces fingia regañarla, pero en el fondo se derretia de orgullo. Astrid habia devuelto la alegria a la mansión Huxley, llenandola de vida y risas.

Y asi, a los dieciocho años, era conocida en todo el ducado como “la dama del cabello de fuego”, una joven noble de sonrisa traviesa, espiritu libre y corazón noble, cuya elegancia solo era superada por la fuerza con que cabalgaba hacia el horizonte, desafiando las normas con gracia y sin perder jamas su encanto..

Con el paso del tiempo, Astrid Huxley se volvió el centro de atención entre los jóvenes nobles de los condados vecinos. Su belleza refinada, su cabellera roja y sus modales elegantes la hacian destacar en los bailes y reuniones, pero lo que mas llamaba la atención era esa chispa vivaz en su mirada, esa mezcla de dulzura y picardia que hacia imposible descifrar si hablaba en serio o se burlaba con sutileza.

Los pretendientes no tardaron en aparecer.. con flores, cartas perfumadas y cumplidos ensayados frente al espejo. Pero Antony, su hermano mayor, sabia bien la verdad.

Antony: Déjame adivinar… ¿saldras a “pasear” otra vez con alguno de mis amigos?

Astrid: Pasear, si. jajaja Aunque dudo que dure mucho el paseo.

Antony: Astrid, ¿por qué insistes en hacerlos competir contigo?

Astrid: Porque si dicen admirarme tanto, que al menos lo demuestren en la pista..

Y lo hacian. Cada vez que un joven la invitaba a salir, Astrid sonreia, aceptaba con aparente inocencia y terminaban cabalgando por los prados del ducado. Pero, sin falta, ella los dejaba atras con un elegante movimiento de riendas y una risa luminosa que el viento se llevaba consigo.

Algunos regresaban humillados.. otros, completamente enamorados. Y todos, sin excepción, aprendian la misma lección.. no habia manera de alcanzar a la señorita Huxley, ni en velocidad ni en ingenio.

Una tarde, mientras Antony observaba desde la valla cómo su amigo caia en un charco tras intentar seguirle el paso, negó con la cabeza.

Antony: jajaja Te lo adverti, Edward. Mi hermana no busca pretendientes, busca victimas.

Edward: ¡Pero me dijo que solo ibamos a trotar!

Antony: Ah, jajaja si. Esa es su frase favorita antes de dejarte comiendo polvo.

Astrid, desde lejos, saludaba montada en Valiant con una sonrisa orgullosa.

Astrid: ¡Vamos, caballeros! ¿Ya se rinden? ¡Y eso que aun no galopé en serio!

Antony la observó con ternura, negando con la cabeza.

Antony: (en voz baja) Qué haré contigo, pequeña fiera…

Y aunque fingia molestarse, en el fondo se sentia orgulloso. Sabia que su hermana no solo montaba mejor que todos ellos, sino que tenia un espiritu libre e indomable, imposible de encerrar en los moldes de una dama comun.

En los salones decian que la señorita Huxley era demasiado rebelde.. en los establos, que era una leyenda. Y entre risas y galopes, Astrid seguia siendo fiel a si misma, una joven que preferia el polvo del camino al brillo de las joyas, y el sonido de los cascos de su caballo antes que las palabras vacias de un cortejo.. y es que.. Astrid vivia dias felices. Su vida en el ducado Huxley era plena y armoniosa.. tenia un padre que la miraba con orgullo, un hermano que la adoraba aunque fingiera regañarla, y un hogar lleno de risas, luz y caballos. Cada mañana salia a montar por los campos, y cada tarde regresaba cubierta de polvo, con el cabello suelto y las mejillas encendidas por el viento.

Los sirvientes la saludaban con respeto y cariño.. todos sabian que la joven señorita era amable, aunque de espiritu libre. Le gustaba bromear con los sirvientes ayudar a James con los animales e incluso colarse en la cocina para probar los dulces antes del almuerzo.

Astrid: si el duque pregunta, dile que el gato se comió las galletas..

Cocinera: Señorita, el gato no tiene tanta hambre como usted

Astrid: jajaja

En los salones de sociedad, Astrid era el centro de todas las miradas. Su belleza elegante, el cabello rojo como fuego y sus ojos azules brillantes hacian que los jóvenes nobles se sonrojaran solo con verla. Las muchachas de su edad, sin embargo, la observaban con cierta envidia, murmurando entre abanicos y sonrisas forzadas.

—Siempre habla con los caballeros.

—Dicen que su padre le permite montar como un hombre.

—Y aun asi todos la adoran.

Pero Astrid apenas lo notaba. No le importaban los celos ni los comentarios. Su mundo estaba en los campos, en la brisa, en la libertad que sentia cuando Valiant corria bajo el cielo.

[Que hablen si quieren. Yo prefiero el viento a sus palabras vacias.]

A veces, en los bailes, alguien intentaba compararse con ella o hacerle un cumplido exagerado, y Astrid respondia con esa ironia suya tan encantadora..

- Señorita Huxley, no hay dama mas perfecta que usted.

Astrid: (sonriendo) Entonces no ha conocido a muchas damas, señor.

Esa mezcla de dulzura y picardia la hacia aun mas irresistible. Era admirada, envidiada y respetada, pero sobre todo, era libre..

Y cada noche, antes de dormir, miraba por la ventana de su habitación hacia los establos, donde Valiant descansaba, y sonreia con el corazón tranquilo.

Astrid: (susurrando) Gracias por esta vida… por esta segunda oportunidad. Soy feliz.

Y en verdad lo era. Astrid Huxley, la joven del cabello rojo y el espiritu indomable, habia encontrado su lugar en el mundo, sin necesidad de titulos, joyas ni halagos… solo con su risa, su valentia y su libertad.