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RIVALES DE OFICINA

RIVALES DE OFICINA

Status: En proceso
Genre:Oficina / Equilibrio De Poder / Malentendidos / Traiciones y engaños / Amor-odio / Romance de oficina
Popularitas:28.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Camila tiene una regla: no mezclar negocios con emociones. Pero Gael no es fácil de ignorar. Es arrogante, brillante y está decidido a ganarle. En los proyectos, en las reuniones… y también en el juego de miradas que ninguno de los dos admite estar jugando.

Lo que empezó como una guerra silenciosa de egos pronto se convierte en una batalla más peligrosa: la de resistirse a lo prohibido.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar por ser los mejores… sin perderse el uno al otro?

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

¿Acostarse o matarse?

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

...****************...

Lucía me lanzó una mirada de esas que lo dicen todo sin necesidad de decir nada.

—¿Rival de oficina, eh?

—¿Qué?

—Nada. Solo pensaba que si todos tus rivales te miran como ese espécimen acaba de hacerlo, tal vez deberías empezar a cobrar entrada.

Rodé los ojos y pasé junto a ella, rumbo al ascensor.

—No empieces, Lucía.

—¿Yo? Si ni siquiera he abierto la caja de comentarios picantes que tengo guardada para cuando alguien se derrite como mantequilla en la terraza.

—No me derretí. Me contuve. Y casi lo empujo por la baranda, que es muy distinto.

—Ah, claro. Eros versión homicidio. Muy tú.

El ascensor bajaba, y con cada piso, sentía cómo la temperatura de mi cuerpo descendía a la par que el orgullo. El maldito Gael tenía la habilidad de meterse bajo mi piel como una astilla elegante: irritante, imposible de ignorar y absurdamente atractivo.

Cuando llegamos al vestíbulo, él ya no estaba.

Mejor.

Lucía y yo cruzamos el hall rumbo a la sala de juntas. Teníamos una presentación en veinte minutos y yo necesitaba reconectar mi cerebro antes de que él volviera a sonreírme como si supiera exactamente lo que había provocado.

—Entonces… ¿van a acostarse o a matarse? —preguntó Lucía en voz baja, mientras me entregaba una carpeta con los reportes.

—Ambas cosas suenan tentadoras, pero ninguna es profesional.

—Eso no responde a mi pregunta.

—Tampoco pienso responderla.

Cuando entré a la sala de reuniones, ya estaba todo preparado para la presentación ante el equipo de directores. Y, por supuesto, ahí estaba él.

Gael Moretti.

Señor arrogancia.

Señor sonrisa perfecta.

Sonrió al verme.

Y yo hice lo único maduro que se me ocurrió: tropecé con la alfombra y casi me caigo de cara.

—¿Todo bien, Duval? —dijo con voz inocente, mientras alzaba una ceja.

—Perfecto —le respondí, mientras disimulaba el tropezón con un movimiento que quería parecer elegante, pero que probablemente pareció un paso de tango frustrado. Me senté junto a Lucy sin mirarlo más de lo necesario.

Él se sentó frente a mí. Me miró.

Y volvió a sonreír.

Yo, por supuesto, no le di el gusto. Crucé las piernas, abrí la carpeta y me enfoqué en la presentación. Pero sentí su mirada todo el tiempo.

Y lo peor fue que… me gustaba.

Maldita sea.

La jefa de área, Sophie, nos hizo seña de advertencia.

—Hoy vamos a escuchar las propuestas finales para Spark. Y quiero que sepan que solo uno de ustedes va a liderar la cuenta, así que… que gane el mejor.

Gael y yo nos miramos. El mismo pensamiento, al mismo tiempo: que gane el mejor.

Él presentó primero.

Tenía todo: estructura, conceptos atractivos, datos estadísticos manipulados con arte, y esa maldita seguridad que lo hacía parecer el próximo Steve Jobs.

Yo, por dentro, anotaba todo lo que iba a hacer mejor.

Cuando me tocó a mí, respiré hondo. Lo miré de reojo. Me guiñó un ojo.

Bastardo.

Presenté mi propuesta como una bala: rápida, clara, y con un toque de emoción. Ejemplos reales, referencias pop, un video corto editado por mí. Cuando cerré la laptop, hubo un pequeño silencio.

Y luego, aplausos.

Gael me miró. Sonrió. Pero esta vez, había algo más en su mirada.

¿Respeto? ¿Orgullo?

Sophie asintió.

—Ambas presentaciones fueron excelentes. Vamos a deliberar, pero puedo decir que tienen más en común de lo que creen. Tal vez deberían trabajar juntos más seguido.

Ambos levantamos una ceja, al mismo tiempo.

¿Juntos? ¿Ella se había vuelto loca?

—De hecho —continuó Sophie—, tengo en mente un nuevo proyecto que necesitará una dupla creativa fuerte. Y ustedes dos son los que tienen más química para el trabajo.

¿Química? ¿Qué tanto había visto Sophie?

Al salir de la sala, caminamos en silencio por el pasillo. Hasta que, inevitablemente, hablamos al mismo tiempo:

—¿Química?

Nos miramos. Y, sin poder evitarlo, soltamos una carcajada.

Y fue extraño. Porque esa risa compartida fue genuina. Casi… cómplice.

—¿Sabías que me caes peor cuando me haces reír? —le dije.

—¿Y sabías que me interesas más cuando estás a punto de tirarme un café encima?

—Todavía puedo hacerlo.

—¿Y si lo haces, lo filmamos? Podríamos usarlo para una campaña viral.

—Idiota.

—Encantado de serlo para ti.

Y otra vez esa mirada. Esa condenada intensidad.

Pero esta vez no me alejé. Esta vez, le sostuve la mirada. Porque sí. Porque también me gustaba ese juego. Porque, en el fondo, muy en el fondo, empezaba a sentir que no quería que terminara.

—¿Tú siempre coqueteás así con tus compañeros rivales o solo conmigo? —pregunté, con la risa bailándome aún en los labios.

Gael se encogió de hombros despreocupado.

—Solo con los que me interesan —dijo, muy tranquilo.

—¿Y cuántos son?

—Por ahora solo uno.

Lo dijo sin dudar.

Y yo… bueno, me quedé sin palabras. UN maldito segundo sin palabras.

—Gael —dije al fin—, no sé si te diste cuenta, pero esto no es una novela turca. No estamos en medio de una historia. Estamos en una oficina. Hay horarios, hay jerarquías y hay… códigos.

—¿Y tú quieres seguir todos los códigos?

—¡Sí!

—¿Incluso el de no desear al compañero con el que discutes a diario pero que te hace reír más que nadie?

Lo fulminé con la mirada.

—Yo no te deseo, Moretti.

—Mentirosa. Te brillan los ojos cada vez que me ves.

—Es el reflejo de las luces LED, no te confundas.

Se acercó un poco más. Otra vez. Tenía esa maldita costumbre de invadir mi espacio personal como si le perteneciera. Esta vez, sin embargo, no retrocedí.

—¿Sabés cuál es tu problema, Camila?

—Iluminame.

—Que no quieres admitir que el problema soy yo. Y te encanta tener un problema.

—¿Sabés cuál es tu problema?

—A ver.

—Que eres demasiado seguro de ti mismo. Y eso te hace confiar tanto que no te vas a percatar cuando te deje sin un proyecto.

Soltó una carcajada que atrajo miradas por el pasillo. Le hizo un gesto de disculpa a una asistente y luego volvió a mirarme con esos ojos que parecían saber más de lo que yo estaba dispuesta a admitir.

—Me das miedo, Duval.

—Perfecto. Misión cumplida.

—Y ganas. Me das muchas ganas.

Me atraganté con mi propia saliva. Tosí. Él me dio una palmada en la espalda, disimulando una sonrisa.

—¿Estás bien?

—Perfectamente enferma de ti —murmuré.

—Lo sabía —canturreó.

—Vete a la mierda.

—Si vienes conmigo, encantado.

Lo empujé suavemente con un dedo en el pecho.

—Basta, Moretti. No quiero perder el foco. Mañana tenemos revisión de campaña a las ocho.

—Entonces vete a descansar. Espero sueñes conmigo.

—Voy a soñar contigo, pero viendo cómo te vas de la empresa.

—Siempre tan romántica.

Me giré sin contestar, caminando hacia el ascensor. Pero justo antes de que las puertas se cerraran, lo escuché decir:

—Buenas noches, problema favorito.

Rodé los ojos.

Ese maldito.

1
Carmen Cañongo
ay dios mío que 🔥 ojalá él chistesito no le deje su semilla sembrada
Carmen Cañongo
Davian lo qué hacé él poder y las ganas dé ser líder, seguro qué vas por él sin importar qué es tu sangré yá quiero ver cómo sales tú Gael si es un verdadero hombre
Carmen Cañongo
por fin agarraste al toro por los cuernos aprovecha y destruye todo lo que te tienen entré la espada y la pared
Carmen Cañongo
a veces hay qué estar en los zapatos de los demás para ver cómo actuamos, cómo sé puede digerir sentirse traicionada por la persona que amamos, ánimo Camila
Carmen Cañongo
Davian eres un demente
Carmen Cañongo
Anika verdad que eres mala yerba
Carmen Cañongo
qué almas tan podridas y sucios los dos
Carmen Cañongo
por lo menos la ex no es tóxica y sé vé qué tiene una bonita amistad con el claro me imagino que es por Manuelle
Carmen Cañongo
tiene qué haber algo que Gael haga para zafarse de las garras de su papá
Carmen Cañongo
Camila tienes razón una cómo madre jamás puede comparar a los hijos se les ama incondicional con sus victorias y derrotas
Mirta Liliana
Va hermosa..
Mirta Liliana
Yo entiendo que la madre tenga miedo,pero ellos son grandes y pueden tomar responsabilidades como adultos que son....
Mirta Ramirez
suegra densa!!! metida! es de palo...
Mirta Liliana
Si,si tanto se aman,pueden vivir juntos...
Mirta Liliana
No digo que la madre no pueda tener razón,pero está en la casa de su hija,no es su casa,no puede prohibir a Gael de ver a su hija.....
Empera Salas
excelente historia
Carmen Cañongo
a no Camila no salgas ahora con ésto té está contando la verdad yá tú sabes cómo es su padre piénsalo bien aunque té sientas dolida, perdonarlo plis
Carmen Cañongo
cuenta regresiva Gael
Carmen Cañongo
Gael es preferible que le cuentes antes qué sé enteré por otra persona, díselo tú no seas miedoso hombre no parecen cosas tuyas
Carmen Cañongo
lo intui, pensé que él secreto era hijos caramba y no entiendo porqué lo esconde del papá
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