Mafiosa Obsesión

POV RUBI

Desde el momento en que Diego me llevó a la habitación, el aire estaba cargado de tensión. Cada beso, cada toque, despertaba en mí una mezcla de nerviosismo y emoción. Era mi primera vez, y aunque había incertidumbre, había algo en su mirada que me hacía sentir segura.

Fue doloroso.

Pero es que se entiende.

Este hombre tiene el miembro del Diablo.

Cuando me tumbé en la cama, sentí una oleada de confianza. Diego era fuerte, pero había una parte de mí que quería tomar el control.

Con un impulso repentino, decidí actuar. Me moví rápidamente, subiéndome sobre él en un movimiento audaz.

La sorpresa en su rostro me hizo sonreír. Era un momento de poder y libertad. Sentía la energía entre nosotros, y me dejé llevar por la emoción. Sus manos en mi cintura me hacían sentir viva, y el hecho de estar en control era una maravilla.

—Déjame mostrarte lo que puedo hacer— dije con una voz firme, sintiendo que ahora era mi turno de guiar la situación.

Me movía con confianza, disfrutando de cada momento. Era una mezcla de descubrimiento y placer. La conexión que compartíamos era intensa, y cada movimiento me acercaba más a lo que deseaba.

En ese instante, todo lo demás se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos, y estaba decidida a disfrutar cada segundo. Me sentía empoderada, y cada risa y susurro de Diego solo intensificaban la experiencia.

Sobre el nuestros cuerpos se movían al unísono. Desde mi postura el se veía deliciosamente rico.

Mi cabello caía por mi espalda y por todo mi rostro sudado. El lo tomó mientras me movía y lo recogió sujetándolo, mientras que con la otra mano me agarraba mi trasero.

Con mis manos sostuve mis senos y empece a rebotar sobre el.

Mi mirada era tan intensa que intensificaba en mi el deseo y el placer.

Empecé a dejarme llevar por el placer, mis gemidos se intensificaron en toda la habitación, mi cuerpo empezó a contraerse y sentí la oleada de orgasmo azotarme.

Me recosté en el pecho de Diego y el me levanto con su cuerpo, yo ya no podía más.

El intensificó su movimiento desde abajo y era tan electrizante que me hizo gemir aún más.

Un momento después escuché otro fuerte gruñido mientras él dejaba de moverse.

Caí rendida en su fuerte y sudado pecho, mientras recuperábamos el aliento.

—Eso estuvo increíble— le dije con la respiración entré cortada.

El con delicadeza intento apartar mi cabello de mi rostro.

Me regaló una leve sonrisa que me encanta.

—Eres perfecta— dijo con la voz más ronca de lo normal.

Me acerqué para darle un beso, y mientras la intensidad crecía, decidí interrumpirlo con un guiño travieso.

—Tengo hambre— le dije, y su risa resonó en la habitación, una carcajada que me dejó embelesada. Era la primera vez que lo oía reír así, y me encantó. Me sentí ligera y feliz, como si esa risa hubiera iluminado todo.

—Vamos, la comida aún nos espera allá afuera— me respondió, y con un movimiento rápido, me bajé de él, sintiendo una chispa de emoción.

Tomé su camisa con un tono juguetón y me la puse. Era un poco grande, pero eso solo añadía un toque divertido a la situación. Diego se puso sus pantalones, y juntos salimos hacia la azotea.

Al llegar, un chef nos esperaba, listo para preparar nuestra comida. Con una simple seña, él se acercó y comenzó a cocinar, creando un ambiente especial. La brisa nocturna y el aroma de la comida hacían que todo se sintiera aún más mágico.

Después de un momento, el chef se retiró, y Diego me miró con su mirada intensa que siempre suele dedicarme.

—Buen provecho— dijo, y agradecí con un gesto.

Ambos comenzamos a comer a gusto, disfrutando de la comida y de la compañía. La conversación fluía naturalmente entre risas y miradas cómplices. Era un momento perfecto, lleno de sabores y nuevas sensaciones, donde la conexión entre nosotros se sentía más fuerte que nunca.

La noche avanzaba, y la atmósfera seguía cargada de energía. Después de disfrutar de la comida, Diego y yo nos acomodamos en un rincón de la azotea, donde la vista de la ciudad iluminada era simplemente espectacular. Pero había algo más en el aire, una chispa que no podía ignorar.

Diego se acercó, con su mirada intensa y decidida, y antes de que pudiera decir algo, me tomó de la mano, llevándome de nuevo hacia él. No podía creer lo fogoso y activo que era; su energía era contagiosa. Me sentí atrapada en un torbellino de emociones, y no quería que se detuviera.

—¿Listo para más?— me preguntó, y su sonrisa me hizo sentir un cosquilleo en el estómago.

No me dejó descansar ni un segundo en toda la noche. Cada momento estaba lleno de risas, juegos sexuales y una conexión que solo se intensificaba. Era como si el tiempo no existiera, y todo lo que importaba era ese instante. Las horas pasaban volando, y antes de darme cuenta, el amanecer comenzó a asomarse en el horizonte mientras él y yo aún seguimos sudando y con la respiración entré cortada.

La luz suave del sol empezaba a filtrarse entre los grandes ventanales de la habitación y ahí estábamos, cansados y disfrutando de cada segundo. Diego tenía una forma de hacer que cada momento se sintiera especial, y esa intensidad era algo que nunca había experimentado antes.

La noche se convirtió en una mezcla de complicidad y sexualidad donde cada mirada y cada toque hablaban más que mil palabras. Era una experiencia que me dejaba sin aliento, y mientras el sol comenzaba a salir, supe que esa noche sería inolvidable.

Está experiencia ha sido la mejor, mucho más de lo que me imaginé.

Creí que él al ser un hombre mucho mayor no podría ofrecerme algo así. Pero me callo la boca, me encanta, me excita y me fascina este hombre.

Podría seguir así día y noche que tengo por seguro que no me cansaría...