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Mi Obsesión Eres Tú

Mi Obsesión Eres Tú

Status: Terminada
Genre:Arrogante / Venderse para pagar una deuda / Amor-odio / Casada con el millonario / Completas
Popularitas:9.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Crisbella

Catia Martinez, una joven inocente y amable con sueños por cumplir y un futuro brillante. Alejandro Carrero empresario imponente acostumbrado a ordenar y que los demás obedecieran. Sus caminos se cruzarán haciendo que sus vidas cambiarán de rumbo y obligandolos a permanecer entre el amor y el odio.

NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo XXIV Nuevas reglas

El viaje de regreso al penthouse fue un tormento silencioso. Catia sintió la tensión en la mandíbula de Alejandro, pero ya no era la fría rabia de un jefe. Era la furia del hombre que había visto su vulnerabilidad emocional atacada y había respondido con la única arma que Catia le había enseñado: la pasión.

Al entrar en el ascensor privado, Catia sintió que el control de Alejandro se desmoronaba. Él se volteó hacia ella, sus ojos oscuros llenos de una intensidad que la hizo retroceder contra la pared de acero.

—No me mires así —demandó Alejandro, su voz era un gruñido.

—¿Así, cómo, Alejandro? —respondió Catia, desafiándolo—. ¿Como la única persona que sabe que Miranda te asusta porque te recuerda lo que tu madre te quitó?

La mención de su trauma fue el detonante. Alejandro la sujetó por los hombros, no con crueldad, sino con una fuerza desesperada, y la apartó de la pared.

Apenas la puerta del penthouse se cerró, el control de Alejandro se rompió. Él la empujó suavemente hacia el centro de la sala y luego giró, golpeando la mesa de cristal con la palma de la mano.

—¡Ella no tiene derecho! —explotó Alejandro, su compostura de empresario hecha añicos—. ¡Ella no tiene derecho a hablar de mi vida, de mi pasado! ¡A insinuar que tú eres un contrato desechable!

—Y tú no tienes derecho a dejar que piense que puede volver a viajar sola contigo a Londres —replicó Catia, con la misma intensidad. La escena de Miranda tocando a Alejandro había encendido una llama de celos que ella no podía negar.

—Ella no significa nada, Catia. Tú eres mi esposa.

—¿Soy tu esposa porque lo dice un papel, o porque te niegas a admitir que la noche en la panadería y en el hotel han cambiado las reglas?

Catia se acercó a él, su propio corazón latiendo con una verdad que ya no podía contener. —Miranda y Sebastián están jugando a que tú me dejes. ¡Demuéstrales que no pueden ganar! ¡Demuéstrame que no soy un riesgo que vas a descartar cuando el peligro pase!

Alejandro la miró. Vio en sus ojos la misma vulnerabilidad que él sentía. Vio el miedo a ser abandonada, a ser desechada. Y entendió que la única manera de detener el juego era elegir a Catia de una manera que fuera más allá del contrato.

Dio un paso hacia ella, y tomó su rostro entre sus manos. Su toque era tierno y reverente, una antítesis de su naturaleza.

—Escúchame bien, Catia —dijo Alejandro, su voz baja y profunda—. Miranda fue mi pasado, un intento fallido de encontrar la seguridad en un negocio. Tú... tú eres el caos que no sabía que necesitaba.

Alejandro se inclinó, su aliento rozando los labios de Catia. —Desde la panadería, no hay contrato que me ate. No hay negocio que me importe más.

Y luego, la besó. No fue el beso forzado de la farsa, ni la necesidad impulsiva del balcón. Fue el beso del dueño de su corazón. Un beso largo, profundo y lleno de una promesa de permanencia. Él le demostró con sus labios, con la forma en que su cuerpo se entregó al de ella, que ahora ella era la única mujer en su vida, la ancla que había elegido.

Cuando se separaron, Alejandro apoyó su frente contra la de ella.

—Miranda ya no existe. Sebastián ya no importa. Gané la empresa, Catia. Pero te juro que ahora, tú eres mi única prioridad.

El arrebato privado no había sido una pelea; había sido la consumación de una verdad que ambos habían intentado evitar. El matrimonio de farsa estaba, por fin, aniquilado por el deseo y la lealtad mutua.

La mañana en el penthouse de Alejandro se sintió completamente diferente. Catia despertó sola, pero esta vez, el vacío en el otro lado de la cama no era una señal de rechazo, sino un reconocimiento tácito de la nueva realidad que habían forjado con el deseo.

Alejandro no estaba en el dormitorio. Catia encontró una taza de café recién hecho y una nota en el tocador, escrita con su puño firme, pero con un tono que nunca antes había usado:

"Hoy no es un día de contratos. Desayunamos en la terraza en veinte minutos. No te vistas para la oficina. Vístete para nosotros. - A".

Catia se puso ropa informal y cómoda, bajando a la terraza. Alejandro estaba allí, vestido de manera relajada, sin el traje de tres piezas. El sol de la mañana iluminaba su rostro, mostrando la suavidad que había surgido tras la explosión de vulnerabilidad de anoche.

—Buenos días, Catia —dijo Alejandro, con un tono que ya no era el del jefe, sino el de un hombre intentando ser esposo.

—Buenos días, Alejandro.

El simple uso de sus nombres sin títulos fue la primera transformación.

—Necesitamos hablar de las reglas —dijo Alejandro, volviendo brevemente a la lógica, pero esta vez, la lógica era para construir, no para destruir—. El contrato se acabó. Lo que pasó anoche... fue la verdad. Y ahora, esa verdad es la que usaremos para proteger lo que hemos construido.

—¿Y cuáles son las nuevas reglas? —preguntó Catia.

Alejandro tomó su mano sobre la mesa. Su tacto era posesivo, pero la intención era clara. —Primera regla: Honestidad. Si Sebastián o Miranda te atacan, háblame, no lo manejes sola. Segunda regla: Libertad. El matrimonio no es una prisión. Tú vas a estudiar. La universidad te espera. Usarás mi nombre, pero perseguirás tus sueños.

Catia sintió una punzada de emoción. Él le estaba dando la libertad que le había robado con el contrato.

—Tercera regla —dijo Catia, mirándolo directamente a los ojos—: No más almohadas. Somos un matrimonio, Alejandro. Y mi cama ya no es un activo; es mi hogar.

Alejandro sonrió, una sonrisa completa que rara vez mostraba. —De acuerdo. Tercera regla aceptada.

La transformación de su relación se reflejó de inmediato en la Carrero Tower.

Valeria Solís fue la primera en notarlo. Catia dejó de pedir citas para ver a Alejandro; entraba directamente a su oficina. Sus interacciones eran de profunda complicidad, con miradas secretas y un conocimiento mutuo de las agendas y los sentimientos que antes era impensable.

Alejandro, a su vez, comenzó a involucrar a Catia en las decisiones reales, pidiéndole su opinión, no sobre finanzas, sino sobre la gente y la moral.

—El contrato con la nueva startup se ve bien —dijo Alejandro un día en su oficina.

—El contrato está bien, pero el fundador es un manipulador, igual que tú hace tres meses —replicó Catia, con la confianza de una esposa.

Alejandro se rio, divertido por la comparación. —Entonces, lo firmo, pero ponemos una cláusula de control. Necesitas tu sentido moral para equilibrar mi eficiencia.

La mayor transformación fue la de Catia Martínez de Carrero. Ella era ahora una estudiante universitaria con el apellido más poderoso del país. Comenzó a asistir a clases, combinando el rigor académico con las cenas de gala.

La farsa pública continuaba, pero el contenido había cambiado. Cuando Catia y Alejandro aparecían en eventos, su amor ya no era una actuación desesperada; era una verdad silenciosa. Se reían de verdad, se tocaban con una familiaridad real, y su vínculo era innegable.

Sabían que Sebastián y Don Rafael seguían observando, esperando la fisura que nunca llegó. Pero ya no importaba. Su matrimonio había sobrevivido al ultimátum, a los celos, a la traición inicial y al trauma.

Estaban casados por un contrato que había sido roto y luego reescrito por el deseo y la lealtad. La panadera había encontrado su lugar en la torre de cristal, y el tiburón había encontrado la única persona que lo amaría por el hombre, y no por el dinero.

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margalenis sane galvis
autora me gustó mucho tu novela y más me gustan por qué no se repite lo mismo de lo mismo en cada capítulo son cortas Pero sustanciosas no queda uno con lo ganas de más si no de seguir😂 leyendo la próxima que subas
jacqueline mercedes Velásquez Freite
cuando hay confianza todo sale bien y el amor de ellos es grande
Lilith😈
Me gustó mucho 🥰 fué ilustrada con PALABRAS muy bien enfocadas en la escena de la trama. gracias por tan linda historia. 🤭
jacqueline mercedes Velásquez Freite
triunfo el amor ❤️❤️
jacqueline mercedes Velásquez Freite
para que enemigo.con un papá así
jacqueline mercedes Velásquez Freite
Alejandro tanto tu.papa y abuelo te amo tenido engañado todo tu vida enfrenta a tu abuelo que te diga la verdad
jacqueline mercedes Velásquez Freite
acies Catia con dignidad pusiste a tu prima en su lugar .y Sebastián la envidia te carcome pero cuando hay confianza y amor todo es más fácil
jacqueline mercedes Velásquez Freite
acies Catia con dignidad pusiste a tu prima en su lugar .y Sebastián la envidia te carcome pero cuando hay confianza y amor todo es más fácil
Maria Gonzalez Gonzalez
mendigo viejito nalgas miadas, ya consiga le una novia tóxica pa que esté ocupado y no se meta donde no lo llaman 😁🤣😜
jacqueline mercedes Velásquez Freite
me fascina como se está desarrollando la trama
jacqueline mercedes Velásquez Freite
Alejandro estás enfermo y tu necesitas mucha ayuda búscate un buen psicólogo para que puedas avanzar
jacqueline mercedes Velásquez Freite
hay no otra puti zorra se va aliar con el demente de Sebastián
jacqueline mercedes Velásquez Freite
será que hay un bebé 🤭lindo y que se
jacqueline mercedes Velásquez Freite
ese viejo si jode
Mary Ney
Escritora que buenos capitulo ella fue más inteligente que ellos y supo llegar a la raíz del problema wao Escritora estuvieron estupendo 🥰
jacqueline mercedes Velásquez Freite
Catia no se lo pongas tan fácil
jacqueline mercedes Velásquez Freite
tu un troglodita no mereces el amor ❤️ de Catia por bruto
jacqueline mercedes Velásquez Freite
esto está es bueno
jacqueline mercedes Velásquez Freite
este hombre es un neandertal
jacqueline mercedes Velásquez Freite
te vas arrepentir por Brito y desconfiar en la única persona que te es lear
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